Por lo visto en las portadas, la nueva normalidad será no saber en qué consiste la nueva normalidad, excepto por una cosa: si no llevas mascarilla en espacios cerrados te pueden clavar cien euros de multa.

La idea del decreto de la llamada "nueva normalidad" parece que no es promover el uso de la mascarilla porque es conveniente, prudente y beneficioso, y organizar su provisión. El decreto insiste en reprogramar la mentalidad de la gente en clave más bien autoritaria: sólo se puede hacer aquello que se dice expresamente a la ley o, dicho de otra manera, la ley te dirá lo que tienes que hacer. El resto de comportamientos están sometidos a la discrecionalidad sancionadora de los agentes, a quien ahora también se atribuyen competencias sobre tu salud. Los médicos no pueden obligarte a tomar una medicina contra tu voluntad, pero la mascarilla, ay, la mascarilla: el policía te puede multar si no la llevas puesta y tu vecino sentirse justificado si te delata.

El estado de alarma habrá servido —con el auxilio inestimable de los diarios y otros medios— para preparar todo este escenario, donde es posible que la policía entre en un supermercado o un cine a multar quienes vayan sin mascarilla o la lleven mal puesta (eh, que no le tapa la nariz: multa). Si en los meses de confinamiento & desconfinamiento en Catalunya se han impuesto 130.000 denuncias por motivos parecidos —y el Departament d'Interior dedicará cien abogados a procesarlas, porque quiere cobrarlas (hablamos de unos 70 millones de euros, cinco millones arriba o abajo)—, imagínate el festival sancionador en que puede derivar una disposición como la de la mascarilla obligatoria incluida en el "decreto de la nueva normalidad".

Se hace extraño que ningún diario levante un poco la voz o, al menos, se sorprenda de esta actitud gubernamental. No tanto porque sea intimidatoria —en general, las comunicaciones de la administración pública lo son por defecto, ya estamos tristemente acostumbrados— sino porque consideran a la ciudadanía una banda de gamberros rebeldes y desobedientes a los que hay que tratar, de entrada, con coacción, sanciones y vigilancia porque son, somos, incapaces de cuidar de sí mismos.

Piensa una cosa, sin embargo, por contraste y con un punto de demagogia, si quieres: los que han redactado ese decreto son los mismos que no saben contar bien los muertos por la pandemia, cuidar de las personas mayores que han muerto solas y abandonadas en residencias y sociosanitarios o fijar un calendario de apertura de fronteras, y no digamos nada de la gestión de los tests, la provisión de equipos de protección al personal sanitario, pagar puntualmente los ERTE, reorganizar el calendario escolar o —ya puestos— de la penosa trifulca organizada estos días entre el Ministerio del Interior, la Justicia y la Guardia Civil. En medio de este panorama, a los diarios se los ha echado de menos al lado de los ciudadanos. Hoy también.

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