¿Cada cuánto acostumbras a lavar tus pantalones vaqueros? Seguro que es una pregunta a la que te has enfrentado más de una vez y, muy probablemente también, seguro que no tienes una respuesta clara. Y no es para menos, porque para esa cuestión hay casi tantas respuestas como usuarios tiene esta prenda hoy cotidiana que, aunque no falte en ningún armario, pocos saben que fue en origen ropa de trabajo para los mineros norteamericanos de la Fiebre del Oro. La respuesta más habitual a este gran dilema de lavado es que conviene lavarlos lo menos posible.

reutilizar tus jeans viejos
 

Cuando no quede otro remedio 

Desde Levi’s, que es al fin y al cabo la marca que inventó esta prenda, indican que los vaqueros sólo se tienen que lavarse cuando no queda más remedio. Eso significa que, si te atreves, lo más adecuado es dejar pasar varios meses entre cada visita a la lavadora de tu casa o a tintorería de tu barrio. Si hay alguna mancha inquietante, basta con que te ocupes de ella con los medios que tengas a mano. Ventilarlos, aunque no los laves, también es siempre una buena opción. Para hacerlo, es suficiente con que los cuelgues a la intemperie durante unas horas.

¿En la ducha?

Hay, sin embargo, una respuesta definitiva que la formula, además, alguien que (se supone) sabe mucho sobre este tipo de pantalones ya centenarios. Según Charles 'Chip' Bergh, el director ejecutivo de Levi’s, lo más correcto es proceder de manera localizada cuando hay manchas, pero si no queda más remedio que lavarlos, la ducha es una opción excelente. Puedes, explica, lavarlos incluso llevándolos encima. Al hacerlo, evocas la manera como se lavaban los primeros usuarios de esta prenda icónica, que se lavaban donde podían y cuando había ocasión. Si no te atreves y prefieres usar la lavadora, utiliza siempre ciclos cortos y específicos para ropa delicada, agua fría y nunca emplees suavizante. En caso de que oses hacerlo, Levi Strauss se te aparecerá por la noche para estirarte de las orejas o, peor aún, dejar en tus más queridos pantalones una mancha que no se quitará jamás. Tú mismo.