Dice un recorte de portada de La Vanguardia que hemos pasado el primer pico de la pandemia y que aun pasaremos tres más. La información principal explica que va para largo —El Punt Avui también tira por aquí con ese lúgubre Sine die como un luto en medio de un paisaje muy blanco.

El resto de diarios aun te la presentan más oscura. La Razón, en una exageración descomunal, habla en su titular mayor de 2,5 millones de infectados en 20 días, lo atribuye a "una proyección" que no identifica y después para el carro con un condicional ("si no se respeta el confinamiento") perdido en un subtítulo. Es un abuso explicar así las cosas. La mayoría de personas —salvo algún miembro del gobierno español— cumple el confinamiento tal como establece el decreto de estado de alarma. El diario del Grupo Planeta debe tener razones que el resto no entendemos. Quizás pretenden asustar a la gente para que no salga de casa. Quién sabe. El Mundo también da un poco de pena, defendiendo que los quiosqueros abran —será para que vendan diarios de papel como el suyo— y titulando a toda castaña con el plan de choque del BCE, decisión de portada que, puedes apostar ambas manos, es completamente ajena a que la directora del mismo BCE publique un artículo en el diario. En fin.

Explicar la pandemia por lo que no va bien, la desgracia y el mañana será peor es la opción típica, recurrente. El miedo y la ira son dos inductores psicológicos (drivers, lo llaman en inglés) eficacísimos. Generan ansiedad y angustia. Son adictivos. Es un efecto muy estudiado. Tienes una demostración viviente en Donald Trump y su timeline de Twitter o en los matinales de Telecinco y de Antena3.

Esta es la razón de que los consejos y recomendaciones que nos hacen a los medios suelen ser "evitad espectacularizar la cobertura" —como ayer dijo muy bien el Consell de l'Audiovisual de Catalunya— porque se da por descontado que los medios operan dentro de las coordenadas ira/miedo y no hay nada que hacer. Nos dicen, mira, de acuerdo, excitáis esas dos pasiones pero no os paséis de la raya eh, que hace daño. Sin ir más lejos, ningún diario destaca bien en portada la esperanzadora noticia de que, por primera vez desde el estallido de la epidemia, China no registra ninguna infección. Del paciente cero a cero pacientes. En cambio, todos titulan que Italia lleva más muertes que China.

Necesitamos heroínas y héroes. Gente que sale adelante, que se las compone, que se viene arriba. Y espectacularizarlos, sí. Descaradamente. Cuando menos para paliar en algo la ausencia de liderazgo político y social, la falta de auctoritas en el sentido que Jordi Barbeta explica aquí: el prestigio y reconocimiento que se otorga a alguien por la ejemplaridad de su vida, que legitima su liderazgo.

Heroínas y héroes hay muchos y más cerca de lo que parece. Mira, cada día, este diario envía a los que quieren un boletín al que ahora llamamos Coronavirus Newsletter. Es un resumen del día —también de los hechos duros y dolorosos, claro— y un montón de información de servicio, utilísima. Ayer, la primera pieza más clicada era aquel artículo de Barbeta. Bien. La segunda era la historia de Diego Bianco, un trabajador del hospital Papa Giovanni XXIII de Bérgamo —ciudad italiana devastada por la pandemia. Atendía las llamadas del 118, el teléfono de emergencias. Miles de llamadas. Con su trabajo escondido, repetitivo y vulgar, Bianco, de 46 años, ayudó a miles de infectados de coronavirus. Murió el día 18, cuatro días después de dar positivo. Deja viuda y un hijo de ocho años.

Nos conviene saber que las pasaremos canutas, pero también necesitamos heroínas y héroes que nos ayuden a pasarlas canutas. Ahora se pierden entre la riada de desgracias y malos pronósticos —ira y miedo. Otro caso: Mattia, el paciente 1 de la pandemia en Italia. Podrá volver a casa. "Mattia luchó, resistió, gracias al apoyo del personal médico, que nunca lo abandonó. Ahora, este hombre de 38 años podrá ver el nacimiento de su hijo", informa hoy Giampaolo Visetti en el diario La Repubblica. Heroínas y héroes, como Valentina Cepeda, la mujer que el miércoles por la mañana desinfectaba el atril y los micrófonos del Congreso y se llevó todos los aplausos, como el personal sanitario que celebramos cada noche. O los tractoristas que desinfectan las calles de Alcarràs.

Necesitamos Diegos, Mattias, Valentinas. Encontrarlos, explicarlos, presentarlos con nombre y apellidos. Para saber que ningún sacrificio es en vano. Para saber que luchar vale la pena. Todo esto será largo y pagaremos un alto precio, sí. Para resistir —porque tenemos que resistir— necesitamos heroínas y héroes, gente que sale adelante,que se las compone, que se viene arriba. Existen. Son esos anónimos sin uniforme de los que habla Guillermo Fesser, el director de la película Campeones, en este hilo. O puedes ser tú:

LV

EPA

LR

ME

EPC

EP

AHORA

ABC