Carpetazo. La sala de lo penal del Tribunal Supremo ha rechazado la querella que interpuso el PSOE contra el líder y diputado de Vox, Santiago Abascal, por los delitos de odio, injurias y amenazas al presidente del Gobierno. En concreto, el jefe del partido de extrema derecha afirmó en un diario argentino que habrá un momento que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez. "No es penalmente relevante, todo lo que puede considerarse inaceptable en términos discursivos y expresivos," concluye el alto tribunal español, reiterando la protección a la libertad de expresión, especialmente en el ámbito del discurso político, que mantiene el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y el Tribunal Constitucional (TC). El alto tribunal español insiste que la protección a la libertad de expresión "se intensifica" si la persona destinataria de las críticas o descalificaciones ostenta responsabilidades públicas: “Los márgenes de la crítica admisible son mucho más amplios que si el destinatario fuera un particular.”
En la resolución, comunicada este miércoles, el tribunal analiza las expresiones utilizadas por el responsable de Vox en la entrevista que concedió al diario Clarín el 10 de diciembre de 2023 y señala que "manifiestan una frontal radical oposición tanto a la persona de Pedro Sánchez como a su gestión política. Pero este rechazo -añade- no satisface los niveles de antijuricidad penal que reclaman los tipos penales incluidos en la querella".
"Ningún riesgo grave a la convivencia"
Los cinco magistrados del Supremo repasan la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y del Tribunal Constitucional (TC) respecto a expresiones de odio, e indica que se deben tener en cuenta aspectos como la capacidad de quien profiere esas expresiones para producir consecuencias perjudiciales, el contexto en el que se emiten, el medio utilizado, o las condiciones de los destinatarios.
En relación con las manifestaciones de Abascal, el tribunal explica que pese a los indicadores de confrontación presentes en la actual realidad sociopolítica y sus proyecciones que, en forma de protestas y concentraciones ante la sede del partido querellante se describen en la querella, “no resulta posible trazar un pronóstico de que la conducta expresiva del querellado haya generado un riesgo significativo de grave afectación de las bases de la convivencia pacífica o del estatuto de ciudadanía del que son titulares el presidente del Gobierno y los militantes del Partido Socialista”, según expresa el magistrado ponente, Javier Hernández.
Respuesta política y no penal
En el auto, el tribunal añade que “no parece compatible con los propios fundamentos del pluralismo político que puedan ponerse límites penales a los discursos de los representantes públicos electos que, aun en términos descarnados o exagerados, pretendan cuestionar y deslegitimar, desde la oposición, la gestión política del Gobierno y de su presidente”.
Para el Supremo, el odio es precursor del peligro, pero “su expresión no consume por sí y sin ninguna otra consideración el resultado de peligro abstracto, pero real”, exigido por el artículo 510 del Código Penal. Y manifiesta: “La reacción penal no puede activarse porque el discurso produzca o refuerce sentimientos de aversión frente al oponente político. Exige, indeclinablemente, la tasa de lesividad reclamada por el tipo”. Sin esta -aseguran los magistrados- “se correría el inasumible riesgo en una sociedad democrática de excluir del debate público, mediante la aplicación, además, de la norma penal, el discurso extremadamente adverso solo porque pueda estimular, entre los destinatarios, sentimientos de profundo rechazo del adversario político”.
En democracias avanzadas, -razona el Supremo- “los discursos de confrontación entre las fuerzas políticas democráticas, aunque contengan expresiones odiosas, forman parte del espacio del debate público, mereciendo, por ello, protección constitucional. Competiéndoles a dichas fuerzas, y no a los tribunales mediante la aplicación de la norma penal, ofrecer a la ciudadanía aquellas razones y propuestas que permitan mitigar o neutralizar la indeseable lógica schmittiana” (amigo-enemigo) “que, parece, está enmarcando el clima político”.