Aumento de las temperaturas, dificultades con determinados cultivos en latitudes donde eran tradicionales y hasta afectaciones en especies de animales, que pueden llegar a extinguirse al generar los bruscos cambios en curso alteraciones en sus hábitats. El cambio climático, es evidente, nos afecta de muchas maneras e, incluso, parece que está hasta cambiando el sabor del vino. Así lo han concluido al menos los autores de un estudio publicado en la revista de la Unión Europea de Geociencias.

Vendimia
Vendimia

Vendimias más tempranas

Los cambios registrados en las temperaturas medias anuales de Beaune, en Borgoña,  muestran, y así se recoge en el estudio de la citada organización, adelantado la vendimia una media 13 días desde 1988. Del estudio se ha encargado Thomas Labbé, historiados de la Universidad de Leipzig. Labbé dispone de datos de cosechas que se remontan a 1.354. Tradicionalmente, en la zona se recogía la uva en torno al 28 de septiembre, pero hoy se hace casi dos semanas antes porque la temperatura del aire ha aumentado tanto (especialmente en las últimas tres décadas) que dejar madurar las uvas hasta finales de septiembre equivale a arruinar la cosecha: con más tiempo en la viña, las uvas acumulan más azúcar y los vinos son más dulces y alcohólicos. Si se esperase hasta las fechas en las que se vendimiaba hasta no hace tanto, los vinos de Borgoña dejarían de ser lo que son.

vendimia
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Chardonnay y Pinot Noir

Del mismo modo que en la Rioja dominan, entre las tintas, la uva tempranillo y la garnacha y, entre las blancas, la viura y  la malvasía, en Borgoña manda la pinot noir y la chardonnay. El clima ha modelado cada zona vinícola y, ahora, los cambios en las temperaturas pueden alterar esos equlibrios. Beuaune, localildad situada a unos 43 km al sur de Dijon, atesora registros que han permitido demostrar que las vendimias de los últimos 16 años han sido las más tempranas desde 1.354 Ahora, en concreto desde hace 30 años, las temperaturas fluctúan mucho más y hay quien adelanta que, en 2050, se vendimiará en torno al 15 de agosto en muchas regiones vinícolas francesas. No es un cualquiera, además: de trata de Jean-Marc Touzard, enólogo del Instituto Nacional de la Investigación Agronómica de Francia. De momento, Borgoña parece que se salva, pero no está del todo claro. Si eso pasa, los sabores y las sensaciones que procuran los caldos de esa zona cambiarán. En los años setenta, el contenido alcohólico medio de los vinos era de un 12% y, hoy, ronda en casi todas las zonas el 14%. A más calor, más azúcar en las uvas y más alcohol en unos vinos que serán más dulces y menos ácidos. Esperemos que la cosa cambie porque, si no, sólo podremos beber Jerez, Porto y Amontillado.