Estos días, solo se habla de los campesinos. Agricultores y ganaderos han iniciado una oleada de protestas que ha sacudido todo el continente europeo. Numerosos países —entre los cuales hay Francia, Alemania, Países Bajos y Bélgica- han sido el escenario de grandes movilizaciones que han querido evidenciar el descontento del sector. Esta semana, el enfado se ha extendido también por todo el Estado, con cortes de carretera, manifestaciones y marchas lentas que, en el caso de Catalunya, han llevado miles de tractores a Barcelona, en una imagen insólita. Pero ¿quién hay detrás de todo ello?

Nacido de forma espontánea, se trata de lo que se ha bautizado con el nombre de Plataforma 6-F. No tiene líderes ni portavoces, pero ha conseguido movilizar miles y miles de campesinos en todo el país. Tampoco tiene ningún vínculo con los principales sindicatos agrarios —la Unió de Pagesos (UP), la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) y la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA)—, los cuales se han sumado a las acciones que han sido convocadas al margen de ellas. Cuando se habla con los mismos campesinos que estos días han hecho el trayecto hasta Barcelona, solo se constata una verdad: el movimiento se ha organizado a través de los nuevos medios de comunicación, como las redes sociales, pero esencialmente a través de canales de WhatsApp en que se ha ido incorporando cada vez más gente.

En España, el movimiento ha sido instrumentalizado por Vox

Ahora bien, hay diferencias entre lo que implica la Plataforma 6-F en España y en Catalunya. Y es que en el Estado, el movimiento ha sido politizado e instrumentalizado por la extrema derecha. El enfado del sector gira en torno a algunos ejes argumentales que los campesinos va años que critican: la derogación de las políticas verdes de la Unión Europea y la rebaja de las exigencias de la Política Agraria Común, la protección de los productos nacionales frente a la entrada de productos extranjeros, y la liberalización total del sector primario. No es ninguna coincidencia que estos sean también algunos de los principales lemas de Vox: la guerra contra la Agenda 2030, el patriotismo alimentario y la potenciación del libre mercado. Además, en la oposición de los campesinos a las leyes nacionales de Cambio Climático, Restauración de la Naturaleza y Bienestar Animal, el partido de Santiago Abascal también tiene una nueva vía para atacar con dureza el gobierno de Pedro Sánchez.

Otro punto de unión entre la Plataforma 6-F y la extrema derecha se encuentra en un nombre: Lola Gúzman. Si bien no existe ninguna jerarquía, esta exmilitante de Vox, ha ido ganando popularidad recientemente, autocalificándose como la líder. En varias apariciones en las redes, se ha mostrado crítica con la actitud del partido de Abascal, a quien acusa de querer aprovecharse del descontento agrario. Lo cierto es que ella también es culpable de esta práctica, ya que no es agricultora —su padre había sido ganadero—, sino que había sido enfermera y ahora es pensionista. En todo caso, repite los mismos mantras que Vox, con mensajes contra los migrantes y Pedro Sánchez, y a favor de la unidad de España.

De hecho, ella es una de las voces que ha llamado la sociedad civil a sumarse a las protestas de los campesinos este sábado. La intención es llevar la movilización a Madrid, con caravanas de vehículos que corten el tráfico y los accesos a la capital española y una tractorada hasta la sede del PSOE, en la calle Ferraz. La misma Lola Gúzman advertía con tono desafiante este jueves que "no habrá suficientes policías para detenernos". La acción del sábado cuenta también con el apoyo del abogado Xaime da Pena, exmilitante de Vox y que pagó una lona de Desokupa en Madrid. Ante este escenario, el Gobierno ha preparado un macrodispositivo para proteger la Moncloa, así como la sede socialista.

En Catalunya, un movimiento sin color político

La deriva ultra de las protestas de agricultores y ganaderos en España contrasta con la realidad catalana. Aquí, el movimiento de los campesinos se ha caracterizado por su posición más apolítica, y en ningún caso ha evidenciado un acercamiento a las posiciones ultras de Vox. Los reclamos de los profesionales del campo catalanes comparten algunas de las quejas —como la oposición a las exigentes normativas europeas y estatales, o la promoción del producto del país por encima de aquel que viene de fuera y que no tiene que pasar unos controles tan rigurosos—, pero se muestran críticos con la clase política en general. De hecho, muchos de los campesinos que llegaron a Barcelona en la tractorada del miércoles fueron recibidos por independentistas con esteladas, una simbología a la cual respondieron con muestras de complicidad. Provenientes del interior de Catalunya, no es de sorprender que sean defensores de su tierra.

De hecho, en los grupos de WhatsApp a través de los cuales se organizan, ya se ha hecho notar este contraste. Algunos ya han señalado que Vox está secuestrando la Plataforma 6-F por sus propios intereses, y han alertado sobre la necesidad de distanciarse. Los usuarios aseguran "ser conscientes de lo que se mueve por toda España", y afirman que "desde Catalunya se está haciendo un frente común muy diferente". "Por eso ya procuramos no decir 6-F o por el estilo", dicen, proponiendo llamarse de manera diferente.

El movimiento insurgente de los campesinos en España y Catalunya tienen el mismo origen espontáneo, pero sus propósitos son completamente diferentes. Por eso, en vez de tener como objetivo agitar la guerra con las autoridades políticas españolas —como evidencia la acción del sábado, que promete ser una continuación de las protestas incendiarias delante de Ferraz durante la investidura de Pedro Sánchez—, aquí los campesinos se reunieron primero con el presidente Pere Aragonès y el conseller David Mascort, y después con los partidos del Parlament, que mostraron una transversal solidaridad con los afectados. La estrategia funcionó, y permitió arrancar tres compromisos clave de la clase política.