Más del 90% de los autistas sufren problemas intestinales. Una relación que, hasta ahora, no ha logrado descifrar de forma clara ninguna investigación científica realizada. Pero recientemente, se ha publicado en Autism Research un estudio llevado a cabo por la Universidad RMIT de Australia, en la que se ha descubierto que una serie de mutaciones genéticas que se encuentran tanto en el cerebro como en el intestino podrían ser la causa, pues demuestra un vínculo entre el sistema nervioso y el cerebro en el autismo.

Los científicos se muestran esperanzados porque este hallazgo abre una nueva vía en la búsqueda de posibles tratamientos que podrían aliviar los problemas de comportamiento asociados con el autismo.

El estudio

Según se recoge en la investigación, una mutación genética que afecta a la comunicación de las neuronas en el cerebro –y que fue la primera que se identificó como una causa de autismo– también causa disfunción en el intestino. El estudio, que se ha realizado con ratones, concluye que esta mutación afecta a las contracciones intestinales, el número de neuronas en el intestino delgado y la velocidad en que la comida desplaza por el mismo.

También se encontraron diferencias significativas en la microbiota intestinal de los ratones con la mutación y en los que no la tenían, aunque ambos grupos se habían mantenido en entornos idénticos. Los expertos creen que esta relación que se ha encontrado sugiere un mecanismo más amplio, que indica que las mutaciones que afectan las conexiones entre las neuronas podrían estar detrás de los problemas intestinales en muchos pacientes. Aún así, destacan que el mecanismo exacto que subyace a este vínculo, ya sea a través de cambios estructurales y funcionales del intestino, la comunidad microbiana o un mecanismo de retroalimentación entre ellos, requiere más investigación y proporcionará información sobre las disfunciones en el autismo.

Tras este descubrimiento, los científicos esperan poder seguir una línea de investigación para desarrollar terapias diseñadas específicamente para analizar cómo los medicamentos que se prescriben para el autismo están afectando el intestino. Asimismo, otra vía para trabajar se centraría en conocer cómo las mutaciones genéticas en el sistema nervioso se relacionan con la microbiótica en el intestino. “Sabemos que estos microbios interactúan con el cerebro a través del eje del intestino y la mente, por lo que ¿podrían mejorarlos mejorando el estado de ánimo y el comportamiento?”, se preguntan los expertos.

En esta investigación, además de la Escuela de Salud y Ciencias Biomédicas  de la Universidad RMIT, han participado científicos de la Universidad de Gotemburgo y la Universidad de Lund (Suecia), la Facultad de Medicina Baylor (EE.UU.), la Universidad de Minho (Portugal), la Universidad La Trobe, la Universidad de Melbourne, el Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental y la Universidad Monash (Australia).