Unos días después de que Tomás Alcoverro recibiera el Premio Oficio de Periodista que otorga el Col·legi de Periodistes de Catalunya, los suscriptores de ElNacional.cat han tenido la oportunidad de poder hacer un coloquio exclusivo con él. Dentro del marco de la presentación de su nuevo libro Tot està per dir (Pòrtic), Alcoverro ha explicado anécdotas de lo más personales de su larga trayectoria como periodista en Oriente Próximo y ha respondido a preguntas y dudas de los suscriptores.

Portada

Lo primero que vemos cuando tenemos el libro delante es la portada. Sale con un kalashnikov en las manos... es impactante.
Sí, es una fotografía muy expresiva. Me la hicieron al principio de la guerra del Líbano el año 1976, aproximadamente. Me la hizo un amigo de la época, un guerrillero, que venía a menudo a casa a verme. Un buen día, él iba vestido de guerrillero con la boina, el uniforme y este kalashnikov y me dijo: "¡Coge esto que te haré una fotografía!". Y así fue. La encontré entre los muchos documentos y las fotografías que guardo, al editor le gustó y pensó que sería una buena portada.

¿Cuándo sintió miedo por primera vez?
Es una pregunta muy concreta. En el pasillo de mi casa, cuando vivíamos en Badalona cuando mi padre era secretario del Ayuntamiento. Recuerdo recorrer el pasillo de un lado a otro y, a veces, me daba mucho miedo. No es muy original, a mucha gente le ha pasado algo parecido. Tengo que decir que yo no recuerdo que fuera muy largo, pero había una cortina a cada lado y quizás, por eso, también me daba miedo entrar en un sitio reducido que se podía cerrar con cortinas.

¿Y ha sentido miedo alguna vez con la guerra tan cerca?
Cuando se habla de guerra, se habla de una cosa muy general, muy abstracta. Por ejemplo, al principio de la guerra de Beirut en 1975, la gente no se creía que habría una guerra. Es decir, pensaban que sólo serían unos combates en el centro de la ciudad durante cinco días de la semana, que cuando llegaba el sábado, terminaban. Eso fue durante varias semanas hasta que los libaneses se dieron cuenta de que la cosa iba en serio. Hasta ahora ha habido gente a quien le ha costado aceptar la palabra guerra. Después, todo el mundo se encontró con que era una guerra enormemente difícil de explicar, porque no era convencional: había muchos bandos y la ciudad estaba dividida entre la parte musulmana y la cristiana. Nadie podía imaginar que sería una guerra que duraría quince años.

Y de lo que decíamos del miedo...
El miedo depende del momento en que tú has vivido esta experiencia y también depende del lugar donde te encuentras. Es decir, las guerras que ha habido en Oriente Medio en estos últimos años son guerras de ciudades. La población civil que las habita queda dividida en zonas controladas por los diferentes combatientes milicianos. El miedo depende de dónde vives dentro de esta ciudad cuando hay guerra. La gente a la que le ha tocado la mala suerte de vivir en el frente sufre un miedo mucho mayor que la gente que vive más lejos. Hay muchas maneras de tener miedo y también es diferente tener miedo de un bombardeo de aviones, de unas peleas de calle con armas o de los secuestros.

¿Secuestros? ¿Le han tocado de cerca?
Yo vivo en un cuarto piso en mi casa en Beirut. En un momento determinado de estos quince años de guerra, secuestraron a dos personas: a mi vecino de abajo y al de arriba. Como podéis imaginar, eso me dio miedo. Pero, por otra parte, sabía que a mí no me tocaba porque era español.

¿Y por qué?
En aquel momento secuestraban a un cierto tipo de gente, sobre todo occidentales, norteamericanos, franceses e ingleses por cuestiones políticas. Sus gobiernos daban armas al gran aliado de Occidente y que al cabo de muy poco tiempo fue su primer enemigo: Sadam Husein. En los años 1987 y 1988 los ciudadanos de nacionalidades extranjeras que todavía vivían en la parte musulmana, donde yo vivía, sufrían secuestros por parte de las milicias proiraníes. El motivo era que, de esta manera, aceptaran sus condiciones a la hora de discutir su liberación. Una de ellas era que sus gobiernos respectivos dejaran de enviar armas a Irak.

¿Cuál es exactamente el papel de Francia en la guerra del Líbano?
Es un papel histórico y un tema muy importante para entender el Líbano. Hay mucha gente que cree que el Líbano ha sido un invento de Francia. El Líbano es un país muy pequeño —como la provincia de Barcelona— que tiene costa, una parte montañosa y la llanura de la Bekaa que la separa de Siria. Antes, todo esto era una provincia otomana, y el Líbano, tal como lo conocemos hoy en día, no existía porque formaba parte de Siria. La historia empieza cuando el imperio otomano perdió la guerra contra las potencias occidentales y las provincias de Oriente Medio quedaron bajo el dominio de los nuevos poderes coloniales (Francia e Inglaterra). Se repartieron el imperio otomano: a Francia le toca el Líbano y Siria, y los ingleses se quedan con Egipto y todo el golfo Pérsico.

¿Cuando el Líbano fue independiente, todo el mundo estaba de acuerdo?
La independencia del Líbano la apoyan los cristianos y no los musulmanes, que querían seguir siendo parte de Siria. Y dentro de los musulmanes (suníes y chiíes) los más recalcitrantes a aceptar un Líbano independiente dominado por los cristianos eran los chiíes. Eso hace que desde el inicio de la independencia no haya unanimidad. Y este es el problema de hoy en día también.

Hace unos meses el presidente de Francia visitó el Líbano.
Sí, después de la explosión del puerto de Beirut el presidente Macron fue para decir que Francia estaba con el Líbano y que los ayudaría. Esta visita fue muy polémica, porque para los que nunca han acabado de aceptar una independencia del Líbano según la fórmula occidental francesa, les pareció una intromisión colonial de la antigua potencia. Uno de los problemas subyacentes del Líbano es que no ha habido una unanimidad desde el comienzo, y eso, ligado con el tema del confesionalismo, hace que no se pueda hablar de un espíritu colectivo nacional. Hay gente que acepta la independencia del Líbano, pero no dejan de subrayar que la historia que ellos querían continuar es que el Líbano hubiera seguido siendo una parte de Siria.

Siempre ha habido un orgullo de tener y acoger libaneses en Francia como si las relaciones con el Líbano hubieran sido diferentes al resto de colonias.
No me atrevería a decir cuántos miles de libaneses tienen doble nacionalidad. Es gente que presume un poco, porque tienen una nacionalidad europea que les permite entrar y salir sin visado. Sí, la influencia sigue existiendo en el aspecto cultural a través de las universidades y de una cultura francesa que ha dado escritores importantes de doble nacionalidad, como por ejemplo Amin Maalouf. Desgraciadamente, esta influencia se va diluyendo por muchas razones, pero la principal es la de las generaciones que vienen. Todavía hay una cierta cultura francesa que se va manteniendo sobre todo en la parte cristiana, al este de Beirut. Un ejemplo muy concreto de eso es que antes, hasta hace dos o tres años, las matrículas de los coches de Beirut estaban en árabe y francés, y ahora ya no están en francés.

Hablando del escritor Amin Maalouf, él escribió El naufragio de las civilizaciones, donde dice que la distribución política entre suníes, chiíes y maronitas de entrada era un equilibrio bueno, pero a la larga ha parecido que no ha dado el resultado esperado.
Está poniendo el dedo en la llaga. Una de las razones de la guerra civil, que duró quince años, era esta división confesional. Al inicio, la división podía servir para que todas las comunidades tuvieran una porción de poder y de acción para mantenerse con su identidad. Sin embargo, al acabar, era un sistema que ya no podían cambiar de un día para otro porque estaba muy arraigado. Hoy en día las diferencias entre los diferentes grupos son más profundas que hace veinticinco años.

¿Por qué estaba tan arraigado?
No es sólo un sistema puramente basado en el hecho de que dependiendo de la religión que tiene una persona, tiene un cargo u otro. Eso es ver el problema del Líbano de una manera muy superficial. La diferencia no es únicamente esta, sino el estatus personal. Cada comunidad tiene unas prerrogativas que tocan puntos importantes como la herencia, el divorcio, el matrimonio, etc. Aquí viene el problema.

¿Puede poner un ejemplo?
Si eres maronita, tendrás unos derechos diferentes que las otras comunidades: no te podrás divorciar, por ejemplo, porque eres católico. Tengo un amigo abogado y periodista que fue a una oficina, firmó unos papeles y pagó para cambiarse de religión y pasó de ser suní a ser chií. Él tenía dos hijas y tenía miedo de que, en el momento de heredar, pudieran estar amenazadas por los hombres de la familia, ¡incluso de los primos! Y este es el tema interno y gordo. Esto rompe el difícil "vivir en común".

En el libro dice que nunca ha querido encontrarse en medio del peligro, sino que ha aprendido a navegar por él. ¿Cómo lo ha hecho?
Una de las cosas que he hecho como subsistencia es crearme mi pequeño mundo doméstico dentro de una atmósfera peligrosa alrededor. Era una manera sana para poder seguir yendo bien. Fuera de Beirut, en Bagdad, durante la guerra del 2003, vivía con un grupo de periodistas españoles donde había mucho miedo al peligro. Me construí un mundo en mi habitación de hotel que me diera una cierta tranquilidad. Me compré plantas y una pequeña alfombra para suavizar la habitación de hotel donde vivía. Era como una trinchera entre yo y el mundo muy violento que me rodeaba. Me compré un canario y lo tenía en la ventana dentro de una jaula. En aquel momento, se estaba hablando de que los americanos tirarían gases lacrimógenos y mucha gente pensaba que lo había comprado para ver si le pasaba alguna cosa a él, ¡y para ver si moría!

¿Y pues, por qué lo compró?
No lo compré para eso, sino para que me acompañara. Al llegar al aeropuerto para volver a casa después de la guerra, el aduanero no dejó salir el canario conmigo. Me pidieron un documento de un veterinario que me hizo perder el avión. Fui a un veterinario y al día siguiente volví al aeropuerto y allí me dijeron que el canario no podía volar conmigo, sino que tenía que ir con la carga. Cuando estaba esperando las maletas en la cinta del aeropuerto de Beirut, vi de lejos una gota de sangre. Me acerqué y vi que el canario había quedado aplastado. ¡Aquel canario que se había salvado de todas las peripecias y me había acompañado en aquel pequeño mundo para alejarme del miedo, murió!

Y para acabar... ¿cómo se vivieron allí los primeros meses de pandemia?
Iba aplazando la ida a Barcelona porque me encontraba mejor allí que aquí. Me desagradó mucho un cierto racismo al ver que, aquí, a la gente de mi edad se la clasificaba de una manera determinada y le decían que dependiendo de la edad podía salir a una hora o a otra. No me creía que en un país civilizado se pudiera llegar a un "racismo por edades". Allí, en Beirut, no había unas restricciones tan drásticas y había una cierta vida de relación. Veía lo que pasaba aquí con mis familiares y mi gente y a mí no me interesaba venir porque no los podría ni tocar ni ver. También veía cómo se relacionaba la gente, la soledad y las angustias y gracias a Dios no lo sufrí. He vuelto para la presentación del libro, para recibir un premio del Col·legi de Periodistes de Catalunya y para hacer una serie de cosas personales y profesionales.

¿Y ahora, cuál es la situación allí?
Ahora está mucho peor allí que aquí.

 

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