El ruido de las bombas cayendo sobre los edificios de Kyiv hizo que Alexei se despertara de golpe. No tardó ni un segundo en sacar de la cama a Tania, su mujer. De madrugada, a toda prisa, empaquetaron todo lo que pudieron y se dirigieron a casa de los abuelos de ella, a 70 kilómetros de la capital de Ucrania. Allí los esperaba Zlata, su hija de seis años que ya había sido avisada de que tendría que abandonar su país en el preciso instante que las tropas rusas se aproximaran a su ciudad. En cuestión de horas idearon un plan de huida para dirigirse a la Europa Occidental, un viaje que los llevó a Barcelona y que los ha acabado instalando en el municipio maresmense de Sant Cebrià de Vallalta. Ahora Zlata hace las matemáticas -su asignatura favorita- en catalán, y sus padres buscan trabajo de manera desesperada. Están convencidos de que el futuro de la familia se encuentra en Catalunya, bien lejos de la guerra.

 

"Hay muchas diferencias entre el sistema educativo ucraniano y el catalán", asevera Tania a ElNacional.cat. Según ella, en su país "todo es mucho más disciplinado y marcado", cosa que hace que los primeros días a Zlata le costara "entender la diferencia entre una clase y la pausa para hacer la siguiente". "Aquí la enseñanza se transmite de una manera muy suave", explica. La principal preocupación de los padres de la niña, sin embargo, no era si aquí o allí se enseña mejor o peor, sino la adaptación de la criatura al sistema educativo catalán y a la relación con sus nuevos compañeros. "Ahora estamos muy tranquilos", añade: "Ya tiene sus amigos, tiene una buena relación con ellos, y además la niña les enseña palabras en ruso; cuando se marchan de la escuela dicen '¡пока-пока, злата!'' (adiós-adiós, Zlata)". Se trata de una familia bilingüe. Alexei le habla en ruso a su hija, mientras que Tania lo hace en ucraniano.

Ahora Ucrania ya les queda muy lejos. Alexei reconoce en una conversación con este diario que, a pesar de la dificultad para adaptarse a Catalunya, el bienestar de Zlata es lo que les está arraigando en el territorio. Explica que los dos eran juristas en Ucrania y que, por lo tanto, tienen una formación que de nada les sirve aquí si no hablan catalán ni castellano. Mientras dan clases de estas dos lenguas, buscan trabajo. Tania ya ha empezado a ganar algunos dineros haciendo servicios de estética; mientras que él todavía no trabaja y está dispuesto a ganarse la vida "haciendo lo que sea". "A veces pienso que quizás volveremos a Ucrania, pero no; el primer día de escuela de Zlata en Sant Cebrià volvió a casa feliz, y con eso ya se dice todo; porque lo más importante para nosotros es que nuestra hija sea feliz, cosa que agradezco al sistema educativo catalán y a sus profesores".

TELÉFONO
Videollamada de Zlata con sus abuelos

Laura, que es la profesora de Zlata en esta escuela, le habla a la niña en catalán, pero todavía tienen algunas dificultades para entenderse. Por suerte, en Kyiv empezó a dar clases de castellano, de manera que las pocas palabras que conoce de la lengua española le echan una mano para comunicarse con su nuevo entorno. Por la tarde, a la hora de la ducha, la criatura comparte con sus padres las nuevas palabras en catalán que ha aprendido aquel día en el Pi Gros, su centro educativo. Incluso los más pequeños son conscientes de la importancia que tiene la lengua en las relaciones personales. Zlata asegura a este medio que la barrera idiomática no le está suponiendo un gran obstáculo a la hora de hacer nuevos amigos, pero también asegura que le enseña palabras en ruso y ucraniano a su maestra para que pueda comunicarse mejor con otros niños ucranianos que hay en el centro escolar.

PERRO
Zlata con su nuevo perro

Acoger a la familia

A casa de Esther ya no falta vida. Hace solamente unos meses que ha dejado de vivir sola porque ahora acoge a esta familia de ucranianos. Y los animales que viven en esta torre -un pato, cuatro perros y un jabalí- ya se han convertido en las mascotas de Zlata. Yo al principio era reacia a acoger; porque soy muy bohemia e independiente, pero cuando los vi tuve claro que tenía que hacer alguna cosa". Llegaron a esta casa de Sant Cebrià el cuatro de abril, cosa que ha hecho que la criatura ya haya pasado su primer Sant Jordi en Catalunya. Con la buena convivencia en la casa y con la buena experiencia de Zlata en la escuela catalana, el arraigo irá profundizándose. Y eso se traducirá en ofertas laborales para Tania y Alexei. Y, por lo tanto, llegará el momento que la familia ucraniana podrá independizarse. "Por una parte, lo deseo, porque eso querrá decir que se han repuesto, pero cuando se marcha alguien de casa aparece un vacío; nos hemos convertido en una familia, pero tienen que encontrar su lugar y sentirse realizados y seguros", dice Esther. Y añade: "De momento han encontrado casa, pero esta no es su casa".

TODA LA FAMILIA AMB ESTHER
La familia Lytvynchuk con Esther y unos amigos ucranianos en Sant Cebrià de Vallalta

Los niños y la guerra

Llegó un momento en el cual Alexei y Tania se vieron obligados a hacer saber a Zlata qué es eso de la guerra y por qué tenían que huir. Tener esta conversación con la criatura debió ser tan complicado como tener que dejar a los padres atrás. Es lo que le ha pasado a Alexei, y es la primera cosa que le viene a la cabeza cuando piensa en Ucrania. Estremece una videollamada que Zlata tiene con sus abuelos, ritual de cada tarde desde que viven en Catalunya. Explican que se quedaron atrapados en el metro porque sonaban las sirenas por alerta de bombas. "Es un sonido horrible", señala la abuela; mientras Zlata, a quien le han caído los dientes, se acerca a la pantalla del móvil para enseñar a sus familiares los agujeros de las encías.

Zlata tiene una fijación con sus abuelos: "Echo muy de menos a mi familia, y es por eso que quiero que acabe la guerra. Si nunca acaba, espero que mis abuelos puedan venir aquí, ni que sea un par de días". Preguntada sobre qué sabe, de la guerra, la niña afirma que "es muy peligrosa y se tiene que huir rápido": "No puedes vivir con la guerra, no puedes sobrevivir; sé perfectamente que la guerra no es una cosa fácil ni una cosa que se soluciona rápidamente, pero deseo con toda mi alma que acabe para poder volver a ver a mis abuelos".