El rumor de fondo es una constante en el Partido Popular cuando las cosas van mal dadas. Y la derrota de Cuca Gamarra para presidir el Congreso de los Diputados ha multiplicado el malestar en la formación conservadora, hasta el punto de poner en cuestión el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo. El gallego aterrizó en Génova para pacificar un partido que se desangraba por la guerra fratricida entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. De hecho, algunos sectores críticos siempre han situado a la presidenta de la Comunidad de Madrid en la recámara, a la espera de cualquier error garrafal de Feijóo para hacerle la cama. A pesar de descartarse para el trono, Ayuso se ha mantenido como un verso libre y atreviéndose a dar consejos a Feijóo.

Desde que lidera el PP, Feijóo se salió con la suya de entrada gracias a la mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía, en un territorio controlado históricamente por los socialistas. Pero el primer examen de peso lo asumió en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. El aura de moderado con el que se presentó en Madrid estaba a prueba y sacó buena nota, arrebatando al PSOE la mayoría del poder municipal y territorial. La fórmula Feijóo estaba garantizada para asumir el reto del 23-J.

En las elecciones generales de verano, el Partido Popular consiguió unos buenos resultados, multiplicando exponencialmente los apoyos y convirtiéndose en la fuerza más votada. Sin embargo, los populares fueron víctimas de alimentar con cruces las expectativas y se quedaron lejos de las previsiones que vaticinaban las encuestas, que empujaban el PP a un gobierno en solitario. La doble negativa del PNV a apoyar una investidura dejaron a Feijóo con un palmo de narices, a pesar de haber reclutado el apoyo sin impedimentos de Vox.

Con los resultados ya digeridos y sin los votos necesarios, Feijóo insiste en probar una investidura y se compromete a intentarlo si el rey Felipe VI se lo pide. Choca con la calculadora, pero vende el relato del ganador de las elecciones y, si el jefe de Estado se lo permite, Feijóo quiere probar la investidura como una estrategia para poner en marcha el reloj de dos meses para la repetición electoral y poner prisas y presión a Pedro Sánchez, que tendrá que negociar con los independentistas. Dicho de otra manera, Feijóo se la juega a que el presidente en funciones fracase y se aferra a la posibilidad de que ir de nuevo a las urnas le dé opciones de robar todavía más votos a Vox que lo acerquen a La Moncloa.

Ahora bien, el último fracaso de Feijóo ha tenido consecuencias inesperadas. Su candidata para presidir el Congreso, Cuca Gamarra, se quedó muy lejos de su objetivo este jueves al conseguir 139 votos. Los del PP, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria. En esta suma, a Feijóo le faltaron por sorpresa los 33 de Vox, que votaron a su candidato al constatar que los populares no les cederían un sitio en la Mesa de la cámara baja. Fuentes del PP justificaron la decisión porque "no tenía sentido" prestar votos los ultras sabiendo que Junts y el PSOE lo tenían hecho. Pero el gesto no es baladí porque, de facto, representa una manera de distanciarse de Vox y que no se sitúe siempre a los dos partidos en un mismo bloque monolítico.

El movimiento no es trivial porque se tiene que enmarcar en la retahíla de pactos que el PP y Vox han firmado en los últimos meses a raíz de las elecciones autonómicas. Las coaliciones con los ultras han sido munición para las izquierdas y Feijóo necesita combinar las dos vías: la necesidad de pactar con Vox para tocar poder y la necesidad de marcar perfil propio para no atarse a ellos en exceso. En este aspecto tiene dos métodos comprobables con dos mayorías absolutas. El que representa Díaz Ayuso, que apuesta para quitar espacio a Vox mimetizándose con los ultras, y el que lidera Juanma Moreno Bonilla, que ha conseguido un apoyo mayoritario en Andalucía con un discurso moderado que es compatible con el votante del PSOE. Feijóo vive en esta dualidad.

Con todo, la derrota en el Congreso de los Diputados ha dado ánimos a los sectores críticos que dudan del liderazgo de Feijóo. Aunque la dirección del PP lo ha negado por activa y por pasiva, algunas informaciones periodísticas radicadas a Madrid apuntan que los descontentos ya piden su cabeza, apuestan por hacer un congreso y se ha apuntado que la cúpula del PP vive momentos de crisis a raíz del golpe propinado por Vox este jueves. Feijóo aguanta, pero los que lo cuestionan tienen ahora más argumentos y le reclaman cambios. El entorno del gallego medita qué estrategia tejer a partir de ahora.