Mario Vargas Llosa, además de ser un escritor estupendo, es un hombre que ha envejecido con dignidad y, excepto por una operación para reducir las bolsas de los ojos que se hizo durante su recientemente rota relación con Isabel Preysler, no ha pasado más veces (que se sepa) por un quirófano con fines estéticos. Sin embargo, de su ex pareja no puede decirse lo mismo, ya que es una habitual del bisturí y, además, es víctima de una de las patologías más habituales en personas que, por las razones que sea, tienen un problema con esa noble e inevitable consecuencia de vivir que se llama envejecer. Nos referimos, en concreto, al rostro esqueletizado, la razón por que la ya ex pareja del Nóbel de literatura se parece cada vez más a Michael Jackson.

¿Qué es?
Como rostro esqueletizado se entiende aquella cara que, por culpa de diferentes factores, ha perdido su soporte graso. Dicho soporte se pierde como consecuencia de dietas muy estrictas, excesivos retoques estéticos o práctica continuada de ejercicio de alta intensidad. Esta circunstancia sucede sólo a partir de ciertas edades y el citado soporte no se recupera a pesar de que la persona engorde. El uso frecuente de mascarillas, algo obligatorio durante los meses de la pandemia y muy del gusto de Michael Jackson antes de ésta, agudiza el problema. Así, los rostros esqueletizados se identifican por los hundimientos y sombras presentes en sienes, ojos, mejillas, labios y nariz. Por eso, las personas de edad con cierto sobrepeso parecen siempre más jóvenes.

Los peligros del ácido hialurónico: la cara acolchada
Para tratarlos, se suele emplear habitualmente ácido hialurónico y otros materiales de relleno que, si no se emplean adecuadamente, generan ese curioso aspecto denominado pillow face o, en nuestro idioma, cara acolchada. Es,de hecho, la fisonomía que comparten todos los que han pasado demasiadas veces por el quirófano y hasta Tom Cruise, el pobre, ha sido víctima. Al final, como siempre, resultará que la Preysler, que se ha hecho estos retoques con cierta mesura, es la más lista: mejor parecerse algo a Michael Jackson que acabar con la misma cara que Leticia Sabater, que era guapa de joven aunque ya no nos acordemos. De hecho, se daba un aire a Michelle Pfeiffer
