La Entente cordiale formada por el PSOE y Unidos Podemos consumará esta semana la primera ofensiva para debilitar la imagen de Mariano Rajoy, en un momento en que el Gobierno necesita más que nunca exhibir la fortaleza del Estado frente al conflicto soberanista. A un mes del 1 de octubre, el jefe del Ejecutivo cambiará la Audiencia Nacional por el Congreso de los Diputados, obligado por la oposición, a excepción de Ciudadanos, a ofrecer explicaciones sobre la presunta caja B del Partido Popular. Fuentes de la Moncloa no esconden la gravedad del hecho y acusan a la izquierda de haber instalado "un clima de mezquindad permanente" contra el Gobierno, en el que los partidos independentistas encuentran la oportunidad "de enredar más".

"Preocupa más quién lo propone que quién lo vota", decían las fuentes consultadas, en alusión al PSOE y Podemos. Desde el Ejecutivo acusan a estos dos partidos de atacarles, después de haber "perdido el juicio" de la Gürtel, de donde Rajoy salió victorioso, a su parecer. Aseguran que la presunta función de control al presidente esconde en realidad una voluntad de "recuperar el foco". Se abstienen, sin embargo, de opinar sobre el PNV, voto decisivo para forzar la comparecencia de Rajoy. Y es que ante su electorado, los jeltzales buscan el equilibrio entre el palo y la zanahoria para Rajoy.

La cuestión es que la comparecencia del presidente del Gobierno –este miércoles 30 de agosto a las 9h– no llega aislada del contexto inmediato: los atentados del 17 de agosto. "Hay otros formatos y momentos y hay otras cosas mucho más urgentes", se quejaba el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando. En última instancia, las fuentes gubernamentales asumen que ERC y el PDeCAT encontrarán en la comparecencia su oportunidad para pinchar con el tema del referéndum.

Los socialistas, aludidos, se justifican diciendo que no quieren "dar el espectáculo", pero sí aclarar "la verdad", después de que se difundiera un vídeo de hace años, en el que Rajoy hablaba de la financiación de las campañas –aunque en el juicio, su principal argumento fue que solo controlaba la parte política de Génova. La portavoz Margarita Robles se defiende con que los populares desearían "no tener oposición", pero el momento en que el "nuevo PSOE" ha decidido hacer el envite al gallego es especialmente delicado por el escenario que se dibujará en Catalunya antes y después de el 1-O.

En la Moncloa empiezan a desconfiar del PSOE y sus intentos de tomar el poder, en medio del conflicto soberanista

Hace algunas semanas se ha instalado en determinados círculos de Madrid el fantasma de que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puedan capitalizar el malestar del 1-O para hacerse con el gobierno. La desazón nació después de que los dos eternos rivales hicieran las paces y se emplazasen a una nueva moción de censura a Rajoy antes de Navidad. A ello se le suma "la ambigüedad" que desde la Moncloa le atribuyen a Sánchez en la cuestión nacional, al hablar de "plurinacionalidad". También, la forma como el líder socialista se desmarcó de Rajoy, dudando de que el Ejecutivo pudiera frenar algún tipo de votación el 1-O –información adelantada por El Nacional y que la portavoz socialista Adriana Lastra ratificó este domingo.

Asimismo, Sánchez empieza a encarnar la cara amable del Estado en Catalunya. Quiere impulsar una comisión en el Congreso para abordar la reforma constitucional y poner especial énfasis en el conflicto territorial. Será en septiembre, según las fuentes consultadas, y cuenta ya con el apoyo de Unidos Podemos –aunque estos en un inicio eran partidarios de una comisión que abordara soberanías, el referéndum y el derecho a decidir. El único partido en interrogante, según fuentes del PSOE, es Cs, que no se muestra convencido con adaptar la Constitución a las demandas soberanistas.

Así las cosas, Rajoy solo parece profesar confianza plena hacia Albert Rivera en el marco del conflicto soberanista. De hecho, Cs se quedó solo abstuviéndose en la votación sobre la comparecencia por la caja B, bajo la idea de que era una forma de ofrecer a Rajoy un espacio para dar un "miting". Es el mismo argumento que esgrime la Moncloa cuando las fuentes aseguran que la oposición podría sufrir "el revolcón" del presidente del Gobierno, reconocido como gran parlamentario por la mayoría de grupos del Congreso. Pero el golpe será igualmente televisado y tuiteado, ahora que la clásica alianza tácita PP-PSOE comienza a presentar fisuras y a pocas semanas de que el Govern saque las urnas a la calle.