En un mundo donde el conflicto climático es tan omnipresente que casi parece una moda global, no deja de ser irónico —e incluso un poco surrealista— ver cómo el país que más CO₂ emite del planeta se viste de verde para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente. La sostenibilidad se ha convertido en un eslogan universal, y ahora incluso la gran chimenea de la Tierra, responsable de más del 30% de las emisiones mundiales de CO₂ y que ha aumentado sus emisiones un 17% en la última década, se apunta a la fiesta ecológica. Si incluso el país que quema más carbón y lidera el ranking de contaminación se suma a la causa verde, queda claro que la lucha por el medio ambiente ha dejado de ser patrimonio de unos cuantos activistas para convertirse en un espectáculo global donde, al menos por un día, todos quieren salir en la foto reciclando.
El Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra cada 5 de junio, nació a raíz de la Conferencia de Estocolmo de 1972 y se ha convertido en la principal plataforma internacional para impulsar la sostenibilidad y la protección del planeta. No solo China —que ya fue país anfitrión en el 2019 y en el 2002—, sino también países tan diversos como el Canadá, la India, Colombia, Italia, Angola, Ruanda, España o Nueva Zelanda, han liderado las celebraciones en diferentes años, con temáticas que van desde la lucha contra la contaminación del aire hasta la protección de la biodiversidad. Este año, las imágenes publicadas por el Global Times, el diario nacional del Partido Comunista, muestran una movilización generalizada de voluntarios, estudiantes e incluso niños, muy implicados en actividades, de sensibilización ambiental que, por un día, convierten al gigante asiático en un ejemplo de civismo ecológico.
Desde desfiles y talleres para los pequeños hasta campos de trabajo para los grandes
En Yangzhou, en la provincia de Jiangsu, grupos de voluntarios se dedican a recoger desperdicios cerca del río, armados con guantes y bolsas de basura, mientras en Rongcheng (Shandong) son los estudiantes de primaria quienes limpian el parque Binhai, convirtiendo la recogida de residuos en una lección práctica sobre responsabilidad ambiental. En Chongqing, profesores y alumnos de la Universidad del Suroeste analizan la calidad del agua de un lago del campus, buscando datos para entender mejor la situación medioambiental local. Paralelamente, los estudiantes de la Escuela Primaria Chahe, en Tangshan (Hebei), han creado pequeños inventos tecnológicos a partir de materiales de rechazo, demostrando que la innovación y la sostenibilidad pueden ir cogidos de la mano. En Shijiazhuang, también en Hebei, los alumnos del Bolin Zhuang School han construido “árboles ecológicos” con materiales reciclados, dentro de la campaña “La China Bonita, yo tomo la iniciativa”.
La creatividad tiene mucha cabida: en Xinghua, niños y niñas exponen dibujos y pinturas con temática ecológica, expresando a través del arte la importancia de proteger el planeta y luciendo vestidos confeccionados con hojas y otros materiales naturales —como en Dongying, donde los niños y niñas del jardín de infancia han celebrado un desfile de “moda ecológica”. En Suzhou, los más pequeños participan en una simulación de clasificación de residuos en el jardín de infancia, aprendiendo a separar los desperdicios de manera lúdica y finalmente, una foto aérea muestra voluntarios recogiendo basura en un parque de pantanales de Tengchong, simbolizando el esfuerzo colectivo por preservar los espacios naturales. Estas actividades organizadas por toda la China tienen la pretensión de concienciar la población sobre la importancia de la protección ambiental, aunque, visto el peso del país en la crisis climática global, la paradoja es evidente. Por un día, sin embargo, China se pone la gorra verde y recuerda en el mundo que la sostenibilidad, como mínimo, ya forma parte del discurso oficial.