Llama mucho la atención estos días —hoy también— la ausencia casi sistemática en las portadas de Madrid y Barcelona del juicio al major Josep Lluís Trapero y a la cúpula de Interior que se sigue en la Audiencia Nacional. Van pasando los responsables más directos de la represión policíaca del 1-O y Olga Tubau, la abogada defensora del exjefe de los Mossos d'Esquadra, los va dejando más lisos que una sábana. En las portadas, sin embargo, reina un extraño silencio de radio.

No hay día que Tubau no desmonte las fabricaciones más gruesas que componen buena parte de los atestados de la Guardia Civil que esgrimen los fiscales. Son los mismos atestados que sirvieron para construir las acusaciones de rebelión, primero, y sedición y malversación, después, en la vista seguida en el Supremo contra los líderes independentistas ahora presos. Estos días, sin embargo, supuestas pruebas incuestionables y decisivas quedan en humo por el mero hecho de traducirlas correctamente del catalán, por ejemplo. Es el caso de la famosa "reunión secreta" entre Trapero y Puigdemont que, como otros pretendidos hechos y documentos clave —la famosa Moleskine y etcétera—, resulta que son sólo un "planteamiento teórico" de los investigadores de la Guardia Civil, una fantasía sin indicios que nunca han podido probar. Ayer lo reconoció a trancas y barrancas César López, la mano derecha del investigador principal del 1-O, el teniente coronel Baena.

Quizás por este motivo ninguna portada se hace mucho eco de la cosa. Todo el Periodismo de Estado™ dio por buenas y santas las investigaciones de la Guardia Civil porque, tú dirás, estaba en juego el imperio del derecho y el estado de la ley (¿o es al revés?). Que venga ahora la abogada esta a desmontarles meses y meses de portadas no debe hacerles mucha gracia. Además, claro, de la pereza que da reconocer que tomaron partido aunque aquella investigación, ahora se ve, era de pacotilla —quizás como su, ejem, información.

Vox, el "nacionalismo bueno"

Otro detalle significativo. Tanto El Mundo como La Razón titulan en tono de queja que PSOE y PP hayan impedido a Vox presidir alguna comisión parlamentaria en el Congreso. Da la impresión que les sabe mal. La Razón incluso ve en ello una injusticia, porque —dicen— el partido ultra es "la tercera fuerza", oiga. Al margen de la precaria inteligencia que demuestra el diario del juego parlamentario en una democracia típica, dónde estas maniobras no son extrañas, es significativo su interés por blanquear a los de Abascal como un partido normal más, cuyas propuestas son homologables a otras. No les miréis así, que no hay nada raro, vienen a decir esos diarios a la mínima ocasión.

El Mundo explica que Vox ha participado en una conferencia de "líderes nacionalistas" en Roma, donde se han reunido, entre otros, Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, que definió su régimen como "una democracia iliberal", y Manon Maréchal, la sobrina de Marine Le Pen y lideresa júnior del Reagrupamiento Nacional, que es como ahora se hace llamar el antiguo Frente Nacional. De entrada, el historial xenófobo de Orbán y Le Pen, compañeros de viaje de Vox, está bien comprobado y basta para explicar el "cordón sanitario" en torno a ese partido —aunque el PP (y Ciudadanos) se beneficien de su apoyo para gobernar un puñado de comunidades autónomas y ayuntamientos. Si estos son los "nacionalistas", lo llevamos claro.

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