La votación será el 21 de noviembre y en ella, aunque la publicidad que se le ha dado al asunto sea escasa, se va a decidir sobre una cuestión que nos afecta a todos: el reglamento de emisiones de CO2 para vehículos comerciales pesados. En un país como España, en el que más del 95% de las mercancías viajan hasta su destino en camión, lo que se vote en Bruselas condicionará el devenir de los próximos años, ya que el coste del transporte incluye directamente en lo que acaba pagando el consumidor por productos o servicios. Diferentes colectivos implicados en el sector logístico (fabricantes de vehículos, transportistas y petroleras, entre otros) exigen en un manifiesto algo que se reclama desde hace meses: que los combustibles renovables neutros se consideren y reconozcan dentro del reglamento de emisiones como herramienta válida para alcanzar la deseada descarbonización.

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El problema

De momento, el reglamento que manejan los jerarcas europeos considera como soluciones válidas de propulsión los motores eléctricos de batería y pila de combustible y los motores de hidrógeno para el transporte pesado. Los combustibles renovables neutros –que son aquellos que no generan al arder emisiones de CO2 de origen fósil- no se consideran. Así, ni el biodiesel ni los combustibles sintéticos serían válidos con la normativa planteada. En 2021, el 96% de camiones vendidos montaban motores diesel aptos para combustibles neutros –de hecho, se trata de carburantes que se pueden usar en cualquier motor-, pero el reglamento planteado los convertiría a medio plazo en simple chatarra, ya que no los permitiría circular.

¿Qué se pide?

Se parte de un hecho: disponer de diversas alternativas de propulsión proporcionará una mayor seguridad ante las perturbaciones del mercado, los aumentos de los costes para los consumidores, los riesgos para el empleo y la escasez de profesionales. La situación, es, en realidad, la misma que se afronta con los vehículos de particulares. Cambiar todo el parque móvil de aquí a 2040 es cualquier cosa menos viable. Veremos en qué queda la cosa, pero en España, que sólo alcanza el 85% de la renta per cápita media de Europa, no nos faltaba más. Si, de repente, todo el transporte por carretera debe emplear hidrógeno o vehículos eléctricos, habrá que empezar a prepararse para ver tasas de inflación de dos dígitos. Y el primero no será un 1.