Es muy fuerte el título de portada de La Vanguardia. Tajante. Fulminante. Categórico. Con el mérito que es más potente que el de El País por el verbo y el objeto directo que emplea: prohíbe votar. Es muy bestia prohibir votar. Pero es lo que ha hecho el Tribunal Constitucional. El diario madrileño ha elegido otro verbo, impedir, con un objeto directo más técnico: su propia renovación. También es una expresión terminante, pero menos intensa, porque una prohibición da sombra de amenaza general a la libertad y un impedimento tiene como un deje jurídico que le resta contundencia: es un obstáculo que se puede mover. Está muy bien como construye la frase El País, con ese final sobre el mismo sujeto ("El Tribunal Constitucional impide votar en el Senado su propia renovación"), que manifiesta el enfrentamiento entre los tres poderes y lo describe como una cacicada.

La sustancia de la decisión del TC aun tiene que conocerse en detalle. A grandes rasgos, es esta: el sector conservador del tribunal de garantías ("la derecha del TC", dice el Ara) alega que el procedimiento legislativo seguido hasta ahora —un añadido en un decreto-ley que enmienda el Código Penal— no es apto reformar el sistema de elección del TC, que es parte del llamado "bloque constitucional" y pide, por lo tanto, un trámite más reglamentario, con informes, debate en comisión y en el plenario, y posibilidad de enmiendas. Seguir el procedimiento actual dejaría indefensas a las minorías parlamentarias, que tienen derecho a ser escuchadas en un cambio de este nivel legislativo. La minoría progresista del TC, en cambio, considera que el TC no puede intervenir preventivamente en un debate parlamentario que aún no se ha celebrado: tiene que hacerlo sobre leyes ya aprobadas, sin interferir en la tarea legislativa, que no es su función. Las partes tienen sus razones, como ves, y finalmente se ha tenido que resolver por la fuerza bruta de los votos. Los conservadores (los magistrados propuestos por el PP y alineados con este partido) son seis, uno más que los progresistas (los magistrados propuestos por el PSOE y alineados con este partido). También hay cuatro magistrados con los mandatos caducados.

Es muy complicado encajar todo eso en un título. Por eso los diarios simplifican, procurando no decir mentiras ni inducir al error. Otros, además, adaptan los hechos al relato que sostienen desde hace días, semanas y meses. El Punt Avui habla de "golpe", se entiende que de Estado, por ejemplo. El Trío de la Bencina, en perfecta sincronía, lo describe como una reacción defensiva ante los planes del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de "controlar" al Constitucional, como dice El Mundo. Aquí hay alguna cosa más que una mera simplificación para encajar un hecho muy complejo —molto articolato, dicen los italianos— en las diez o doce palabras de un título. Está el afán de vender un juicio de intenciones contra Sánchez y contra la mayoría parlamentaria que le da apoyo.

La razón para hacer las cosas así la explica Nick Naylor, protagonista de la película Gracias por fumar (Thank you for smoking), en la que ejerce de publicista del sector tabacalero contra de los científicos que vinculan el tabaco con el cáncer de pulmón. En una conversación con su hijo, Naylor le hace ver que es mejor utilizar la demagogia para cargarse la credibilidad y autoridad de tu rival que rebatirle sus argumentos con otros argumentos, cosa que pide maña, ciencia y honestidad. Es decir, explica al chico, si destruyes o descalificas a la persona haciéndola pasar por ignorante, mentirosa, cruel o antipática, cualquier cosa que diga será rehusada o descartada por el público. "Eso exige una flexibilidad moral que no está al alcance de todo el mundo", dice Naylor a su hijo. Flexibilidad moral es un eufemismo por falta de escrúpulos. Pues eso.

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