El precio de la luz se ha disparado a niveles históricos en el último año y eso no sólo ha tenido consecuencias en nuestro bolsillo, sino también en el mercado eléctrico. Según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, una treintena de comercializadoras eléctricas pequeñas han tenido que cerrar durante el año 2021. Eso sólo ha hecho que reforzar el oligopolio existente en este mercado, ya que se ha convertido en un hábitat tan salvaje que sólo las grandes empresas pueden sobrevivir.

Si bien algunas de estas pequeñas empresas han tenido que bajar persianas porque han sido sancionadas por la CNMC por no comprar la energía comprometida, en la mayoría de casos se trata de compañías que se han dado de baja voluntaria por las pérdidas que sufrían.

¿Por qué pasa eso?

Las pequeñas empresas eléctricas independientes compran en el mercado diario la energía para suministrar a los clientes. El problema es que ya hace meses que lo hacen constantemente a un precio mucho más alto de lo que habían prometido a los consumidores y, por lo tanto, no pueden cumplir los contratos y tarifas que habían fijado.

A eso se le tiene que sumar que también se ha encarecido el precio de las garantías que estas compañías pagan a las operadoras del mercado y del sistema (el Operador del Mercado Ibérico de Energía y la Red Eléctrica de España), que ha aumentado el número de clientes que no pagan y que estas empresas tienen trabas fiscales, ya que el Gobierno recortó el IVA de la luz al 10%, pero ellos tienen que seguir pagando un 21% a las distribuidoras mientras cobran un 10% a los clientes. Este cóctel ha provocado que su supervivencia en el mercado haya sido imposible.

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EFE

¿Cuáles son las consecuencias?

La generación de la electricidad y la comercialización en España está controlada casi en un 90% por un número de empresas que se pueden contar con los dedos de las manos. Con la salida de las pequeñas comercializadoras, el sector eléctrico continúa cada vez más dominado por un puñado de grandes empresas lo bastante poderosas para imponer sus intereses y precios y, además, obstaculizar la transición energética.

La crisis mundial de energía, pues, no ha hecho más que fortalecer el oligopolio y ha puesto en evidencia las irregularidades de este mercado en España. Europa, entre otros, ya ha alertado de la situación: "Este sistema eléctrico oligopolista vulnera claramente la Directiva 2009/72/CE, para no garantizar la separación efectiva entre empresas de generación, distribución y comercialización de electricidad y para violar el artículo 56 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), y la Directiva 2009/72/CE, por las restricciones existentes para la prestación de los servicios de generación, distribución y comercialización de energía. (...) Además, el regulador único introducido en España (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) no garantiza una autoridad reguladora independiente que controle y supervise el mercado eléctrico, por lo cual se incumple la Directiva 2009/72/CE," apuntaba al Parlamento Europeo.

¿Por qué pasa esto en España?

Esta situación no es nueva, sino que es fruto de la historia española, ya que las empresas privadas siempre han tenido un rol central forjado desde los inicios de la electrificación. Aunque los años treinta toda Europa era favorable a nacionalizar el sector eléctrico para poder hacer grandes obras públicas y reactivar la economía después de la crisis, en España la iniciativa fue principalmente privada. La creación de ENDESA y de ENHER en los años 40 fueron las únicas herramientas que el régimen franquista creó para mantener un cierto control. Sin embargo, en los años 80 empezaron las privatizaciones y desaparecieron estas grandes empresas públicas. Por lo tanto, las comercializadoras privadas tienen un control casi centenario en España y eso ha hecho que tengan un gran poder de influencia y hayan creado un oligopolio.