Las visitas a urgencias han aumentado entre un 30 y un 50 % desde que comenzara la pandemia, lo que provoca que estos servicios se vean saturados en numerosas ocasiones, situación sobre la que ya advertía la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) a comienzos de este año.

Son muchas las razones que aluden los profesionales a la hora de explicar las causas de esta situación, desde el no reconocimiento de la especialidad de Urgencias en España -lo que influye en la carencia de urgenciólogos- hasta el colapso de la Atención Primaria (AP) en determinadas comunidades autónomas, siempre sin olvidar una cuestión de base en el origen de esta situación: el mal empleo de los servicios de urgencias.

Aunque parece evidente que las “Urgencias son sólo para lo urgente”, se contradice con la realidad del día a día en las salas de espera de estos servicios, ya que muchas de las consultas podrían ser atendidas en Atención Primaria o esperar a la cita con el especialista. Desde pacientes que acuden a Urgencias para evitar la espera en AP o por no poder acudir a ésta por motivos laborales, hasta ajustes de medicación crónica.

Para evitar que estas consultas menores provoquen que las verdaderas emergencias médicas no se vean atendidas en el momento oportuno, los Servicios de Urgencias emplean diferentes sistemas de triaje. Uno de los más habituales, y ampliamente extendido en toda Europa es el de Manchester, estructurado en cinco niveles de prioridad que se distribuyen asumiendo el concepto de que lo urgente no siempre es grave y lo grave no es siempre urgente.

Diseñado en los años 90 por profesionales de los Servicios de Urgencias de los hospitales de Manchester, hace posible clasificar a los pacientes a partir del grado de urgencia; para ello, el método se basa en un sencillo método en el que, en función de la queja del paciente y unas preguntas bien definidas, estandarizadas y jerarquizadas, se le asigna al paciente un nivel de prioridad. El sistema asegura la independencia de los resultados de la persona que los realiza y se ha avalado científicamente que la clasificación que ofrece se corresponde con la gravedad y necesidad de atención urgente o inmediata de los enfermos que acuden a las Urgencias.

Qué niveles encontramos 

Dentro del Sistema de Mánchester, aquellos pacientes clasificados en el nivel de prioridad 1, serían los “críticos”, es decir, los que requieren atención inmediata y sin esperas. El siguiente, considerado “emergencia”, establecería un tiempo máximo de espera bastante breve; mientras que para el nivel 3, “urgencia”, este tiempo se ve incrementado de manera considerable. Los niveles 4 y 5 son considerados “estándar” y “no urgente”, respectivamente, con tiempos de espera que pueden alcanzar varias horas.

La combinación de este sistema de triaje con la telemedicina puede permitir desarrollar alternativas a la atención presencial habitual que permitan descongestionar los servicios de urgencias. Eso sí, como recientemente han recordado desde el Colegio de Médicos de Madrid, siempre que exista un protocolo y una regulación de la videoconsulta. Esta afirmación del Colegio de Médicos de Madrid se ha producido a raíz de la aplicación de la atención no presencial que aplica la Consejería madrileña de Sanidad en varios de los hospitales públicos de la comunidad y que califica como “un avance”.

La defensa de este sistema híbrido se basa en que la tecnología permite dotar a los servicios de urgencias hospitalarias de agilidad y eficacia al orientarse, precisamente, a los procesos más crónicos y de menor emergencia, que suponen hasta dos de cada diez de las atenciones de estos servicios. De esta manera, los pacientes que presentan niveles de prioridad 4 y 5 pueden ver resuelto su caso con mayor celeridad, lo que redundaría en su grado de satisfacción, además de en la eficiencia del sistema.

Entre este grupo de pacientes estarían casos de náuseas sin vómitos, diarrea menor a diez deposiciones en doce horas, mordeduras, dolores articulares sin traumatismos, quemaduras leves, dudas sobre visitas o consultas previas en Urgencias; control, seguimiento y ajustes de medicación crónica, pacientes jóvenes con problemas leves, control de la pauta de anticoagulación o lesiones cutáneas aisladas (leves, como picaduras, y en las que no se detecta anafilaxia), por ejemplo.

También son categorizados con estos niveles de prioridad aquellos pacientes que acuden a Urgencias para solicitar pruebas de laboratorio o imagen, así como la derivación al especialista o la prescripción en receta electrónica; sin olvidar aquellos cuya consulta debería atenderse en AP pero que termina solucionándose en urgencias porque el paciente no puede acudir a su médico de familia. Ejemplos de urgencias que apuestan por este tipo de entornos “phygital” son hospitales universitarios como el Rey Juan Carlos o el Niño Jesús, ambos en Madrid, lo que indica que existen ya centros punteros que están incorporando la digitalización en todos sus servicios, lo que está marcando el camino a seguir, así como contribuyendo al aceleramiento de la transformación digital del sistema sanitario hacia un mix físico-digital.