"El relato inventado sobre la 'rebelión, sedición, organización criminal' y otras perlas y otras lindezas respecto al posicionamiento del pueblo catalán, trata de ocultar la fragilidad política y económica de un Estado que hace aguas por todas partes. Lo de la 'unidad de España' es su última coartada". Es la conclusión de Alfonso Durán-Pich, que ha sido consejero delegado de varias empresas y es licenciado en sociología, psicología y administración de empresas por las universidades de Deusto, Barcelona y Stanford.

Durán-Pich explica a su blog ("El porqué de todo") que "el sistema foral [el concierto económico vasco y navarro] no se aplica en Catalunya porque dejaría un retrato en blanco y negro de un Estado decadente, que ha institucionalizado la subvención como forma de vida, tanto para las macro-empresas ligadas a las decisiones del BOE, como para las clases pasivas próximas al pesebre del poder".

El autor se basa en el informe del Consejo General de Economistas de España ("Riesgos e incertidumbres de futuro de la economía española"), que dedica un capítulo a estimar què pasaría si se aplica a Catalunya el concierto económico vasco, que supone administrar los propios recursos fiscales y contribuir con una cuota a los llamados "gastos generales del Estado".

Clases extractivas

Son conclusiones parecidas a las de otro informe, hecho público a principios del 2018, de la gubernamental Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y dirigido por el economista Ángel de la Fuente.

Para Durán-Pich, el actual sistema de financiación autonómica no es tal. "Catalunya no necesita ningún sistema de financiación; con los recursos que genera tiene más que suficiente para acometer el gasto público corriente e invertir en lo necesario". Él prefiere denominarlo "sistema de redistribución de rentas", que impone a Catalunya un déficit fiscal, "fruto de una decisión política impuesta arbitrariamente por una de las partes", que describe como las "clases extractivas del estado".

Según él, esta "política de redistribución no ha servido para nada. Se ha gastado de forma superflua (pan y circo) y se ha invertido con criterios ideológicos (la red del AVE como síntoma de su megalomanía) y no con criterios económicos".