Tres diarios de Barcelona (La Vanguardia no) llevan pequeño en portada —pero lo llevan, alabado sea el cielo— que el Gobierno español está receptivo a que el proyecto de ley audiovisual incorpore la obligación de las plataformas (Netflix, HBO, Prime, Disney+…) de emitir unos mínimos en las lenguas que no son el español (o castellano, como lo quieras llamar), como la catalana. A ver cómo va la cosa, porque es tremendo que el gobierno central, cuando hace leyes, olvide que el 42,6% de la población vive en territorios donde se habla otra lengua cooficial. Debería tener presente esta realidad por defecto pero, en fin, así es la cosa en España. De momento, el proyecto de ley ha salido del Ejecutivo pensado sólo para el español (o castellano) y ahora sabremos hasta dónde hay que llegar para conseguir que no sea sólo una ley castellana de esas que, de vez en cuando, nos damos entre todos.

El único diario madrileño que toca la cuestión, también en un titular pequeñín, es El Mundo. En tan poco espacio se le ve toda la caspa. Dice que "Los nacionalistas exigen al Gobierno [español] que Netflix y otras plataformas tengan que producir en catalán y euskera". El gallego no lo menciona porque ya no cabía o quizás porque, al gobernar Galicia el PP, técnicamente ya no son nacionalistas, por aquello de que nacionalistas siempre son los otros. También se conoce que en el catalán incluyen al valenciano —como debe ser según la ciencia— aunque siempre pongan tanto cuidado en presentar uno y otro como dos lenguas diferentes —como mandan las leyes españolas, benditas sean. Al margen de esos desaciertos, causados por la poca vergüenza y la falta de espacio, el título es mentira, porque "los nacionalistas" no pretenden obligar a las plataformas a producir nada —tampoco lo hace la ley. Lo que piden es que un mínimo obligatorio de la programación sea accesible en catalán, gallego y euskera, tal como hace el proyecto de ley con el español (o castellano). No piden ningún privilegio, sino el mismo trato. Sólo hay que leer el proyecto de ley. Y saber leer, claro, más allá del propio nacionalismo carajillero. Ya se ve que el título no es bola por ignorancia y es difícil que sea por incompetencia. ¿No será por mala fe?

Este enredo vuela bajo el radar porque los diarios están muy ocupados explicando que el volcán de La Palma sigue expulsando lava; que la lava va cuesta abajo destruyendo todo a su paso —casas, fincas, campos, cultivos...—; que todo eso quedará para siempre enterrado en lava, y que no hay nada que hacer hasta que acabe la erupción, dentro de entre dos semanas y tres meses, según los expertos. La mayoría de diarios opta hoy por poner fotos de gente que huye de la zona afectada. Las imágenes son flojas, administrativas, sin drama. Sólo la de Ara es diferente y da una idea de la calamidad que asola la isla, aunque fotos aún más conmovedoras ya las vimos en las portadas de ayer. El País publica un mapa de la zona afectada sobre el que dibuja la lengua de lava, de 1,3 kilómetros cuadrados de superficie. El Mundo dice que las pérdidas pasarán de 400 millones. Es gordo y una desgracia grande para las víctimas y, sin embargo, a ver, si hacemos caso al mapa y a la cifra... La erupción del volcán Eyjafjallajökull en Islandia, en 2010, causó la mayor disfunción del tráfico aéreo de la historia y unas pérdidas de cerca de 4.000 millones de euros, según el estudio (.pdf) de las universidades de Islandia y de Cambridge. Sea dicho para situar la cosa.

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