Catalunya sufre una crisis sanitaria -con todas las consecuencias sociales y económicas que implica- por culpa de un brote de peste porcina africana (PPA), una enfermedad que estaba erradicada en el estado español desde noviembre de 1994. La aparición este noviembre del brote en Cerdanyola del Vallès disparó las hipótesis de su origen, desde vectores como jabalíes migratorios o alimentos contaminados (el famoso bocadillo de embutido), hasta sospechas fundamentadas de fuga accidental de alguno de los laboratorios del IRTA-CReSA que trabajan con el virus en tareas de investigación, y que, para más inri, se encuentran muy cerca de la zona cero donde se localizaron los primeros jabalíes muertos, en Cerdanyola del Vallès, junto a la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Después de que inicialmente, cuando se conocieron los casos, el CReSA descartara que el origen del brote fuera una fuga de alguno de sus laboratorios, la revelación de que un informe del laboratorio de referencia europeo abría de nuevo esta posibilidad,ha puesto de nuevo a los centros del IRTA bajo sospecha.
¿Por qué la sospecha de un virus de laboratorio?
Este informe concluye que el virus no es el mismo que el que lleva años circulando por Europa, pero es muy similar a la cepa de un virus que se detectó en Georgia en 2007 y que es un virus de referencia que se utiliza con frecuencia en instalaciones de confinamiento para llevar a cabo estudios del virus o para evaluar la eficacia de las vacunas que están en fase de desarrollo. En consecuencia, la división medioambiental de los Mossos y el Seprona de la Guardia Civil están investigando si el origen está en un laboratorio, pero el Govern ha ido más allá, y el president Salvador Illa ha ordenado una auditoría al mismo IRTA para que revise los protocolos de seguridad de las cinco instalaciones próximas a la zona donde se detectó el brote y si se han producido posibles fugas.
¿Qué controles aplica el IRTA?
El IRTA-CReSA (Centro de Investigación en Sanidad Animal) es un centro de investigación en sanidad animal dependiente del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), una entidad pública de la Generalitat de Catalunya, fundado en el año 2000 en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Está especializado en el estudio de enfermedades infecciosas, zoonosis, el desarrollo de vacunas y métodos de diagnóstico, y dispone de instalaciones de alta bioseguridad como laboratorios BSL-3 para patógenos de alto riesgo. Se encuentra en el edificio CReSA del campus de la UAB, en Bellaterra, Cerdanyola del Vallès. En 2017 fue designado el IRTA-CReSA como Centro Colaborador de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) para la “Investigación y control de enfermedades porcinas emergentes y re-emergentes en Europa” en la Asamblea General de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), y también es Laboratorio de Referencia de la OIE para Peste Porcina Clásica. Con respecto a la Peste Porcina Africana (PPA), el organismo explica que el IRTA-CReSA es uno de los centros europeos con más trayectoria científica en esta enfermedad, tanto en investigación básica como en investigación aplicada. “Ofrecemos diagnósticos oficiales dentro de la red del DARPA, apoyo científico y asesoramiento en situaciones de emergencias sanitarias, experiencia internacional en virología e inmunología de la PPA, y participación en estudios preclínicos y proyectos de investigación europeos”, explica el mismo organismo
Instalaciones de máxima seguridad
Este es uno de los pocos centros de España que puede trabajar con virus tan contagiosos gracias a un complejo sistema de bioseguridad, indispensable para llevar a cabo investigación con animales manipulando patógenos altamente infecciosos y de transmisión aérea. Este entorno único permite realizar estudios avanzados de enfermedades infecciosas bajo estrictos protocolos de seguridad. El centro del campus de Bellaterra cuenta con la Unidad de Bioseguridad de 4.500 m², 6 laboratorios de nivel de bioseguridad 3 y 12 boxes experimentales independientes, aptos para alojar animales de abasto (cerdos, aves, terneros, ovejas, cabras y conejos), así como animales salvajes (cabras, aves rapaces, ciervos, alpacas dromedarios, etc.) y de laboratorio (ratas y ratones). El centro de Bellaterra también alberga una Plataforma de Bioimagen de última generación situada en un entorno de alta bioseguridad (NBS3), que garantiza la máxima seguridad para la investigación de patógenos de alto riesgo. El único centro del estado que llega al nivel 4 está en Madrid.
Un búnker sin ventanas y con barreras
Los laboratorios del Centro de Investigación en Sanidad Animal (IRTA-CReSA) operan bajo el nivel de bioseguridad 3 (BSL-3) (nivel 3 sobre 4), diseñado para manipular patógenos que causan enfermedades graves o letales por inhalación, con protocolos estrictos para proteger al personal, prevenir emisiones ambientales y cumplir la normativa. Las instalaciones están diseñadas para evitar las fugas de virus, con unos protocolos de seguridad muy estrictos y cuidadosos. Para que el entorno sea seguro, no hay ventanas, el aire pasa un doble filtro y, además, cada sala tiene una presión menor que la anterior hasta llegar al laboratorio, para garantizar que no se escape nada al exterior. El diseño incorpora tres barreras principales: protección personal mediante cabinas de bioseguridad y aisladores; sistemas de tratamiento del aire con cascadas de presión direccional; y esterilización química o térmica de las zonas de paso de personas, muestras y residuos antes de su extracción.
¿Cómo se controla a las personas y a los animales?
En un laboratorio de alta bioseguridad BSL-3 como el del CReSA hay un control estricto del acceso de las personas: para entrar, hay que quitarse toda la ropa, acceder desnudo por una doble puerta y, una vez dentro, vestirse con una especie de EPI y unos zuecos; lo mismo para salir, con el añadido de tres ciclos de duchas de agua y jabón para no arrastrar agentes infecciosos hacia el exterior con el pelo, el cuerpo o la ropa. Para salir de los boxes donde están los animales infectados hay una ducha obligatoria y para salir de la unidad, una segunda ducha obligatoria, con dos enjabonadas. El agua de las duchas va a parar a unos tanques para que se vuelva a inactivar el material antes de llegar al exterior. Para investigar, se inoculan virus a los animales. Pero ni los animales ni sus restos salen nunca de las instalaciones y se incineran dentro de las instalaciones. Por ejemplo, las heces o purines se inactivan en un incinerador a 850 grados y las carcasas se deshacen químicamente, en un ciclo que tarda horas. En las unidades de alta bioseguridad, todo queda registrado. Siempre se debe documentar el proceso antes, durante y después, incluida la persona responsable, siguiendo un programa para evitar el peligro biológico.
Estricto control del aire
Es igualmente esencial mantener presiones negativas, de manera que el aire de una sala donde se manipulan patógenos no salga cuando se abre una puerta, evitando así su circulación. Esto se refuerza con un sistema de renovación y doble filtrado absoluto del aire, con circuitos separados para cada sala de laboratorio. Todo el sistema de presiones negativas está diseñado en forma de cascada, desde las zonas de menor hasta las de mayor riesgo de contaminación, con el objetivo de que, incluso si se produjera algún incidente menor, se redujera al mínimo —casi a cero— la posibilidad de salida de patógenos de la unidad.
El IRTA no ha detectado ninguna fuga
Desde el IRTA-CReSA han explicado estos días que todas las muestras que se utilizan en el laboratorio se destruyen para garantizar que no quede ningún rastro y evitar incidentes. Aunque la seguridad es máxima, que se haya podido producir una fuga “es una sospecha que hemos tenido desde el primer momento unas cuantas personas, y el mismo centro está revisando desde el primer momento mecanismos y procedimientos por si se detectaba un problema interno, pero no ha sido así”, ha explicado a El Suplement de Catalunya Ràdio Mariano Domingo, quien fue director del centro y en el que actualmente sigue colaborando como investigador.
“El riesgo cero no existe”
El epidemiólogo del Hospital Clínic, Antoni Trilla, que se hizo muy popular durante la Covid, ha explicado en el Via Lliure de RAC1, que “las instalaciones de Bellaterra del IRTA-CReSA son las únicas en toda Cataluña que tienen el nivel de bioseguridad 3 para trabajar con el virus vivo” y que en este nivel 3 los protocolos son muy seguros y se establece que "al laboratorio no entra nada que no esté controlado y no sale nada que no esté desinfectado o incinerado". Es una instalación "con un nivel de biocontención muy alto pensada y certificada para poder trabajar con este tipo de virus con la máxima garantía de seguridad". Ahora bien, aunque los protocolos están claros, Trilla ha recordado que "el riesgo cero no existe". Por lo tanto, teniendo esto en cuenta, la teoría del doctor del Clínic es que se trata de un error humano: "Habitualmente fallan los humanos. Precisamente por eso los protocolos se hacen pensando que los que fallaremos somos las personas. Es posible que, en algún momento de forma inadvertida, haya fallado algún trabajador. También pueden haber fallado las máquinas, aunque se hacen controles exhaustivos".
¿Cómo se descubrirá si el virus viene del CReSA?
La investigación para determinar si el virus de la peste porcina africana (PPA) del brote de noviembre de 2025 proviene del IRTA-CReSA se basa en la secuenciación genómica, las auditorías de protocolos y los análisis epidemiológicos oficiales del Ministerio de Agricultura (MAPA), la Generalitat y laboratorios de referencia como el CISA-INIA. A falta de que concluya la auditoría externa de protocolos BSL-3 del CReSA (últimos 3-4 meses), revisando accesos, destrucción de muestras, registros de manipulaciones y sistemas de contención, que por ahora han dado negativo en los controles que hizo el centro, la clave está en la secuenciación del material genético de las muestras extraídas de los animales encontrados muertos en Cerdanyola. Se compara el genoma del virus de los jabalíes en Collserola (cepa Georgia 2007, utilizada en experimentos del CReSA) con los stocks del laboratorio, trazando mutaciones únicas que indiquen un origen experimental o bien silvestre. Los resultados preliminares del Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CISA-INIA) no excluyen un confinamiento biológico, pero falta saber si las cepas coinciden con las que trabaja el CReSA.