¿Hará sol? ¿La lluvia lo estropeará todo? La actualización compulsiva de los portales meteorológicos es el gesto que más une a los novios y novias de todas partes. Como un tic, una plegaria o una invocación. Marta, pamplonesa establecida en Valencia, también se pasó toda la semana de su boda apretando el F5, viendo cómo se mantenían las previsiones de sol pero, en su caso, eso solo sirvió para desanimarla. Con su pareja, Omar, tenían que casarse el día 2 de mayo en una ceremonia civil que fue anulada por la crisis del coronavirus. Y a pesar de todo, aunque las perspectivas eran muy negras, al final se pudieron casar el día planificado delante de sus amigos y familiares. En la distancia, a través de una pantalla de ordenador y respetando todas las pautas del confinamiento, montando una boda en línea.

Las bodas virtuales han sido noticia desde la aparición del coronavirus: fiestas en los balcones, novios aislados mientras los invitados celebran el convite, soluciones creativas ante la necesidad de distanciamiento social... Sin embargo, ¿cómo lo viven los novios?

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"Nos lo propuso un amigo y al principio no queríamos: no estábamos de humor. Pero insistió, nos dijo que solo tendríamos que preparar nuestros votos, que él se encargaba de todo, y al final cedimos", explica por teléfono. Aquello fue el pistoletazo de salida de una fiesta de siete horas con amigos y familiares retransmitida a través de una webcam. Con ceremonia, sí, pero con copas y juegos de mesa también. "Llegamos a ser 30 personas conectadas y fue muy bonito, porque todo el mundo participó," recuerda la novia, "nos hicieron entrar con música en el comedor, como si fuera el pasillo de una iglesia, y una a una, todas las personas conectadas, nos dedicaron unas palabras".

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La nota de amargura: la brecha digital. "Lo tenemos todo grabado, pero mis padres son gente muy mayor, que no entienden de tecnología, y no pudieron verlo". A pesar de eso, recomienda la experiencia a otras parejas. "Fue muy emotivo. Claro está que legalmente no vale, pero nosotros ya nos sentimos casados, no nos hemos quitado los anillos, y nos ayudó a sacarnos la espinita, fue un día buenísimo. Además, esa fue la primera tarde que pudimos salir a pasear, ¡no podría haber mejor regalo de bodas!", explica. De momento están a la espera de poder celebrarlo de nuevo, esta vez físicamente, a principios de julio. Dependerá del virus.

Fiesta multitudinaria

Tampoco estaban de humor Agustí y Marta, de Barcelona, que tenían que celebrar su boda el 25 de abril. "Era más bien una fiesta", rectifican por teléfono. Para aquel sábado habían preparado un festival con una gincana llena de pistas que al final conducía a los invitados a un convite en un lugar secreto. Un plan que se fue a pique con el confinamiento. "Al ver la situación, no queríamos hacer nada, pero después nos dimos cuenta de que, desde un punto de vista psicológico, nos podía ir bien a todos adaptar la fiesta al momento que estamos viviendo", dice Agustí.

Y dicho y hecho. "Planteamos tres pruebas a los invitados, un art at home (la recreación de una obra famosa en casa), un concurso de cocina para que nos enseñaran sus mejores platos del confinamiento y, por último, les pedimos que crearan una imagen que nos representara a nosotros", explica Marta. Para hacer todo eso los invitados tenían un plazo de tres días y la respuesta fue abrumadora. "En una de las pruebas llegaron a participar cuarenta personas, tuvimos tanto trabajo para montarlo todo para la videollamada que hasta cinco minutos antes de empezar no habíamos acabado," dicen.

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La gran cita estaba convocada el sábado 25 de abril a las 17 de la tarde y, en su caso, plantearon la videollamada colectiva casi como un programa de televisión donde entregaron los premios a los ganadores y donde no faltó una actuación de la banda que habían contratado para el convite. Una cantidad de trabajo que consiguió hasta 94 personas conectadas al mismo tiempo —"casi superamos la capacidad máxima de la plataforma de videollamadas", dice Agustí—, gracias a asegurarse de que todo el mundo sabía como usar el programa o tenía alguien que lo pudiera ayudar.

"En general la gente venía con pocas expectativas y malas experiencias con eso de las videollamadas en grupo. Todo el mundo se conectó con muchas ganas, pero superamos todas las expectativas de largo. Nosotros lo que queríamos era hacer una fiesta para los demás, que la gente lo sintiera suyo," dicen.

Fiesta virtual de Marta y Agustí

"No se trataba de qué fuera el mejor día de nuestra vida, ni el más feliz, pero tenía que ser un día especial. Si en un día así te quedas sin hacer nada, encerrado en casa es triste. Nosotros somos gente de hacer, no hace falta que sea tan currado, cualquier cosita te ayuda", explica Agustí. "Sea como sea, el 25 de abril será un día que recordaremos y que compartimos con la gente que queremos. Lo salvamos bien", concluye Marta.

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