El imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, fue un hombre con suerte en su relación con la justicia y la policía españolas desde el 29 de abril de 2014 al 17 de agosto de 2017. La primera fecha es el día en que deja la prisión de Castelló, donde había cumplido cuatro años por narcotráfico. La segunda es la fecha de su muerte. En su camino hasta Ripoll, donde capta y organiza la célula yihadista, y Alcanar, donde prepara los explosivos, se beneficia de diversas circunstancias vinculadas a las autoridades policiales y judiciales, que no se percataron del rastro que dejaba —y tampoco la comunidad donde vivía.

Es Satty es clave en la investigación de los atentados de Barcelona y Cambrils. Los cuatro yihadistas detenidos por los Mossos d’Esquadra y sus familias le responsabilizan de reclutarles y radicalizarles y de ser el cerebro de los ataques. Los cuatro han explicado al juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu que el imán había confesado su deseo de matarse con explosivos en un gran atentado. El destino se lo concedió, aunque no como imaginaba. Es Satty murió en la explosión de la casa de Alcanar donde preparaba las cargas para atacar “iglesias y monumentos” de Barcelona. Tenía 45 años.

¿Cuándo y cómo se radicaliza un narco menor con cuatro años de prisión a la espalda y se convierte en cerebro de una célula terrorista sin que nadie note nada? ¿Cómo capta y adoctrina a doce jóvenes en una localidad de 10.000 habitantes y una comunidad musulmana de 500 personas? ¿Cómo lleva a cabo la preparación logística y material del atentado sin delatarse ni le delaten? ¿Tuvo ayuda de redes yihadistas del exterior?

Orden de expulsión

La vida de Es Satty cambió tras su detención en Ceuta en 2010. Fue apresado en un ferry cuando transportaba 12 kilos de hachís y condenado a cuatro años de prisión. Grapada a su sentencia venía la orden de expulsión, firmada por la subdelegación del Gobierno en Castelló.

Esa orden nunca se ejecutó. En 2014, sus abogados la recurrieron a la Subdelegación, invocando la protección de los derechos internacionales. La petición fue desestimada. Acudieron entonces al Juzgado número 2 de lo Contencioso, que declaró sin efecto la expulsión. Además, para afianzar su residencia legal en España —como es frecuente en estos casos— solicitaron el asilo de su cliente en España con fecha 29 de noviembre de 2014, sin resultado.

La suerte volvió a acompañar a Es Satty el 8 de marzo de 2016. En esa fecha, las autoridades españolas confirmaron a Bélgica que carecía “de antecedentes sospechosos” y que “no existe ningún informe ni diligencia” que le relacione con el terrorismo islamista. En concreto, las autoridades belgas “preguntaron a un cuerpo de la policía española si el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, tenía vínculos con el terrorismo islamista”, según explicó Hans Bonte, alcalde de Vilvoorde, localidad a cuya mezquita había acudido Es Satty en enero de 2016 en busca de empleo como imán.

Mimoun Aquichou, imán principal de Vilvoorde, no vio claro al personaje y le pidió un certificado de antecedentes penales como condición para darle el puesto. “Decía que no era necesario, que por qué no confiaba en él”, según explicó Aquichou a El País. Este, inquieto, informó a la policía belga. Es Satty desapareció.

“La policía local y los responsables antirradicalización buscaron toda la información que pudieron y contactaron con los servicios de inteligencia”, ha explicado el alcalde Bonte. “Hubo muchos contactos desde la Policía Federal y la de Vilvoorde con fuerzas de seguridad de Barcelona”, prosigue, aunque no quiere precisar si se trataba de Mossos, Policía Nacional o Guardia Civil.

Los tres cuerpos y el Ministerio del Interior niegan ser el destinatario de la pregunta, aunque no es difícil adivinar a quién se dirige una policía extranjera si quiere información en España, sabiendo que los Mossos están excluidos de toda participación en los organismos de coordinación policial europeos. La pregunta de las autoridades belgas tampoco suscitó más pesquisas sobre el imán.

Conspiranoia

En la medida que las respuestas a estos interrogantes siguen en el aire, crece el riesgo de que se difundan interpretaciones conspirativas o conspiranoicas. El festival ya ha comenzado. Este martes, el exsecretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP) durante 20 años, José Manuel Sánchez Fornet, ha publicado en su cuenta de Twitter que el imán de Ripoll “huele a confidente de la Policía o del CNI que apesta”. La fuente es peculiar. Sánchez Fornet es, entre otras hazañas, uno de los protagonistas de la difusión de los falsos informes de la UDEF que acusaban a Jordi Pujol y Artur Mas de enriquecerse ilícitamente.

El imán de Ripoll, sin embargo, no era un desconocido para las fuerzas de seguridad españolas. En 2006 fue desarticulada en Vilanova i la Geltrú un grupo que captaba y enviaba terroristas a Irak. Es Satty estaba relacionado con algunos de los detenidos, uno de los cuales era su primo. No se siguió nada contra él porque “no se encontró ningún vínculo entre él y las actividades criminales del grupo”, según El Mundo, que cita fuentes de la lucha antiterrorista española. Posteriormente fue detenido varias veces por narcotráfico antes del arresto en Ceuta en 2010.

Precisamente a Vilanova i la Geltrú se dirigió Es Satty tras su excarcelación en 2014. Era otro hombre. Un renacido religioso. En la cárcel había conocido a Rachid Aglif, El Conejo, uno de los condenados por el atentado del 11-M en Madrid. Tal vez le influyó. Es Satty viajó a Francia, Bélgica y Marruecos. La investigación sospecha que en esos viajes conectó con algún enlace de Daesh, que fue su agente de radicalización.

Radicalización

El proceso de radicalización de Es Satty encaja en el patrón definido por Fernando Reinares y Carola García-Calvo en Estado Islámico en España. Dos factores explican este proceso, según estos expertos del Real Instituto Elcano: por una parte, la existencia de contacto físico directo con un agente de radicalización, al cual generalmente se atribuye cierto carisma. Por otra, los lazos sociales basados en vínculos de vecindad, amistad o parentesco. La cárcel es, además, uno de los ámbitos en que esos dos factores se entrecruzan.

Otro tanto ocurre con la célula yihadista que atentó en Barcelona y Cambrils. El agente de radicalización es el mismo Es Satty, que actúa sobre un grupo (los cuatro detenidos, los cinco abatidos en Cambrils y los dos muertos en Alcanar) con vínculos familiares.

Este es otro de los interrogantes que debe ser resuelto en este caso, con una circunstancia singular: ¿cómo logró Es Satty ocultar su radicalización a su entorno en Vilanova i la Geltrú y en Ripoll? En el mismo Ripoll, en contraste con la actitud del imán de Vilvoorde, nadie en el entorno de los jóvenes reclutados consideró relevantes los cambios en su conducta. Sus familiares, tras el atentado, han asegurado que con la llegada del imán los chicos adquirieron otros hábitos, entre los que citan cambios en el modo de vestir y una mayor devoción religiosa. “Eran chicos normales y desde que llegó él [Es Satty] se metieron más en la religión”, ha dicho una prima de Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta de la Rambla, abatido en Subirats.