Quizá hayas escuchado o leído algo sobre el biohacking, ese término anglosajón que cada vez está adquiriendo más visibilidad y que tiene que ver con la combinación científica entre la biología humana y la tecnología. Son muchos los campos que abarca y serán muchísimos más los que cubra según vayan pasando los años, pero lo cierto es que no estamos hablando de ciencia ficción sino de algo que está entre nosotros de un tiempo a esta parte.

Uno de los aspectos que se está trabajando ya en este campo es el de los implantes de chips en el cuerpo humano con el fin de facilitar el día a día de aquellas personas que opten por ello.

El caso de Suecia

Así, por ejemplo, desde hace meses son más de 4.000 los ciudadanos suecos que se han apuntado voluntariamente a un programa que les permite llevar un minúsculo dispositivo electrónico implantado en el dorso de la mano que les permite agilizar muchas de sus operaciones en el día a día.

El proyecto no es nuevo –de hecho lleva funcionando desde 2015– pero sí ha vivido un auge importante desde los últimos meses de 2018. El pequeño dispositivo tiene el tamaño de un grano de arroz y en el país nórdico la compañía ferroviaria estatal SJ lo incorporó a su hoja de ruta el pasado año. Gracias al implante electrónico, a los usuarios del tren se les escanea la mano cada vez que utilizan el servicio, pagando en ese momento su viaje sin necesidad de realizar ninguna compra de billete o de llevar consigo una tarjeta de transporte.

El dispositivo electrónico puede tener tantas funcionalidades de reconocimiento o validación como servicios se decidan asociar al mismo. Además del comentado caso del tren, se está utilizando también como sustituto de la tarjeta de acceso en el trabajo, en el gimnasio o incluso para poder comprar comida o bebida en las máquinas de vending o para acceder a determinados servicios en el puesto de trabajo.

Cómo funciona

Lo primero que hay que realizar, como es lógico, es la implantación del microchip bajo la piel de la persona. Esta sencilla operación se hace a través de su inserción en el lugar deseado mediante una jeringa, del estilo de las que se utilizan para implantar muchos de los piercings desde hace años.

Lo mejor de todo, y es importante aclararlo, es que el pinchazo para introducir el minúsculo dispositivo electrónico es indoloro, por lo que esa no debería ser en ningún caso un impedimento para quien deseara implantarse el microchip.

La comunicación entre el dispositivo subcutáneo y el lector de datos del servicio concreto con el que se preste a unirse se realiza a través de la tecnología NFC (Near Field Communication), la misma que se utiliza para los pagos a través del móvil o de las tarjetas de crédito contactless. Los dispositivos insertados en la piel son pasivos, pudiendo así ser leídos pero sin posibilidad de extraer información de otros, y de esta manera no precisan de batería.

El asunto de la privacidad

Como con cada nuevo paso que se da en torno a la tecnología asociada a la difusión de datos, siempre aparecen voces de alarma respecto a la privacidad de los datos y al posible uso que las compañías que prestan sus servicios pueden hacer con ellos. Pero nada parece cambiar con el uso de los microchips subcutáneos respecto a otros medios por los que compartimos constantemente muchos de nuestros datos, como las redes sociales, los servicios de correo electrónico, las apps de los móviles y tanto otros.

Sin embargo, en Suecia parecen tener más que superados esos miedos debido a cómo tienen estructurada la exposición de sus datos públicamente. Los suecos pueden encontrar a través de internet datos de sus conciudadanos registrados en el país, tales como la dirección de su hogar, su número de teléfono e incluso los ingresos que percibe por el desempeño de su trabajo. Está claro que, en este sentido, están a otro nivel respecto a otros muchos países pero el biohacking no solo se está implantando en el país nórdico, sino que en otros como los Estados Unidos también comienza a gozar de una creciente popularidad.