Carles Puigdemont habla desde el atril del Parlamento Europeo en Estrasburgo y Pedro Sánchez le escucha atentamente. Es la foto que señorea todas las portadas. Hay que ver. Hace medio año y cuatro días, el presidente exiliado decidió no viajar a Estrasburgo porque el Parlamento Europeo no garantizaba su inmunidad y temía que Francia le entregara a España. Este miércoles, el presidente del gobierno español le ha replicado en tono conciliador, el mismo que ha utilizado Puigdemont para dirigirse a él. “Esgrima”, dice el director de esta santa casa en el editorial. No se han saludado, pero el hecho de dirigirse al presidente exiliado por su nombre en su discurso es señal de alguna cosa más que la foto no termina de contar: un reconocimiento, un visado, una aceptación de la legitimidad de Carles Puigdemont como actor político ante el mismo Parlamento Europeo. La foto contiene un mensaje con sustancia política, más allá de la cortesía parlamentaria. Este es el contenido de fondo que transmiten las portadas de este jueves.

El hecho de que Sánchez, en la misma sesión, pintara la cara al presidente del Partido Popular Europeo, el cristianodemócrata alemán Manfred Weber, pone la amnistía al nivel de la lucha contra la ultraderecha europea, con la cual Weber promueve una relación más próxima para apuntalar una mayoría alternativa a la que eventualmente puedan construir liberales, socialdemócratas, verdes y otras izquierdas a las instituciones de la Unión Europea. Es la misma actitud del PP, a quien no inquieta pactar con Vox en cinco comunidades autónomas y 130 municipios al precio de degradar derechos y libertades. El último capítulo de estas relaciones peligrosas lo han vivido en Huesca y en Borriana. En la ciudad aragonesa, los dos concejales de Vox han obligado a fulminar el festival cultural Periferias. En la capital de la Plana Baixa, el ayuntamiento ha cancelado las suscripciones a las revistas en lengua catalana.

El político alemán, artista de las operaciones entre bastidores, quedó muy mal retratado como vendedor del relato pepero que equipara la amnistía a un golpe de Estado y a Sánchez con Obrán. Puso los dedos en el enchufe español y se electrocutó. El Mundo corre a dejarle espacio en portada para que pueda explicarse, pero el resultado es una confusión desesperada y una media verdad, porque “la lección de Alemania contra los nazis” no es “trabajar desde el centro”, como dice Weber. Es más bien consecuencia de una derrota militar y de la ocupación y partición de un país arrasado, del proceso de desnazificación y del Plan Marshall, que era alguna cosa más que dinero, pues intervino el mismo nervio social y cultural del país.

ABC también se da cuenta de que el repaso de Sánchez a Weber hace daño y defiende al presidente del PPE con una técnica más primitiva: asesinar las intenciones de Sánchez, a quien acusa “de agitar el fantasma del nazismo” en la Eurocámara. Hombre, a ver. Hay que tener la mirada muy torcida para presentar así el debate en Estrasburgo. La Vanguardia hace una cosa parecida, en una demostración insólita de brocha gorda, seguramente motivada por una indisimulada animadversión a Carles Puigdemont, de la que no se esconde nunca. Quizás por eso mismo también publica la peor versión de la fotografía. En fin. Cada uno hace lo que puede con lo que Dios le ha dado.

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