El cáncer de colon siempre se había asociado a edades más avanzadas, de ahí que buena parte de los cribados comiencen a partir de los 50 años. Pero en los últimos tiempos, tal y como demuestra una investigación del National Cancer Institute, los casos de este tipo de cáncer entre los jóvenes de entre 20 y 40 años están creciendo de forma significativa. Concretamente, en comparación con las personas nacidas en 1950, las personas nacidas en 1990 tienen el doble de riesgo de cáncer de colon y cuatro veces más el riesgo de cáncer en la zona rectal.

La causa más común es el cambio en la alimentación, aunque se siguen analizando las razones que están produciendo este incremento. Por este motivo, es importante tener en cuenta cuáles son los principales síntomas, porque la detección precoz es fundamental en esta enfermedad.

Sangre en las heces

Es uno de los signos más alarmantes. Normalmente es de color oscuro, aunque también puede ser brillante. Cuando se produce, se ha de acudir inmediatamente al especialista.

Calambres abdominales

Cuando los calambres son continuos, no se deben a una causa determinada y se prolongan en el tiempo, puede deberse a la aparición del cáncer.

Dolor estómago

Cambio en las evacuaciones intestinales

Puede producirse un cambio en las horas, en la frecuencia, en la forma o la cantidad de las heces. Es especialmente perceptible en las personas que acuden al baño de forma regular y debe llamar a la alarma si se prolonga.

Estreñimiento o diarrea persistentes

Hay personas estreñidas crónicas o con diarreas debido a la ingesta de ciertos tipos de alimentos. Pero cuando estos trastornos aparecen de forma repentina y se mantienen, pueden ser indicio de la enfermedad.

Pérdida de peso inexplicable

Es uno de los síntomas más frecuentes del cáncer. Si se produce una pérdida de peso repentina, sin causa aparente ni cambio en la alimentación, ni nada por el estilo, puede deberse a que el cáncer está creciendo en el organismo.

En cualquier caso, se pueden llevar a cabo diferentes pautas para reducir el riesgo de padecer la enfermedad. En primer lugar, siguiendo una dieta saludable con muchas frutas, verduras y fibra, y reduciendo drásticamente el consumo de carnes rojas y procesadas. El ejercicio y el mantenimiento de un peso saludable también ejercen un efecto protector frente al desarrollo de la enfermedad.