No hay que viajar a Bristol, Nueva York, Belfast o Nápoles para sumergirse en el universo del arte urbano. En la Noguera, el municipio de Penelles hace diez años que reivindica la creatividad como motor de transformación social y comunitaria, y lo hace con uno de los festivales más singulares de Catalunya: el Gargar. Este fin de semana, el pueblo ha vuelto a llenarse de miles de visitantes, artistas y actividades para celebrar una década de una propuesta cultural que ha dejado huella. Con más de 120 murales activos y hasta 170 pintados desde los inicios, Penelles se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Ponent, especialmente durante el mes de mayo.
"Si Penelles está en el mapa, está gracias al arte en la calle", ha afirmado el alcalde, Eloi Bergós, en declaraciones recogidas por la ACN. Según su opinión, el Gargar ha sido clave para revitalizar el municipio, y asegura que la valoración de estos diez años es "más que positiva". Bergós también subraya el orgullo compartido por el pueblo: "Entre todos hemos organizado un proyecto cultural y turístico. Tenemos la voluntad de seguir siendo un polo de atracción de este arte como un valor distintivo del pueblo".
El certamen ha convertido a Penelles en un museo al aire libre. Algunos de los murales han sido repintados por la degradación con el paso del tiempo, y este carácter efímero forma parte de la naturaleza del arte urbano. "Los artistas saben que hacen arte efímero", admite Bergós, que explica que a menudo se invita a los autores a restaurar o sustituir sus obras cuando el mural sufre los efectos del tiempo.
El festival ha visto crecer a generaciones de artistas, entre ellos Estitxu Julián, de Pango i CO, que ha remarcado cómo el público ha ido ganando interés por el arte mural. "Se crea mucho movimiento y la gente te pregunta para entender tu obra", ha explicado. Para Julián, que participa por segunda vez junto con Ivan Egea, el Gargar es un verdadero escaparate para mostrar su obra. También repite participación el artista barcelonés Eslicer, que este año presenta un mural de grandes dimensiones con la imagen de la diosa Artemisa.

Una de las novedades de esta edición es la participación de la mexicana establecida en Tàrrega Luisa Estrada, que debuta con un mural dedicado a las aves, protagonizado por la Ganga, símbolo del festival. "Desde que estoy aquí he empezado a trabajar en cosas que en México no habría hecho", ha dicho, haciendo referencia a la inspiración que le aporta el entorno rural.

Más allá de los murales, el Gargar ofrece un amplio abanico de actividades para todos los públicos: talleres de cerámica, robótica con inteligencia artificial (IA), ilustración intergeneracional o estampación, así como conciertos y espectáculos como el 'tardeo' musical o la tradicional ruta golfa de tractores. También se pueden visitar exposiciones repartidas por varios espacios del pueblo, además del mercado de artesanía y la Feria del Mundo Rural. El domingo, la actividad continuará con un desayuno popular, salida de tractores antiguos y varias actuaciones musicales. Mireia y la Blanca, dos chicas a cargo de @sos.catala, una cuenta de Instagram desde donde promueven la lengua y cultura catalanas, se han desplazado hasta Penelles para grabar un vídeo en el que recogen muchos de los murales del pueblo.
Una década después, el Gargar no solo ha transformado Penelles, sino que ha consolidado un modelo de éxito cultural arraigado al territorio, comprometido con la comunidad y capaz de generar impacto social, económico y turístico. El festival ha convertido el arte urbano en un motor de cohesión local, a la vez que ha situado un pequeño municipio de la Noguera en el mapa cultural de Catalunya. Ha contribuido a dinamizar el comercio local, atraer visitantes de todas partes y hacer valer el patrimonio rural a través de la creatividad y la expresión artística contemporánea.
Lejos de las grandes capitales culturales, Penelles ha sabido consolidar un proyecto que desborda autenticidad y arraigo. Y, si bien la naturaleza de los murales es efímera, la huella del Gargar en la identidad del pueblo parece más permanente que nunca. El futuro del festival, según el consistorio y los organizadores, pasa por seguir creciendo sin perder la esencia que lo hace único: el equilibrio entre el respeto al territorio y la ambición artística.