Anna Maria Magaldi "buscó el protagonismo que no le pertenecía", dice Ernest Sant, compañero del joven que fue a hablar con la fiscal jefe de Barcelona a la salida del juicio del 9-N. Sant, y una veintena más de personas estaban detrás de las vallas de delante del Palau de Justícia el viernes para dar apoyo a Artur Mas, Joana Ortega y Irene Rigau. Sant ya explicó los hechos a El Nacional, pero hoy ha vuelto a salir en defensa de su compañero, después de oír las declaraciones de Anna Maria Magaldi a los medios de comunicación, donde asegura que le dijo a gritos "tú eres la Fiscalía, tú nos condenas por poner las urnas, qué vergüenza'".

Tanto el joven implicado en la conversación, como Ernest Sant, y los testigos de El Nacional que vieron los hechos, corroboran que no hubo gritos ni ningún tipo de tensión. Lo contrario de lo que ha relatado hoy la fiscal jefe de Barcelona. "Se ha montado una película", dice Sant, que explica que no estaban "allí por ella", de hecho, algunos ni tan sólo sabían quién era, porque no habían visto ninguna imagen del juicio, aseguran.

Replican a la fiscal, que en su bajada de las escaleras fumando "parecía que se nos riera en la cara" y que "llamaba la atención hacia el grupo para que reaccionase". Mantienen que cantaron las consignas que se cantaron el lunes en la concentración de 40.000 personas. Admiten que sí que dijeron "fora, fora, fora, la justícia espanyola", pero también remarcan que las imágenes que han salido del momento de la salida, deslegitiman la versión crispada de la Fiscalía.

También recuerdan que tal como se había montado el dispositivo de seguridad, la zona era el lugar "menos agresivo y más seguro" del entorno. Por primera vez los Mossos cerraron las aceras de delante del Palau de Justícia. Los manifestantes estaban al otro lado de la calle, a más de 6 metros de distancia. Cuestionan, por lo tanto, que Magaldi oyera con claridad los presuntos insultos. "Mientras ella anda, se va alejando y no puede escuchar ciertas consignas", dice Ernest Sant. No descartan, sin embargo, que alguno de los concentrados le dijera alguna cosa que la molestara, pero niegan los insultos directamente contra ella, porque la mayoría de personas no sabían quién era y abucheaban a todos los que salían por la puerta del Palau de Justícia.