Si nos fiamos en su definición canónica, un meme sería la unidad de conocimiento más pequeña que un individuo puede transmitir a otro o que una generación puede legar a la siguiente. Hay, de hecho, hasta una ciencia que estudia estas unidades y se llama memética. Los memes, según esta ciencia, son ideas, creencias o patrones de comportamiento que pasan de unos individuos a otros, anidan en las mentes y, en tanto que ideas replicadoras, evolucionan.

La concepción de la memética parte de una analogía con la evolución darwiniana y supone que ganar es permanecer y sólo ganan las ideas más fuertes y que mejor se adaptan al contexto. En Internet, llamamos memes a creaciones culturales mínimas en forma de imagen, vídeo o texto que se difunden muy deprisa y, también, anidan en las mentes de los individuos y condicionan sus percepciones. Y, sí, los memes son también un arma política y, en Ucrania, hasta un arma militar, como toda propaganda.

Las redes sociales, otro campo de batalla

El meme es, ante todo, el arma de los débiles, porque sirve para exponer ante la audiencia –y gracias a Internet y las redes sociales todos somos audiencia durante todo el tiempo- las incongruencias y errores de los discursos que ponen en circulación quienes detentan el poder con la esperanza de crear un estado de opinión favorable a sus intereses. Normalmente, los discursos cuyos fallos  son más susceptibles de identificarse y mostrarse al desnudo mediante un meme son aquellos de tipo más envarado y grandilocuente que pergeñan (siempre) mandatarios que, como es el caso de Vladimir Putin, se saben cuestionados y en el alero. En su caso, hasta existe una entidad (ficticia, claro) auto denominada North Atlantic Fellas Organization (NAFO) que se ha constituido como, prácticamente, brazo armado en Internet de la resistencia ucraniana.

No hay fallo, retroceso, patinazo o derrota Rusa que no sea objeto del humor de una organización que algunos consideran controlada por la OTAN y que, en realidad, no es más que una manera de combatir el horror de la guerra con una sonrisa y hacer frente a la propaganda rusa. Todos los memes tienen un mismo protagonista: el shiba inu, que ha devenido un verdadero símbolo de resistencia de esta fuerza de choque que preocupa al Estado Mayor Ruso ciertamente.

El poder del humor

El humor, siempre, evidencia contradicciones y, por eso, es un arma clave para hacer frente a enemigos que te superan en número, poder y recursos. Cuando se comunica desde una posición de poder, se tiende a solemnizar en exceso y a hacerlo, además de forma displicente, prefabricada y con cierta soberbia que, bien manejada, se puede convertir en un boomerang que impacta contra quien ha emitido el mensaje original. Le pasó, por ejemplo, a Pedro Sánchez hace nada con su fallido intento de acercarse al ciudadano de a pie con un acto prefabricado en el que un grupo de supuestos ciudadanos anónimos le iban, libremente, a preguntar lo que quisieran. El resultado lo pudimos ver todos y los memes, también. ¿Consecuencia? Un daño, no sabemos si irreversible, pero si notable para la imagen de un mandatario que sabe camina sobre terreno poco firme. A Donald Trump, protagonista incluso de un canal de YouTube en el que se le hacía versionar clásicos del heavy metal, los memes le hicieron muchísimo daño y qué decir de Mariano Rajoy, Nicolas Sarkozy o, últimamente, el ya rey Carlos III.

Los memes, bien manejados, pueden llegar a hacer un daño tan grande a la imagen de un líder como para que ni siquiera la más cara e intensa campaña de promoción sea capaz de subsanarlo. En el caso de Ucrania y la NAFO, además, permite combatir con una sonrisa a un sátrapa como es Vladimir Putin.