La resistencia a la insulina se produce cuando el organismo deja de reaccionar a esta hormona que segrega el páncreas para mantener en equilibrio los niveles de azúcar en la sangre y normalmente se produce por un elevado consumo de alimentos ricos en azúcar e hidratos de carbono de absorción rápida, la falta de ejercicio. Está detrás de muchas patologías, como la obesidad, la diabetes tipo 2 o el síndrome metabólico.

Por otro lado, la depresión es una de las patologías más prevalentes en el mundo. Según la OMS, se calcula que más de 350 millones de personas en el la padecen y sufren sus consecuencias: tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. En ocasiones, se vuelve recurrente e incluso crónica y afecta gravemente la vida de una persona.

Ahora, una nueva investigación ha relacionado la resistencia a la insulina con un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor. “Si alguien es resistente a la insulina, el riesgo de desarrollar una depresión es el doble que el de alguien que no es resistente a la insulina, incluso si nunca antes ha experimentado esta patología”, advierte Natalie Rasgon, profesora de psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Standford.

El estudio, publicado en la revista American Journal of Psychiatry, confirma que al menos 1 de cada 3 de personas padece resistencia a la insulina, a menudo sin saberlo. Una vez que los niveles de azúcar se mantienen por encima de cierto umbral, el diagnóstico es diabetes tipo 2, una afección tratable pero incurable que puede provocar trastornos cardiovasculares y cerebrovasculares, neuropatía, enfermedad renal, amputaciones de extremidades y otros resultados perjudiciales para la salud.

Mujer deprimida

Ya se han establecido asociaciones entre la resistencia a la insulina y varios trastornos mentales. Por ejemplo, se ha demostrado que alrededor del 40% de los pacientes que padecen trastornos del estado de ánimo son resistentes a la insulina. Pero este estudio es más amplio, y se basa en un seguimiento de 2015 a más de 3.000 participantes para conocer las causas y consecuencias de la depresión en los Países Bajos.

El equipo de Stanford analizó datos de 601 hombres y mujeres de ese seguimiento que, en el momento de su inscripción en el programa, nunca se habían sentido preocupados por la depresión o la ansiedad. Su edad media era de 41 años.

El equipo midió tres variables sustitutivas de la resistencia a la insulina: los niveles de glucosa en sangre en ayunas, la circunferencia de la cintura y la relación entre los niveles de triglicéridos circulantes y los de las lipoproteínas de alta densidad circulantes, o HDL, conocido como colesterol bueno.

Probaron los datos para ver si los sujetos que eran resistentes a la insulina tenían un mayor riesgo de desarrollar un trastorno depresivo mayor durante nueve años. Según las tres medidas, la respuesta fue sí: descubrieron que un aumento moderado de la resistencia a la insulina, medido por la proporción de triglicéridos a HDL, estaba relacionado con un aumento del 89% en la tasa de nuevos casos de trastorno depresivo mayor. De manera similar, cada aumento de 5 centímetros en la grasa abdominal se relacionó con una tasa de depresión un 11% más alta, y un aumento en la glucosa plasmática en ayunas de 18 miligramos por decilitro de sangre se asoció con una tasa de depresión un 37% más alta.

Los investigadores restringieron después el análisis en su siguiente fase a los aproximadamente 400 sujetos que, además de nunca haber experimentado depresión mayor, tampoco mostraron signos de resistencia a la insulina al inicio del estudio. Durante los primeros dos años del estudio, casi 100 de estos participantes se volvieron resistentes a la insulina. Los investigadores compararon la probabilidad de este grupo de desarrollar un trastorno depresivo mayor en los próximos siete años con la de los participantes que aún no se habían vuelto resistentes a la insulina a los dos años.

Los que desarrollaron prediabetes dentro de los dos primeros años del estudio tenían 2,66 veces más riesgo de depresión mayor durante el seguimiento de nueve años, en comparación con aquellos que tenían resultados normales de la prueba de glucosa en ayunas en el punto de dos años.

En resumen: la resistencia a la insulina es un fuerte factor de riesgo de problemas graves, que incluyen no solo la diabetes tipo 2, sino también la depresión.