La inflamación es una respuesta de nuestro organismo frente a las lesiones y las infecciones, por lo tanto ayuda al cuerpo a combatir enfermedades y es una parte necesaria del proceso de curación. El problema es que, cuando se adoptan unos hábitos de vida poco saludables, esta circunstancia se puede hacer crónico y llevar al cuerpo en un estado de alerta constante que provoca un impacto muy negativo en los tejidos y los órganos. 

De hecho, la ciencia ha demostrado que la inflamación crónica tiene un papel importante en determinadas enfermedades, como las autoinmunes, además de otras patologías como la obesidad, el asma, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o incluso la depresión. En los últimos años, además, se han establecido relaciones entre la inflamación crónica y el cáncer, porque este parece que tiende a formarse en algunas ocasiones en áreas con inflamación, aunque todavía hace falta mucha investigación al respecto.

Hombre con dolor

En un proceso inflamatorio ordinario, los síntomas son muy evidentes: dolor, enrojecimiento, picor, hinchazón…

Pero… ¿cómo podemos saber que en nuestro organismo se está produciendo una inflamación crónica? A veces no es fácil, porque son síntomas muy generales que pueden tardar tiempo en aparecer. Habitualmente, las personas que la sufren viven con una sensación de fatiga constante. Además, pueden presentar digestiones difíciles, úlceras en la boca que no se curan o erupciones en la piel. Pero las consecuencias son más graves a largo plazo, cuando aumenta el riesgo de padecer las enfermedades que se mencionaban anteriormente.

Los factores que pueden determinar su aparición son llevar una dieta desequilibrada con muchos azúcares y grasas saturadas, fumar y beber, padecer un estrés crónico o estar en contacto con sustancias químicas o contaminación. Además, recientemente se ha confirmado que los desequilibrios intestinales causan también inflamación crónica en las personas mayores.

La mejor manera de curar y prevenirla es cambiar drásticamente estos hábitos de vida, sobre todo en lo que tiene que ver con la alimentación. También puede ser aconsejable realizar un análisis de la microbiótica intestinal que permite analizar el estado del intestino y su posible repercusión en la esfera digestiva, además de su posible implicación en las alteraciones metabólicas e inmunológicas generales.

En lo que se refiere a la dieta, se recomiendan alimentos como el pescado azul –atún, salmón o caballa, por ejemplo–, las frutas –en especial algunas como los arándanos, las moras, fresas y cerezas–, verduras como la col rizada, las espinacas o el brócoli, nueces y semillas y grasas saludables como el aceite de oliva o las aceitunas y aguacate.

Salmón

Se sabe también que el cáncer tiende a formarse en áreas con inflamación crónica

También es recomendable incluir verduras crudas o moderadamente cocidas, por lo menos una vez al día, así como legumbres, especias como el jengibre y la cúrcuma y alimentos probióticos y prebióticos. Se deben primar los productos frescos y poco elaborados, porque  el procesamiento puede cambiar el contenido nutricional de los alimentos.