Los responsables de Salud de los Estados Unidos también apuestan por inyectar una tercera dosis de la vacuna contra la covid-19. Así lo han indicado en un comunicado conjunto publicado por el Departamento de Salud norteamericano, que recoge la ACN, y que firman, entre otros, el asesor del presidente Joe Biden, el doctor Anthony Fauci, o el director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, Rochelle Walensky.

De esta manera, han expuesto que las terceras dosis se podrían empezar a administrar a partir del 20 de septiembre a las personas que hace más de 8 meses que recibieron la segunda inyección. En todo caso, sin embargo, el plan está a la espera de la autorización del regulador, la FDA, que tiene que analizar los estudios presentados por Pfizer y Moderna sobre las terceras dosis.

¿Por qué apuestan por una tercera dosis?

"Los datos disponibles dejan claro que la protección contra la infección de SARS-CoV-2 empieza a disminuir con el tiempo después de las dosis iniciales y, eso, junto con el variante delta, hace que empecemos a ver pruebas de una reducción de la protección en casos de enfermedad leve o moderada", afirma el comunicado.

Según los expertos de los Estados Unidos, "la actual protección contra una infección grave, hospitalización o muerte podría disminuir en los próximos meses, especialmente entre los que tienen mayor riesgo o se vacunaron hace más tiempo". "Por eso concluimos que una dosis de recordatorio será necesaria para maximizar la protección de las vacunas y alargarla", añaden.

¿Cómo afecta que los países ricos apuesten por terceras dosis?

Según el jefe del grupo de vacunas de Oxford, el profesor Andrew Pollard, muchas más personas de todo el mundo morirán de coronavirus si los líderes occidentales "rechazan su responsabilidad con el resto de la humanidad" al priorizar vacunas de refuerzo para sus poblaciones. Así lo destacaba hace unos días un artículo del diario británico The Guardian, que recoge su opinión y la del director ejecutivo de Gavi, alianza de vacunas, Seth Berkley. Los dos coinciden en el hecho de que el caso científico y de salud pública para el refuerzo a gran escala no se ha hecho y podría tener consecuencias de gran alcance en otros países.

"Este es un momento clave para los que toman decisiones", describen. "Un impulso a gran escala en un país rico enviaría una señal a todo el mundo que se necesitan impulsores en todas partes. Eso absorberá muchas dosis de vacunas del sistema y muchas más personas morirán porque no han tenido la oportunidad de recibir una sola dosis". Además, insisten que "si millones de dosis son impulsadas en ausencia de un caso científico sólido, la historia recordará el momento donde líderes políticos decidieron rechazar su responsabilidad con el resto de la humanidad en la crisis más importando de nuestras vidas".

Para reforzar su teoría, también destacan que todavía no se puede medir el nivel de anticuerpos o células T necesarios para evitar que las personas enfermen de manera grave. Así, recuerdan que por ejemplo que la vacuna contra la fiebre amarilla ofrece protección de por vida con una sola dosis mientras que la vacuna contra la gripe, se administra anualmente.

 

 

Imagen principal: un miembro del personal sanitario administra la vacuna a un menor / Efe