El cuerpo humano necesita controlar los niveles de sodio con mucha precisión. Incluso tenemos células específicas que detectan cuánta sal existe en la sangre. Cuando ingerimos alimentos salados, el cerebro los detecta y activa una serie de mecanismos compensatorios para reducir los niveles de sodio. Y para llevarlo a cabo, activa una serie de neuronas que desencadenan la liberación de vasopresina, una hormona antidiurética que juega un papel clave en el mantenimiento de la concentración adecuada de sal.

Con el objetivo de estudiar este mecanismo y relacionar la actividad neuronal con el flujo sanguíneo en las profundidades del cerebro, así como sobre cómo el cerebro se ve afectado por el consumo de sal, un equipo de expertos de la Universidad de Georgia han llevado a cabo una investigación, la primera en su tipo, que arroja una serie de resultados importantes para conocer cómo la hipertensión afecta al cerebro

El equipo se centró en el hipotálamo, una región profunda del cerebro involucrada en funciones corporales importantes, como beber, comer, regular la temperatura corporal y la reproducción. El estudio, publicado en la revista Cell Reports, examina cómo cambia el flujo sanguíneo en el hipotálamo en respuesta a la ingesta de sal. Se calcula que entre el 50 y el 60 por ciento de la hipertensión se produce por un consumo excesivo de sal.

Sal de mesa

“Si ingieres mucha sal de forma crónica, tendrás hiperactivación de las neuronas de vasopresina. Este mecanismo puede entonces inducir una hipoxia (deficiencia de oxígeno en sangre) excesiva, lo que podría provocar daño en el cerebro”, asegura el Dr. Javier Stern, profesor de neurociencia y director del Centro de Neuroinflamación y Enfermedades Cardiometabólicas de la Universidad. “Si podemos comprender mejor este proceso, podemos diseñar nuevos objetivos para detener esta activación dependiente de la hipoxia y quizás mejorar los resultados de las personas con presión arterial alta dependiente de la sal”.

Los expertos creen que la hipoxia es un mecanismo que fortalece la capacidad de las neuronas para responder a la estimulación sostenida de la sal, lo que les permite permanecer activas durante un período prolongado. Lo cierto es que los resultados les sorprendieron, porque al activarse las neuronas en el hipotálamo se produjo una reducción del flujo sanguíneo, que es lo contrario a lo que ocurre en la corteza del cerebro en respuesta a un estímulo sensorial. En cambio, se observa un flujo sanguíneo reducido en la corteza en el caso de enfermedades como el Alzheimer o después de un accidente cerebrovascular o isquemia.

Ahora, gracias a este estudio, esperan utilizar su enfoque para estudiar otras regiones y enfermedades del cerebro, incluidas la depresión, la obesidad y las afecciones neurodegenerativas.