Hace poco más de una semana que más de 600.000 personas musulmanas en Catalunya empezaron el Ramadán, el del año 1444 del calendario. Durante un mes, hasta el próximo 21 de abril, la comunidad musulmana está llamada a hacer ayuno para conmemorar el inicio de la revelación del Corán a Mahoma. El objetivo es purificar el alma, fortalecer la voluntad, invitar a la plegaria y la reflexión, y recordar la importancia de la gratitud, la caridad y la generosidad. Pero el Ramadán en Catalunya va más allá del ayuno: es una historia de comunidad(es).

Empezamos por el principio del final, el iftar: la comida de la noche para romper el ayuno. Existen aplicaciones que avisan de las horas del iftar y cuánto tiempo queda para romper el ayuno. Brahim El Wahbi o simplemente Ibra (Molins de Rei) y Aziz Sabbani (L'Hospitalet de Llobregat) se suelen reunir con sus respectivas familias cuando pasan unos minutos de las 20.00 horas y ya se ha puesto el Sol. Los dos coinciden en que lo primero que hacen es comer un dátil y, después, algún alimento con más sustancia como la harira: una sopa tradicional marroquí. Si todavía queda espacio, alguna cosa todavía con más cuerpo como una tortilla de patatas. Para acabar, vuelven a los dulces, al azúcar. Todo, en familia — que es lo que importa.

Un iftar multitudinario

Un poco más de trajín tiene Faouzia Chati (Barcelona), que en 2016 fundó la Asociación de Mujeres Marroquíes y ahora ya reúne casi a 200 personas en su espacio de El Raval para romper el ayuno en comunidad. Y es que su organización, aparte de otras actividades propias del tejido asociativo durante el resto del año, se dedica a ofrecer de manera gratuita una comida bien completa a personas vulnerables que se acercan a hacer el iftar. Todo el mundo está invitado.

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Voluntarios y voluntarias de la Asociación de Mujeres Marroquíes preparan una olla de harira para el iftar solidario / Montse Giralt

Una decena de voluntarios y voluntarias, entre los cuales hay su marido (Youssef Hernández) y su hija (Nora Hernández), la ayudan a poner la mesa. Son las 19.30 horas y ya está casi todo preparado: hay agua, leche, zumo, dátiles, unos dulces marroquíes caseros llamados chebakia, unos quesitos, huevos, fruta y un poco de pan típico marroquí o m'samen. Ah, y litros y litros de harira. Lleva fideos, lentejas, garbanzos, carne... "Es una especie de escudella, sin cerdo", dice Youssef. La sopa todavía está en las ollas, para que no se enfríe. Pero el resto ya está en mesa, aunque Faouzia pide que se presente un poco mejor. Faltan solo unos pocos minutos para recibir una riada de gente.

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Un iftar bien completo: m'samen (pan), chebakia (dulce), dátiles, manzana, quesito y huevo / Montse Giralt
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Youssef Hernández con una olla de harira / Carlos Baglietto

Harira para todo el mundo

Hacia las 20.00 horas se abren las puertas del local, empiezan a entrar decenas y decenas de personas (el 99% hombres), los voluntarios se organizan para repartir unas cucharadas de harira a cada comensal y los distribuyen por todo el espacio. Cuando son las 20.10 horas, uno de los voluntarios anuncia con un cántico en pleno pulmón que ya se puede romper el ayuno y la gente se come el primer dátil. Las personas voluntarias hacen turnos para cenar, pero se aseguran de que todos ellos han podido ingerir como mínimo un dátil antes de seguir atendiendo a los asistentes del iftar en la asociación.

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Las voluntarias de la Asociación de Mujeres Marroquíes preparan los platos del iftar / Montse Giralt
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La harira, una especie de escudilla marroquí / Montse Giralt

El ayuno del Ramadán no es solo de comer y beber: no se puede ingerir nada, tampoco humo. Todas las personas que han asistido a la cena de Faouzia se apresuran a acabar de comer para salir fuera y hacerse el primer cigarrillo del día. En cuestión de minutos, el interior del local está prácticamente vacío y mucha gente hace sus grupos a fuera para proceder a saciar su tabaquismo. Una vez la colilla acaba en la papelera o en el suelo, es el turno de rezar.

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Todo preparado para el iftar de la Asociación de Mujeres Marroquíes / Montse Giralt

La hora de rezar

Ibra reza en casa, a las 21.30 horas. Lo hace con la familia, en parte porque ya le gusta y en parte porque en Molins de Rei no hay muchos espacios para hacerlo en comunidad. Aziz, en cambio, se acerca a una mezquita de L'Hospitalet para pregar en comunidad. "Pregamos en comunidad. Intentamos clarificar las dudas", explica. Esta plegaria es la más importante del día y se puede llegar a alargar una o dos horas. Depende del imán, que durante el mes del Ramadán tiene que leer el Corán entero. Claro está, hay que repartir bien el texto cada día para llegar al final con el trabajo hecho.

Aunque organice un iftar multitudinario, Faouzia no organiza ninguna plegaria multitudinaria. Los casi 200 comensales que se han acercado se van cada uno por su parte, a rezar o no — ya que, al fin y al cabo, cada uno es libre de hacer lo que quiera. Pero eb la Asociación de Mujeres Marroquíes sí que hay un espacio donde las personas voluntarias se juntan para rezar todas juntas y, así, poder compartir con sus compañeros un momento tan importante del día.

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Una aplicación que avisa de las horas del iftar y cuánto tiempo queda para romper el ayuno / Carlos Baglietto

Ramadán, comunidad, intimidad

Después de rezar, a dormir y a coger fuerzas para el próximo día. Ibra se levanta muy temprano, pocos minutos después de las 4.00 horas. Tiene bastante tiempo para desayunar, ya que la hora límite es hacia las 6.30 horas. Pero no tarda demasiado: alguna cosa ligera, como un zumo o un té, ya es suficiente para pasar el día. "Lo importante es la glucosa", dice. Después, a dormir un rato más hasta que toque marcharse a hacer trabajo. Lo mismo piensa Aziz, a quien también le gustan los batidos a primera hora de la mañana. Él, sin embargo, se levanta un poco más tarde: a las 5.30 horas ya le va bien.

Hemos dicho que el Ramadán no es solo una historia de ayuno, sino que también es una historia de comunidad(es). La familia, los amigos, los compañeros, los desconocidos. Pero también lo es de intimidad(es). Y es que el desayuno es una de las partes más íntimas del Ramadán, como lo puede ser el resto del día hasta que llega la próxima comida (pasadas las 20.00 horas). Así lo dice Aziz, que en el trabajo le ofrecen cambiar los turnos para facilitar el ayuno. Él es jefe de un equipo de mantenimiento en una planta de automoción, pero no quiere que le faciliten las cosas por mor de su fe: "El Ramadán es un tema personal e íntimo".

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Voluntarios y voluntarias esperan la llegada de comensales / Carlos Baglietto

Ayuno y mentalidad

Esta idea es esencial para superar la jornada, ya que "hace falta convicción". "Es una preparación mental, no física", añade Aziz. Ibra y las voluntarias de la Asociación de Mujeres Marroquíes como Nora o Houda Boudra coinciden, dejando bien claro que todo es una cuestión de "mentalidad". Lo más importante es mentalizarse y, así, "el cuerpo se acostumbra a no comer". Hay para quien es más fácil cuando es una cosa "íntima", aunque las voluntarias disfrutan de trabajar juntas por la tarde y hacer más pasajera la recta final del ayuno. Es el hambre que pasan durante el día lo que las anima a preocuparse por la gente vulnerable y organizar un iftar multitudinario como lo que hacen cada día durante todo un mes.

No todo el mundo tiene la obligación de hacer el ayuno. Se pueden abstener las personas enfermas, las mujeres embarazadas o con la menstruación, los grandes o los niños que todavía no han llegado a la pubertad. Sería el caso del padre de Ibra, que con 70 años, una vida dedicada a la construcción y problemas de salud, podría evitar hacer el ayuno. "No tendría que hacerlo", dice. Pero aquí resurge la idea de la comunidad, de la convicción, de la mentalidad, de la intimidad: del hecho de que es un tema personal. Él quiere hacerlo y todavía no lo abandonará. Porque el Ramadán va más allá de lo físico i del ayuno.

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Isma es músico y está a punto de dar un concierto, pero antes rompe el ayuno con un hombre / Montse Giralt