Un equipo de la Universidad Rovira i Virgili (URV) investiga maneras para introducir insectos en nuestra dieta. Se trata de unos animales con un alto contenido en proteínas que podrían servir como complemento alimenticio. Los productos que ya hay en el mercado principalmente están destinados a deportistas de élite pero la voluntad es extenderlos a toda la población. Una de las claves es que en los alimentos no se perciba la presencia de los insectos, ya que causan repulsión a mucha gente.

Por esta razón los gusanos y los escarabajos se convierten en polvo, que se combina con otros ingredientes por crear una masa que mediante una impresora 3D permite transformarlo, por ejemplo, en una galleta. La intención es crear una empresa de aquí un par de años y comercializar los alimentos.

Sílvia De Lamo es la profesora agregada al departamento de ingeniería química que lidera la investigación. Forma parte del grupo Food, Innovation & Engineering, integrado por siete personas. En la línea de alimentación con insectos son ella y dos estudiantes más. En uno de los laboratorios de la Escuela técnica Superior de Ingeniería Química (ETSEQ) del Campus Sescelades de Tarragona tienen una pequeña granja. Separados en cajones hay los animales, con los cuales experimentan.

gusanos pixabay

Estudian cómo puede cambiar su composición química en función de la alimentación que reciben. Eso les es muy útil para determinar cómo tienen que ser los insectos que utilizarán para los productos que crearán. "No todos los insectos tienen el mismo contenido de lípidos y micronutrientes como el calcio, el cinc y el hierro. También tenemos que saber en qué fase metamórfica nos los podemos comer", explica De Lamo. La científica concreta que los contenidos de proteína son "bastante elevados, sobre el 50%", lo que se puede traducir en unos 25 gramos de cada 100. Mientras enseña una barrita energética expone que "puede ser un producto muy indicado para los deportistas, y está pensado para sustituir los productos basados en proteína láctica".

De hecho, la introducción de estos alimentos ya ha empezado. En algunos supermercados se puede encontrar polos de una variedad de gusano para condimentar, y en países como Holanda la gama de productos y la investigación es más amplia. Incluso ya hay granjas de insectos destinados al consumo humano. De Lamo reconoce que aquí está en un estadio inferior, pero la voluntad es crecer. Una de las maneras de hacerlo es a partir de la innovación en el diseño de los productos.

En la URV trabajan con impresoras 3D. "Creamos nuevas formulaciones en base a insecto para ver si realmente podemos crear fórmulas atractivas", apunta a la investigadora. Además, cree que las impresoras 3D se extenderán a los hogares y harán las funciones de robot de cocina, hecho que permitirá crear alimentos personalizados. "Como hay un cierto rechazo en el consumo de insectos, si el producto contiene pizca de insecto le podemos dar una forma atractiva, y como la impresora deposita por capas le podemos dar un toque crujiente", concreta. Así, pensando en el comprador final, 'cocinan' galletas con forma de mariposa o de lagarto.

Detectar el fraude

Otra de las vertientes de la investigación es poder desarrollar un sistema para poder luchar contra el fraude. En un ámbito donde hay tanto campo para|por correr como es el de la alimentación con insectos, hay que garantizar al consumidor que aquello que come es realmente lo que quiere y lo que ha comprado. "Tenemos que desarrollar técnicas para evitar fraudes y adulteraciones, para saber exactamente qué especie de insecto estamos utilizando y en qué concentración", apunta a De Lamo. Para hacerlo disponen de tecnología. Tan sólo tienen que triturar el producto con un mortero y ponerlo en un aparato que analiza la composición química y la traslada al ordenador, donde mediante un programa pueden extraer información valiosa.

La vía de la autenticación y certificación de los alimentos es una de las que esperan obtener un rendimiento económico en el futuro. La intención a unos dos años vista, cuando hayan acabado la investigación, es crear una empresa 'spin-off' de la URV. En este tipo de iniciativas la universidad aporta una inversión para crearla y se queda con un porcentaje del valor, mientras que la otra parte la aportan los investigadores que la impulsan. "Tener financiación pública nos ayuda a generar recursos para poder hacerlas, pero también tenemos que poner dinero nosotros", observación De Lamo. Si el proyecto sale adelante, a la investigadora también le gustaría tener una vertiente sobre el diseño de producto para poder crearlos y comercializar.