La frase más repetida estos días en Roma y en los medios de todo el mundo es el habitual dicho "quien entra al cónclave como Papa, sale como cardenal", que señala cómo de imprevisible es este ancestral y hermético método para seleccionar quién liderará la Iglesia Católica tras la muerte de un sumo pontífice. Tras el fallecimiento el Lunes de Pascua pasado del papa Francisco, descansando sus restos ya en Santa María la Mayor, ahora los cardenales están reunidos en el Vaticano inmersos en las congregaciones generales, las reuniones en las que se conocen y se perfilan las figuras que aspiran al Papado. Quién será el ducentésimo vigésimo séptimo papa es un misterio, pero quien lidera las quinielas por ahora es el cardenal Pietro Parolin.
El italiano Pietro Parolin, de 70 años, ha sido hasta ahora el secretario de Estado del Vaticano, el número 2 del Papa Francisco en la Santa Sede durante todo su pontificado. Nacido en 1955 en Schiavon, un pequeño pueblo de unos 2.500 habitantes en la provincia norteña de Vicenza (en la región del Véneto, a una hora de Venecia), Parolin ha sido también el más importante diplomático del Vaticano, con contribuciones a las relaciones entre la Santa Sede y China, Venezuela u Oriente Medio. Reservado y discreto, en lo ideológico se le describe como un moderado, un hombre de consenso difícilmente encasillable entre tradicionalistas y progresistas, que aun así ha seguido la línea aperturista de Francisco.

Un diplomático moderado de orígenes humildes
Parolin proviene de una familia modesta y católica del pequeño pueblo norteño de Schiavon. Su padre tenía una ferretería y vendía maquinaria agrícola, mientras su madre era maestra de escuela primaria. Tiene dos hermanos, Maria Rosa y Giovanni. El ahora cardenal creció marcado por la trágica ausencia de su padre, fallecido en un accidente de coche en 1965, cuando era apenas un niño. De vocación temprana, a los 14 años ingresó en el seminario de Vicenza y fue ordenado sacerdote el 27 de abril de 1980. En 1986 se licenció en Derecho Canónico en la Gregoriana con una tesis dedicada al Sínodo de los Obispos.
La larga carrera de Parolin ha estado vinculada al servicio diplomático de la Santa Sede, desde que comenzó en 1986 en las representaciones papales en Nigeria, hasta 1989; y luego en México, de 1989 a 1992. Después, en la sección de relaciones con los Estados del Vaticano, de la que fue vicepresidente de la mano de Juan Pablo II a partir de 2002 y durante siete años. Parolin acompañó al cardenal Roger Marie Élie Etchegaray en la misión realizada en mayo de 1993 en Ruanda, devastada por la guerra civil, y formó parte de la delegación, encabezada por el arzobispo Jean-Louis Tauran, que en junio de 1997 participó en la decimonovena sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Conocedor de Oriente Medio y de la realidad geopolítica del continente asiático, ha trabajado en las relaciones entre la Santa Sede y Vietnam, además de en el acuerdo con China para el nombramiento de los obispos (lo que le ha costado críticas de los sectores más conservadores de la Iglesia, como el cardenal Gerhard Müller, que ha aseverado que no pueden dejar que los "comunistas" escojan a sus obispos). En diciembre de 2008, Parolin encabezó la delegación que participó en los trabajos de la Comisión Bilateral Permanente entre la Santa Sede y el Estado de Israel, que se reunió para continuar las negociaciones entre las dos partes tras el Acuerdo Fundamental firmado en 1993. El 31 de agosto de 2013 el papa Francisco lo nombró su secretario de Estado cuando era nuncio apostólico en Venezuela, destino que le fue asignado en 2009, durante el pontificado de Benedicto XVI. Caracas es un destino especialmente complejo y delicado, en el que tuvo que restablecer las relaciones entre la Iglesia y el gobierno chavista, en plena revolución bolivariana de Hugo Chávez. Arzobispo de la diócesis de Aquipendium, en Italia, desde 2009, Parolin fue proclamado cardenal por el papa Francisco en el Consistorio del 22 de febrero de 2014.

"Debemos acoger el legado" de Francisco
Este domingo, Pietro Parolin ha presidido la segunda misa de luto por la muerte de Francisco, ante una abarrotada plaza de San Pedro del Vaticano. En su homilía, el cardenal ha dejado un mensaje relevante, que puede dar pistas de su posicionamiento sobre cuál debe ser el futuro de la Iglesia. El cardenal ha apelado a "acoger el legado" de Francisco para "hacerlo vida". "Nuestro afecto por él, que se está manifestando en estas horas, no debe quedar como una simple emoción del momento, debemos acoger su legado y hacerlo vida, abriéndonos a la misericordia de Dios y siendo nosotros también misericordiosos los unos con los otros", ha manifestado ante los fieles. Parolin también ha pedido reconocer "el valor del otro", "atención al que es más débil" y aprender a perdonar para que haya "paz".

¿Qué juega en su favor?
Como diplomático, Parolin es un gran conocedor de Latinoamérica, de Asia, de Oriente Medio y de las relaciones internacionales, un factor que puede ser de peso en un contexto geopolítico difícil con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su guerra comercial y diplomática con China, así como un momento de proliferación de conflictos, como la invasión rusa de Ucrania o la invasión israelí sobre Gaza. Su perfil moderado y diplomático también lo puede alzar como una figura de consenso en contexto internacional de fuertes polarizaciones políticas, con el auge de la extrema derecha en Europa y América, una brecha a la que no es ajena la Iglesia, siempre inmersa en sus pugnas entre la línea dura de la tradición y los impulsos aperturistas. Como secretario de Estado del Vaticano y diplomático ha tenido un acceso y relación privilegiada con toda la curia romana y con muchos cardenales a los que ha visitado por todo el mundo, lo que podría haber impulsado su popularidad. No solo por conocer bien la curia y los resortes de la Santa Sede, sino que otro punto que le podría beneficiar es que es italiano, tras casi cincuenta años sin un Santo Padre italiano, pese a la importante influencia y peso histórico de este país en la Iglesia. Con 70 años también tiene una edad propicia: ni muy joven como para dar pie a un pontificado larguísimo como el de Juan Pablo II, ni muy mayor como para ser efímero. ¿Puede ser el cardenal Parolin el sucesor de Francisco como cabeza de la Iglesia, o se trata más bien de un fontanero de los que hacen que todo funcione trabajando desde la sala de máquinas, en segunda fila? El cónclave comenzará en cuestión de días y el mundo está expectante.