La crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus, tres meses de confinamiento en pequeños pisos de ciudad, así como el teletrabajo ha llevado a muchas personas a replantearse su modelo de vida. Eso ha propiciado que más de una persona vea en el entorno natural y la tranquilidad de los pueblos, en un lugar idílico donde empezar esta nueva etapa lejos de la contaminación, de los vehículos, el cemento, el estrés y el frenesí de las ciudades.

La alcaldesa de Senan, Carme Ferrer, asegura a El Nacional que en la última semana ha respondido una decena de correos de personas interesadas en ir a vivir en este municipio situado en la Conca del Barberà donde residen una cincuentena de personas.

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Una imagen de Senan / Wikipedia

Una tendencia al alza por todo el territorio

"La Covid-19 ha despertado a la gente para dar este paso", ha señalado Ferrer, que también es vicepresidenta de la Associació de Micropobles de Catalunya (ACM). Precisamente, expone Ferrer, la situación de Senan también se ha dado en el seno de la entidad donde se han incrementado exponencialmente el número de mails que recibe de personas interesadas en abrir nuevos proyectos en el mundo rural.

Eso, sin embargo, también se está traduciendo en hechos en el territorio. Por ejemplo en Riner, una población de unos 200 habitantes del Solsonès, se han empadronado una treintena de personas. "Es un caso extremo", ha matizado Ferrer, que precisa que la tendencia es que una o dos familias se censen en un municipio.

En el caso de Guardiola del Berguedà no se han registrado nuevos empadronamientos, pero sí que en los últimos meses se ha notado un incremento de la población, relata su alcalde Josep Lara, que también es presidente del Consell Comarcal del Berguedà. En este sentido, ha apuntado que en los últimos tres meses, coincidiendo con el verano y con el post-confinamiento, se ha duplicado los servicios como el consumo de agua o la recogida de basura en el Alt Berguedà.

Además, aunque desconoce el número exacto, en Gósol han tenido un incremento considerable de nuevos niños que se han inscrito en la escuela para el inicio del nuevo curso.

No obstante, tanto para Ferrer como Lara, la semana clave será justo la que empieza este lunes con el inicio del curso escolar porque se verá el volumen de gente que, realmente, se queda a vivir en las segundas residencias o bien vuelve a su vida cotidiana en la ciudad.

Así pues, tal como precisa Ferrer, se podría dar el caso de que el incremento de empadronamientos fuera "ficticio" y, por lo tanto, que las personas se censen en los municipios, pero en realidad no se quedaran a vivir. "La situación de confinamiento ha hecho que las personas se empadronen en las segundas residencias y, así, si vuelve a pasar una situación igual pueden quedarse a vivir allí o bien pueden alegar que trabajan en la ciudad y viven en el pueblo", ha puntualizado.

En la esfera digital

El interés de iniciar una vida fuera de las ciudades también ha llegado a la esfera digital de la mano de Ton Lloret, que ha abierto la cuenta de Twitter @Repoblem, que pone en contacto proyectos de ayuntamientos que necesitan habitantes con personas que quieren empezar una nueva vida lejos de los rascacielos. La iniciativa ha sido todo un éxito. El 26 de agosto se abrió la cuenta y en poco más de 15 días ya tiene más de 7.000 seguidores. "La gente se está replanteando hacer el cambio", observa Lloret.

Una experiencia que conoce de bien cerca, ya que hace trece años empezó una nueva etapa lejos del cemento. Abandonó la capital de Anoia, Igualada, para trasladarse a Argensola, un pueblo de la misma comarca donde hay censadas poco más de 200 personas. La población del municipio, sin embargo, ha ido disminuyendo y, actualmente, asegura que sólo hay tres casa habitadas todo el año. "Mucha gente se ha marchado", relata.

Esta pérdida de población se traduce en que muchos pueblos tengan menos servicios como por ejemplo no disponer de una escuela o un centro médico. Por eso, Lloret vio en la pandemia una posibilidad para que los municipios pudieran tener nuevos habitantes de personas desmotivadas con el día a día de las ciudades y, así, recuperar servicios que han perdido con el tiempo y la despoblación.

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Una imagen de Argensola / Ton Lloret

Un desencanto con las grandes urbes que estaba en el el espíritu de Albert Barrabés, que en pleno confinamiento se fue a vivir con su pareja Andrea Jahnke a Tuixent (Alt Urgell). Sin embargo, la decisión de dejar Gavà para irse a vivir a una zona de montaña no tiene relación con la crisis sanitaria, sino que es un proyecto premeditado, que viene de lejos.

Tanto a Barrabés com a Jahnke les gusta la montaña y, por eso, empezaron a buscar localidades dónde pudieran empezar esta nueva etapa. Así es como llegaron en agosto del año pasado hasta Tuixent, un lugar que antes era desconocido para ellos. "Nos cuadró la casa y la población con lo que buscábamos", relata Barrabés, que es originario de Gavà y su mujer del barrio barcelonés de Horta. Reconoce que desde que han llegado al municipio todo "les ha salido rodado" y que las personas "los han acogido muy bien".

En agosto del 2019 cogieron la casa y empezaron a ir los fin de semana para arreglarla. Ahora, en pleno confinamiento han hecho el cambio. De hecho, los dos primeros meses los pasaron en Gavà y en mayo se trasladaron definitivamente al nuevo hogar. "Notamos el cambio. Aquí todo es más relajado. Había medidas como en la ciudad, pero tienes más espacio, naturaleza y el aire fresco de la montaña", señala.

El teletrabajo

Todos los entrevistados coinciden en que el teletrabajo es una ventaja que puede propiciar que la gente acabe haciendo el paso de la ciudad a los pueblos. De hecho, este es el caso de Barrabés que era empleado en una empresa como diseñador gráfico. Su pareja es enfermera y rápidamente encontró trabajo en la Seu d'Urgell. Ahora bien, en su caso la compañía no lo dejó teletrabajar, pero eso no frenó su sueño. Finalmente, encontró un empleo en una empresa de Andorra con el cual trabaja a distancia desde su casa de Tuixent.

Tuixent / Albert Barrabés

Unas vistas del espacio natural que rodea Tuixent / Albert Barrabés

A pesar de eso, los alcaldes de los micropueblos también son conscientes de sus limitaciones. "El teletrabajo puede ayudar mucho a nuestros municipios, pero nuestras conexiones realmente son precarias", expone Ferrer. En este sentido, relata que en Senan no llegó Internet hasta el 2012 y, entonces, sólo podían ofrecer una mega a cada uno de los habitantes. Ahora, en un principio, cada habitante dispone 15 megas, pero reconoce que no siempre es así y, a menudo, reciben menos.

Esto, sin embargo, no son los únicos inconvenientes que se pueden encontrar en los pequeños municipios donde, a menudo, no disponen de escuelas, centros sanitarios o tiendas, por lo cual sus habitantes tienen que ir a poblaciones próximas para poder disfrutar de estos servicios. "Lo que no pueden esperar es que encuentren aquí los mismos servicios que la ciudad porque entonces dejarían de ser pueblos", señala Ferrer.

En este sentido Barrabés explica que lo tienen que "planificar todo", ya que tienen que ir a la Seu d'Urgell para cualquier cosa. "No haces como en Barcelona que bajas a comprar dos cosas, sino que haces una compra grande", indica.

Tuixent / Albert Barrabés

Una casa en Tuixent en el Alt Urgell / Albert Barrabés

A pesar de estas dificultades, todos coinciden en las ventajas que comporta residir en pueblo pequeño: la tranquilidad, el espacio natural, el vivir en comunidad o la seguridad de poder ir a cualquier hora por la calle. "Me gusta ver a mis hijos jugar en una calle sin coches", apunta Lloret.

"Aquí me relaciono con menos personas al cabo del día, pero las relaciones son más intensas", defiende Barrabés. De momento, no dudan de que quieren establecer su vida en Tuixent. "Andrea se acaba de quedar embarazada", dice emocionado desde el otro lado del teléfono.