La universidad mantiene el sesgo de clase. El perfil del estudiante medio de las universidades de los territorios de habla catalana sigue siendo de origen relativamente acomodado, siendo el 62% del total proveniente de familias de clase alta. Por el contrario, solo el 9% de los estudiantes provienen de familias de clase baja y un 29% de clase media. Así se desprende del último informe 'Vía Universitaria', elaborado por la Xarxa Vives para radiografiar el perfil del alumnado y sus hábitos con datos del 2024.

El informe, elaborado con encuestas además de 45.500 alumnos de 1.700 titulaciones de las 22 universidades de la Xarxa Vives (Catalunya, País Valencià, Balears, Catalunya Nord, Andorra y Cerdeña), muestra que ha habido un ligero aumento de este perfil de los estudiantes de clase alta, siendo el 58,8% en el 2021, lo cual supone un aumento de casi 3 puntos porcentuales en tres años. Así, la directora técnica del estudio, Anna Prades, avisa de que la diversidad que hay en la calle es la que se tendría que ver en las aulas e insta a "orientar políticas" a partir de este panorama.

Este sesgo de clase también se muestra a la hora de escoger estudios. La mayoría de estudiantes de origen social humilde optan por las ciencias sociales (19,6%), las humanidades (19%) o la salud (14,8%), mientras que tienen una menor presencia en las ciencias (13,5%) y las ingenierías (12,4%). Se trata de una cosa que también se ha advertido como brecha de género: ellas se orientan mayoritariamente a ámbitos de estudio relacionados con las curas, las artes y la enseñanza, mientras que los hombres se decantan por estudios vinculados a posiciones de poder y toma de decisiones (ingenierías, economía y tecnología). Por otro lado, también se ha advertido una mayor proporción de estudiantes de origen extranjero o de padres extranjeros en las aulas universitarias y señalan que presentan una integración lo suficiente proporcional en el conjunto de disciplinas.

Asimismo, los investigadores también avisan de que los estudiantes de clase baja u origen migrante presentan tasas más altas de lo que se denomina una trayectoria académica compleja, es decir, con interrupciones o retraso en el acceso. De hecho, las razones económicas son el motivo más habitual para la interrupción de la trayectoria académica, por encima de dedicarse en exclusiva a trabajar o por desencanto con los estudios escogidos. 

En este sentido, uno de los autores del estudio, el profesor de Economía de la UB Ernest Pons, avisa de que la "presión económica dificulta la experiencia universitaria" del alumnado. El peso de pagar los estudios recae todavía mayoritariamente en las familias, en un 50%, mientras que las becas solo financian el 13,9% del total de los gastos, acentuando este sesgo de clase en el acceso a lo largo de los años de estudio.

Aumentan los que estudian y trabajan a la vez

Partiendo de este contexto, no es extraño que se haya advertido un aumento de los estudiantes que trabajan mientras estudian o que trabajan en verano entre cursos: un 22% y un 7,7% de la financiación de sus gastos, respectivamente, vienen de su trabajo, delante del 16,9% y el 6,3% del Vía Universitaria de 2021. Ahora mismo, el 50% de los alumnos solo estudian, mientras que la otra mitad trabaja de manera intermitente o regular. La mayoría de los estudiantes viven con sus familias (6 de cada 10), mientras que en el caso de los que viven independizados lo hacen mayoritariamente compartiendo un alquiler con otras personas. Pons ve aquí un síntoma de la crisis de vivienda que afecta al conjunto de la sociedad.

Menos horas de estudio: conciliación

Este aumento del trabajo a la vez que se estudia también contribuye a otro fenómeno que advierten los investigadores: se produce una caída de las horas de estudio, siendo una media de 22,8 horas por crédito, lo cual supone una caída con respecto a las anteriores ediciones del informe y se sitúa por debajo del margen de entre 25 y 30 horas que recomienda el espacio europeo de educación superior (EEES). Con todo, apunta, Pons, no ve aquí un dato especialmente preocupante del cual se puedan sacar conclusiones, sino un cambio de mentalidad de la Generación Z, que trata de encontrar un equilibrio mayor entre los estudios y otros aspectos de su vida como el trabajo, las aficiones o la vida social. Ante esta realidad, los impulsores del estudio han pedido que se creen itinerarios curriculares flexibles y en horarios diversificados.

El nuevo estudiante, de hecho, también muestra un perfil interesante: aumenta el interés por el estudio no presencial y demanda mucha más flexibilidad para poder organizarse y conciliar. Antes la concepción de la universidad en línea era de un modelo subsidiario y para cuando no había otra alternativa, mientras que ahora el estudiante lo tiene presente como una opción más adecuada a su estilo de vida. Entre los estudiantes en línea, un 28% son menores de 26 años. Es una opción consolidada y en auge. Si es verdad, sin embargo, que todavía proliferan en gran manera estudiantes de edad más avanzada que compaginan con trabajo para seguir formándose de cara al mercado laboral. Este es también el perfil creciente de los estudiantes de máster: "Se ha generalizado la sensación de que una adecuada inserción laboral requiere una titulación de posgrado. La mayoría de los estudiantes buscan una especialización que les permita adquirir nuevas competencias y posicionarse mejor en el mercado de trabajo", explican.

"Escaso vínculo" con la universidad y más problemas de salud mental

Con respecto al perfil del estudiante actual, también se ha observado un "escaso" vínculo con la universidad, dado que un 80% de los encuestados afirman que no han participado nunca en ningún órgano ni entidad asociativa, mientras que solo un 6,8% lo hace de manera habitual. Los autores del informe instan, en este sentido, a fomentar esta participación, en tanto que entienden la universidad no solo como un espacio de aprendizaje, sino también de integración y participación social, aunque admiten que nada apunta que la universidad de ahora "vuelva a ser como la de los años 80 o 90".

Finalmente, los investigadores también han advertido crecientes problemas de salud mental, como ya apuntaba el Vía Universitaria del 2021. Se mantienen las percepciones de depresión (23%, aunque en 2021 era del 26%) y augmentan las de ansiedad (26%) entre el alumnado, y también los casos de diagnósticos por profesionales. Lo advierten los autores del estudio, que también son profesores universitarios. "Lo percibes, te lo dicen o lo ves, las dificultades para el desplazamiento, para cuestiones familiares, en el bienestar emocional... Antes eran casos concretos y ahora puedes hacer una lista", afirma Pons. Otro autor, el sociólogo Ramon Llopis, de la Universitat de València, avisa de que el rendimiento académico suele ser inferior con estas dificultades.