Uno de cada cinco jóvenes, de entre 18 y 21 años, afirma que ha sido víctima de violencia sexual en entornos digitales durante su infancia o adolescencia, según un informe de Save the Children. El estudio bajo el nombre 'Redes que atrapan: la explotación sexual de la infancia y la adolescencia en entornos digitales' estudia como Internet, las redes sociales y las tecnologías no solo facilitan la captación y la exposición a los riesgos relacionados con la explotación sexual, sino que también pueden ser el medio en el que se cometen estas violencias contra niños y niñas, y permiten su perpetuación. El informe, que incluye una encuesta, a más de 1.000 jóvenes del Estado, muestra que el 97% afirma haber sufrido algún tipo de violencia sexual en entornos digitales, siendo menores.

Según los últimos datos oficiales del Ministerio del Interior, en 2023 se registraron en España 4.896 denuncias por delitos cibernéticos contra niños, niñas y adolescentes, de los cuales 1.068 correspondían a delitos sexuales. La directora de Influencia y Desarrollo Territorial de Save the Children. Catalina Perazzo, asegura que "estas cifras representan solo la punta del iceberg, ya que la mayoría de los casos no llegan a conocerse, en parte por la ausencia de denuncia y en parte por las dificultades en la detección, que aumenta cuándo estos hechos tienen lugar en el entorno en línea". En clave catalana, según los datos de los Mossos d'Esquadra a la entidad, en el 2024 se registraron en Catalunya 814 denuncias por delitos cibernéticos contra niños y adolescentes, de las cuales 72 por delitos sexuales.

Tipo de violencia sexual

La organización señala entre las principales formas de violencia sexual digital el contacto por parte de personas adultas con finalidades sexuales —grooming—, el sexting sin consentimiento o la difusión no autorizada de contenido íntimo. Por otra parte, distingue las formas de abuso y explotación sexual en línea, incluyendo el consumo, producción y difusión de material de abuso sexual infantil; la sextorsión, donde niños y adolescentes son coaccionados, sometidos a chantaje o amenazados para enviar material íntimo sexual; el uso de herramientas de inteligencia artificial para crear este tipo de contenido y la exposición involuntaria a contenidos sexuales. "Se trata de un fenómeno complejo, ya que las diferentes formas de violencia o explotación que se analizan no constituyen fenómenos aislados", señala Perazzo.

El informe señala que en 2024 el NCMEC (la organización mundial líder en la prevención y localización de menores víctimas de explotación sexual digital) registró más de 19,8 millones de denuncias relacionadas con material de abuso sexual infantil. Este tipo de contenidos pueden generarse a partir de abusos en entornos físicos o directamente en el entorno digital mediante manipulación, engaños, amenazas o extorsión, que inducen a la víctima a producir imágenes de contenido sexual.

'Deepfakes'

La ONG también advierte de otro tipo de contenido que son representaciones sexualizadas de niños en situación de desnudez parcial o total que, aunque, no muestran actos sexuales explícitos, presentan a la infancia desde una mirada sexualizada. "Se encuentran en muchas ocasiones en zonas grises porque no consiguen los umbrales legales para ser considerados delito en algunos países", apunta a Perazzo. En muchos casos, pueden ser fotografías de la vida cotidiana sin intención sexual, como imágenes en la playa o en actividades deportivas, que son manipuladas o recontextualizadas con finalidades de explotación o gratificación sexual por parte de adultos.

La entidad ha alertado también de que estos materiales se pueden crear con IA, son los llamados deepfakes o ultrafalsificaciones. En este sentido, uno de cada cinco jóvenes afirma que alguien compartió con terceros imágenes creadas con IA que les mostraban desnudos cuando eran menores de edad y sin su consentimiento. Los contenidos son producidos por los mismos niños y adolescentes, de manera voluntaria o por coacción/manipulación, mostrándose en posturas sexualizadas o en conductas más explícitas (sexting). Un 27% de los encuestados envió voluntariamente mensajes, fotos o vídeos íntimos o sexuales durante la infancia o la adolescencia.

Por otra parte, el 65% no percibe como riesgo reenviar imágenes sin consentimiento del menor representado. Con respecto a los motivos para compartir imágenes o vídeos íntimos propios, casi la mitad no sabe que puede ser peligroso (48%); el 46% lo ve como algo normal o sin consecuencias; el 42% busca atención o validación; y cuatro de cada diez espera obtener algún beneficio a cambio. Por otra parte, el informe analiza las principales formas de captación con finalidades de explotación sexual. Así, el 33% de los jóvenes encuestados había tenido contacto con un adulto con finalidades sexuales en el entorno digital. Había más chicas (36%) que chicos (26%).

El perfil de los agresores

Sobre el perfil de los agresores, Save the Children apunta que aunque no hay un perfil único, sí se pueden identificar una serie de patrones comunes. La mayoría son hombres, de la franja de edad entre los 18 y 25 años —con una media de 28— y pueden actuar solo en el entorno digital. Los datos indican que el 34% busca encuentros presenciales, no ocultan su identidad, cosa que puede generar una falsa sensación de confianza; no siempre son desconocidos (el 35% de los casos pertenece al entorno próximo); y la motivación no siempre es sexual, ya que hay casos de grooming y extorsión con finalidades económicas.

Ante estos datos, Save the Children ha pedido desplegar todas las medidas que recoge la ley de protección a la infancia y la adolescencia y reforzar la protección en línea de los derechos de los niños y adolescentes en la futura ley de protección de los menores de edad en entornos digitales.