Van las portadas de este jueves cada una por su cuenta, en uno de esos días extraños en que cada diario elige una noticia diferente para abrir su primera página. Solo hay unanimidad en destacar la victoria apabullante de la selección española de fútbol, siete a cero contra Costa Rica, un debut mundialista nunca visto. Aquí todos los diarios coinciden: es un equipo de jugadores jóvenes, con permiso de Sergi Busquets y Jordi Alba. Ya es raro que los diarios españoles no destaquen la presencia del Felipe VI en el palco del estadio qatarí y aprovechen la ocasión para hacer propaganda del rey talismán —o cualquier otra lisonja— que sirva para aflojar la extravagancia de ser la única testa coronada que ha viajado a Qatar. Las otras cinco monarquías con equipos presentes en la competición no están, para no mezclarse en las polémicas sobre la violación de derechos humanos en el emirato y la muerte de más de seis mil trabajadores en la construcción de los estadios del Mundial de fútbol. Las portadas han hecho silencio sobre la presencia de Felipe VI en el campeonato.

Tampoco se da gran relieve a la decisión del Tribunal Supremo británico de vetar al parlamento escocés la convocatoria de un referéndum de independencia sin el acuerdo y el permiso del parlamento y del gobierno británicos. La Razón procura vender este pescado como una lección a Catalunya y emplea de nuevo la expresión "órdago independentista", ahora aplicada a Escocia. Ara simplifica demasiado y hace entender que se veta un segundo referéndum. No. Lo explica bien El País, más juicioso y preciso, al explicar que el veto judicial afecta solo a un referéndum unilateral. Los otros diarios catalanes que tocan la cuestión ponen el foco sobre los próximos pasos del gobierno independentista escocés: mantenerse dentro de la legalidad y dar carácter plebiscitario a las siguientes elecciones generales, quizás dejando el referéndum como único punto del programa electoral, de forma que quede claro qué se vota.

El silencio de las portadas de Madrid es también atronador respecto a la absolución de los miembros independentistas de la Mesa del Parlament que presidía el ahora conseller de Empresa, Roger Torrent. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya viene a decir que el Tribunal Constitucional no dejó clara su intención ni la obligatoriedad de seguir las providencias que había dictado para instar a la Mesa a impedir el debate sobre la monarquía en España o el derecho de autodeterminación. Una formalidad, vaya. Dicho de otra manera, si el Constitucional hubiera redactado los papeles con más maña y calidad se habría podido empapelar a Roger Torrrent, Josep Costa, Eusebi Campdepadrós y Adriana Delgado. Tiene gracia, porque parece que los magistrados que se han pronunciado por la absolución hayan fabricado argumentos ad hoc para no comprometer a los acusados ni reconocer la soberanía del Parlament para discutir lo que bien le parezca, como es costumbre a las democracias normales y normalizadas. Es verdad que es muy complicado explicar todo esto en un título de doce o quince palabras, claro, pero a la vista de lo que había en juego, quizá valía la pena el esfuerzo.

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