Las soluciones inmediatas no existen para casi nada. Tampoco para luchar contra la sequía. Combatir la escasez hídrica es un reto mayúsculo, seguramente el mayor de los retos que tiene que afrontar nuestra sociedad a medio plazo. Venimos de más de una década de sequía inversora en las infraestructuras del ciclo del agua, especialmente en el ámbito del abastecimiento en alta.

La Agencia Catalana del Agua, el ente público que tiene que garantizar la disponibilidad de agua a la ciudadanía, sufrió una grave crisis económica al inicio de la década de 2010 que causó un retraso de 7-8 años en las inversiones que eran necesarias para hacer más resiliente el abastecimiento de agua en las cuencas internas de Catalunya. Sin embargo, el ACA, con sus finanzas saneadas, ya hace años que tiene un presupuesto anual de 400 millones de euros para actuaciones en el abastecimiento y el saneamiento en alta.

Ya hace casi una década que el ACA situaba el déficit hídrico en la región metropolitana en 60 hectómetros cúbicos anuales, tres veces la capacidad de la futura desaladora del Foix. Actualmente, el déficit hídrico en el sistema Ter Llobregat es de 85 hectómetros cúbicos y se estima que el año 2040 este déficit será prácticamente de 240 hectómetros cúbicos. Por lo tanto, si no se ponen más recursos en el sistema, próximamente se tendrá que empezar a priorizar el uso doméstico de esta agua en detrimento de los usos ambientales y agrícolas.

El cambio climático afecta de una forma contundente la disponibilidad de agua y eso ya hace años que lo sabemos. ¿Entonces, por qué la administración hídrica catalana no ha priorizado las inversiones para hacer frente a esta falta estructural de agua? ¿Qué tendría que haber hecho?

¿Qué se tendría que haber hecho?

En primer lugar, contar con las aportaciones de agua regenerada como una fuente de suministro no condicionada solo a los periodos de sequía. El uso sistemático de este recurso permitiría desembalsar mucha menos agua en periodos de normalidad. Pero el agua regenerada es, además, la solución para garantizar el agua a los regantes y para hacer recarga de acuíferos en periodos en que haya bastante agua en los embalses, de forma que el agua regenerada no esté compitiendo con el uso de boca o doméstico. Solo en el área metropolitana de Barcelona se podrían estar regenerando cada año 90 hectómetros cúbicos de agua más, que equivale al consumo anual de casi dos millones de personas.

En segundo lugar, había que construir la ITAM del Foix, que tenía que aportar 20 hectómetros cúbicos al sistema de abastecimiento. En el ámbito de la desalación llevamos también retraso en la ampliación de la ITAM de la Tordera, que actualmente aporta 20 hectómetros al sistema y que tendría que estar aportando 60. En total hablamos de 60 hectómetros cúbicos de agua desalada adicionales que, con la paralización de las inversiones durante 14 años, no tenemos y que nos hubieran permitido afrontar con muchas más garantías la escasez de lluvias.

La administración hídrica catalana y el Govern de la Generalitat son los responsables de garantizar la seguridad hídrica a los catalanes y catalanas. Superadas las dificultades económicas del ACA hace falta que acelere las inversiones y sobre todo hace falta que el Govern quiera aprovechar la oportunidad que suponen los fondos Next Generation y traccione para que se pueda ejecutar el proyecto de Racionalización del uso del agua en Catalunya tal como se aprobó en febrero de 2021.

Sin embargo, no parece que la actitud de este Govern sea la de dar soluciones. Prueba de eso es el decreto de sequía, que a diferencia de lo que se aprobó el año 2007, este no incorpora actuaciones de emergencia, tan solo el régimen sancionador a los ayuntamientos que no cumplan con las dotaciones de agua autorizadas.

Parece que la ciudadanía lo tiene claro y como no ve a su Govern actuar, prefiere recuperar antiguas tradiciones y encomendarse a la iglesia para invocar la lluvia.

 

Imagen principal: pantano de Siurana que no llega al 8% de su capacidad total a causa de la situación de sequía / ACN