El Tribunal Supremo ha negado el derecho al olvido del secretario judicial, Antonio Luis Baena Tocón, del Juzgado que instruyó la causa en que se condenó a pena de muerte el poeta Miguel Hernández el año 1940. El alto tribunal ha desestimado el recurso presentado por el hijo del secretario judicial, muerto en 1998, contra la sentencia de la Audiencia Nacional que avalaba la negativa de Google y de la Agencia Española de Protección de Datos de suprimir las 18 informaciones a que se vinculaba su nombre con el proceso que culminó con la condena el poeta.

En su sentencia, el Tribunal Supremo remarca que el reconocimiento del derecho al olvido que se contempla por las personas vivas también incluye a las personas muertas. Sin embargo, en este caso, la Sala defiende que prima el derecho a la libertad de información, expresión e investigación histórica ante el derecho al olvido de Baena Tocón. Por su parte, en su escrito, el hijo del secretario judicial alegaba que las referencias cuestionadas contenían datos inexactos, pero el tribunal considera que las inexactitudes no afectaban a la esencia de lo que se ha informado ni la exactitud del conjunto de la información tratada.

El tribunal cita como elementos relevantes para negar el derecho al olvido, "que las informaciones revistieran un interés público incuestionable al versar sobre la intervención del padre del recurrente, como secretario judicial del Juzgado Especial de Prensa que instruyó la causa penal contra el poeta Miguel Hernández". Pero también "que la información aparecida formara parte de una investigación histórica y científica, contenida en publicaciones de la universidad; y que el transcurso del tiempo no hubiera hecho decaer el interés que suscita todo aquello que rodea la muerte del famoso poeta".

Miguel Hernández fue juzgado al finalizar la Guerra Civil por un consejo de guerra, presidido por el juez Manuel Martínez Gargallo y en el que actuó como secretario el alférez Antonio Luis Baena Tocón y Josep Maria de Cossío. Fue condenado a muerte y varios amigos e intelectuales trataron de interceder por él y finalmente se le conmutó la pena capital por treinta años de prisión. Hernández pasó por varios centros penitenciarios y acabó en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Las malas condiciones que concatenó de prisión en prisión debilitaron su salud. En este último penal enfermó. Primero contrajo bronquitis y después tifus, enfermedad que se le complicó y acabó evolucionando en una tuberculosis que puso fin a su vida.