Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo. Aproximadamente, el 39% de las personas adultas de 18 o más años tienen sobrepeso y el 13% son obesas. Una auténtica epidemia de consecuencias fatales para la salud. Y en una época en la que existe suficiente información acerca de cómo se ha de llevar una alimentación saludable, qué tipo de alimentos se deben tomar y donde existe un acceso a los mismos para la mayor parte de la población.

Sin embargo, lo cierto es que la regulación cerebral de los rasgos de la conducta alimentaria no se ha entendido completamente por parte de la comunidad científica. En este sentido, un equipo de investigadores de la Universidad de Turku en Finlandia, han publicado un estudio en el que descubren una conexión entre la función del sistema opioide del cerebro y el deseo de comer desencadenado por estímulos externos del apetito.

Los sistemas opioides y cannabinoides del cerebro tienen una acción relevante sobre el sistema nervioso central y determinan cuestiones relacionadas con la adicción, la recompensa o el dolor. Las encefalinas, endorfinas y dinorfinas son péptidos que activan los receptores opioides en el cerebro.

Los estudios en animales han establecido que los sistemas opioides y cannabinoides del cerebro son importantes para regular la conducta alimentaria y mediar en la experiencia de recompensa alimentaria. Por ejemplo, las alteraciones en la señalización de estos sistemas se han asociado con la obesidad. En general, tanto las señales internas del cuerpo, como la fluctuación de los niveles de azúcar en sangre, como los estímulos externos, como los anuncios de alimentos, pueden despertar el apetito en los seres humanos.

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“Cuantos menos lugares de enlace había para los opioides, mayor era la tendencia a comer en respuesta a estímulos externos, como ver alimentos apetitosos. Además, la cantidad de lugares de enlace para los cannabinoides estaba relacionada con varios tipos diferentes de conducta alimentaria”, asegura el principal autor del estudio, Tatu Kantonen (https://www.researchgate.net/profile/Tatu-Kantonen). Según afirma, los resultados indican que especialmente el sistema opioide podría ser un objetivo potencial para los medicamentos contra la obesidad en humanos.

No es el primer estudio que aborda esta cuestión. El más famoso realizado al respecto fue desarrollado por el Departamento de Neurociencia del Centro de Investigación Scripps en Florida. La investigación demostró que cuando una persona lleva a cabo una alimentación rica en azúcares procesados y grasas saturadas se produce un progresivo deterioro en los circuitos cerebrales de la recompensa, similares a los que se producen en los casos de dependencia a la heroína o la cocaína, que llevan a alimentarse cada vez de forma más compulsiva y a perder el control sobre este tipo de dieta. Es decir, que nos volvemos adictos a estos productos y cada vez se nos hace más difícil dejar de consumirlos.