El ictus es una de las enfermedades cerebrovascular con mayor incidencia y prevalencia en la sociedad, hasta el punto de que constituye la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia después de la enfermedad de Alzheimer. El impacto en la vida de las personas que lo sufren es tremendo, al igual que en sus familias y desde el punto de vista sanitario, por los cuidados y procesos de rehabilitación que requieren los enfermos.

Con la pandemia, la situación se ha agravado. Por un lado, porque los pacientes con la COVID-19 están sufriendo ictus más graves, con mayores problemas de discapacidad a largo plazo y una mayor mortalidad. Por otro lado, y teniendo en cuenta que las primeras horas en la atención de un paciente que sufre un ictus son fundamentales, el hecho de que los hospitales estén más saturados y de que a mucha gente le de miedo acudir a un centro médico por la posibilidad de contagio por el SARS-CoV-2 está provocando que la situación de los que lo sufren haya empeorado notablemente en los últimos meses.

UrgenciaLos pacientes con la COVID-19 están sufriendo ictus más graves

Por eso, ahora más que nunca, una detección precoz se hace más necesaria que nunca, si cabe. En primer lugar, hay que tener claro cuál es el perfil de la persona que tiene más probabilidad de sufrir un ictus. Puede producirse a cualquier edad, aunque su incidencia aumenta a partir de los 60-65 años. Se calcula que entre un 25 y un 30% de los afectados tiene menos de 65 años. 

En España, hay diferencias en función del sexo (7,3% en hombres y 5,6% en mujeres) y del territorio (8,7% en zonas urbanas y 3,8% en rurales). Se prevé que el número de defunciones relacionadas con el ictus se incremente un 39% hasta 2035, debido principalmente al incremento de la incidencia y al envejecimiento de la población. 

Los factores de riesgo más importantes son la hipertensión arterial, el consumo de tabaco o alcohol, la diabetes mellitus, la obesidad, la hipercolesterolemia, la fibrilación auricular  y otras enfermedades cardíacas. Por lo tanto, las personas que padecen estas patologías tienen más posibilidades de sufrirlo.

Cuando se produce un ictus, algunos de los síntomas más frecuentes es tener la boca torcida de repente, presentar dificultades de movimiento para sentarse o levantarse, no poder levantar los brazos o coger algún objeto con cada mano, tener problemas para hablar o hacerlo sin sentido, perder la visión de forma total o parcial, con sensación de vértigo o desequilibrio y un dolor de cabeza intenso y repentino. Ante estos síntomas, es imprescindible acudir con urgencia a un centro médico.

OperaciónSon muchos los síntomas que permiten reconocer un ictus

El avance realizado en el tratamiento en la fase aguda del ictus: la organización de la asistencia urgente, el manejo de los pacientes en unidades de Ictus y las terapias de reperfusión (trombólisis intravenosa y trombectomía mecánica) en el ictus isquémico agudo, han permitido mejorar el pronóstico de las personas que lo padecen.

Pero lo más importante es tener en cuenta que se puede prevenir. Lo más adecuado es llevar unos hábitos de vida saludable, con una adecuada alimentación, dejar el tabaco y el alcohol, tener controlada la tensión arterial y los niveles de colesterol en sangre.