La única noticia que está en todas las portadas de este jueves es el registro de la sede de la Federación Española de Fútbol, la casa de su expresidente Luis Rubiales y una decena más de domicilios por supuestas irregularidades en los contratos de la Supercopa de España con Arabia Saudí. Hay siete arrestados y entre ellos no figura Rubiales porque lleva semanas en la República Dominicana. El juez investiga presuntos delitos de corrupción en los negocios, administración desleal y blanqueo de capitales. Uno de los contratos en cuestión es el de la RFEF con Kosmos, la empresa de la cual es fundador y presidente el exfutbolista del Barça, Gerard Piqué, valorado en 264 millones de euros. La mayoría de las portadas han escogido la foto del registro en la federación, excepto El Mundo, que ha preferido publicar la imagen de los agentes saliendo de la casa de Rubiales. Es la misma puerta desde donde la madre del exdirigente anunció una huelga de hambre a raíz del caso del beso indeseado de Rubiales a la futbolista Jenni Hermoso.

Se hace raro ver el poco relieve que tiene en las portadas la movilización convocada desde la Unión Europea para rearmar el continente y las propuestas del comisionado para la política exterior de la UE, Josep Borrell, bastante inauditas hasta ahora en Europa. El presidente del Consejo, Charles Michel, también ha pedido a los estados miembros que pongan la economía “en pie de guerra”. Se propone emitir eurobonos para financiar el rearme y confiscar los intereses generados por los activos rusos dentro de las fronteras de la UE para comprarle armas a Ucrania. La semana pasada, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, recomendaban enviar tropas. El domingo, la ministra de Defensa española, Margarita Robles, decía que la guerra es un riesgo real y próximo. Este jueves, tanto La Vanguardia como El Periódico anuncian entrevistas con Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, siempre muy combativa contra la invasión de Ucrania ordenada por Vladímir Putin. El título que usa La Vanguardia es fuerte y elocuente: “Para evitar la tercera guerra mundial, Rusia tiene que perder”. En El País entrevistan al primer ministro de Ucrania, Denys Shmyal, que pide una mayor implicación europea —no hay que enviar soldados todavía, añade.

Al lado de este fenómeno, cualquier otra noticia resulta casi menor, irrelevante, incluidas las informaciones sobre el comportamiento troglodita del equipo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que asedia a los periodistas que intentan explicar los delitos fiscales reconocidos por su pareja. El País abre la portada con este asunto. El Mundo también dedica un buen espacio a la expulsión por Rusia de Xavier Colàs, su corresponsal en Moscú. Ara considera su noticia principal el plan del ministerio de Sanidad de rebajar las guardias de los médicos de 24 horas a 17. Son casos gruesos, ciertamente, pero quizás no tanto como las repercusiones europeas de la guerra en Ucrania. Quizás en Europa nos hemos desacostumbrado tanto al conflicto bélico —tan frecuente hasta 1945— y no nos lo acabamos de creer. Es verdad que la credibilidad de muchos líderes europeos no es muy alta, desde que se enredaron en guerras en el Oriente Próximo con motivos fake —como la segunda de Irak, por ejemplo— o no hacen mucho caso a otros más actuales —entre Israel y Hamás en Gaza. Quizás hemos perdido capacidad para saber que un conflicto bélico siempre es una amenaza. Hace unos días, Iúlia Navàlnaia, la viuda de Alexander Navalni, fue al Parlamento Europeo y tildó a los diputados allí presentes de “aburridos y faltos de creatividad”. Quizás también lo son nuestros diarios.

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