Ya estamos a finales de octubre y, un año más, es el día de la marmota y habrá que retrasar las agujas del reloj. La madrugada del sábado al domingo hay cambio de hora y se podrá dormir una poco más: a las 3:00 horas serán las 2:00 h. De nuevo, el cambio horario resurge como debate del eterno retorno y reaparece la controversia sobre si hace falta o no, si es bueno para la salud o no y por qué las autoridades no han tomado una decisión todavía. Este mismo lunes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha afirmado que ya no tiene sentido y ha anunciado que propondrá al Consejo Europeo acabar con el cambio de hora para 2026

La realidad es que la propuesta de Sánchez no es nueva. Él mismo ha admitido que su iniciativa consiste en hacer valer la votación en este sentido que aprobó el Parlamento Europeo hace seis años, y que se mantiene en suspenso por la falta de consenso entre los Estados miembros para tomar una decisión definitiva. Si bien el debate existe en la sociedad y resurge cada marzo y octubre, con los respectivos cambios horarios, en los años recientes la cuestión ha quedado aparcada en el ámbito europeo. El tema es complejo e, incapaces de ponerse de acuerdo durante estos seis años, los 27 han preferido aparcar las discusiones, que no han visto como una prioridad.

"No es la carpeta más fácil de debatir entre los estados", reconocieron fuentes europeas en declaraciones a la ACN ahora hace un año. En Bruselas aseveran que el debate está aparcado por la "complejidad" de encontrar un consenso entre Estados miembros y ya a principio de año admitieron que no había indicios de "voluntad" por abordarlo. Fuentes diplomáticas europeas sostienen que algunos países quieren mantener el sistema actual "principalmente por motivos económicos", mientras que hay otros que quieren abolir el cambio de hora.

La cuestión viene de lejos. El cambio de hora es una práctica que se introdujo en Europa para ahorrar energía durante la Primera Mundial y muchos países la recuperaron en los años 70. La Unión Europea empezó a legislarlo en 1980 con el objetivo de poner orden de cara al mercado único europeo.

Sobre la mesa en Bruselas desde 2018

En 2018, el entonces presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, hacia el final de su mandato propuso eliminar el cambio de hora en Europa y mantener el horario de verano. El Ejecutivo comunitario puso sobre la mesa una directiva para abolir los cambios estacionales temprano a partir de septiembre de aquel año. En marzo de 2019, la Eurocámara se mostró favorable a abrir negociaciones con los estados y optaba para que la UE dé flexibilidad a los países a la hora de escoger si se quieren quedar al horario de verano o de invierno.

Por el momento, continúa vigente la directiva que obliga a los Estados miembros a cambiar al horario de verano el último domingo de marzo y a volver al horario de invierno el último domingo de octubre. Cada país, eso sí, es libre de escoger en qué zona horaria quieren estar. España se encuentra en la Hora de la Europa central, como Francia y Alemania; mientras que Portugal, por ejemplo, está en la Hora de la Europa occidental.

El 84% de los europeos quiere abolir el cambio horario

La Comisión Europea impulsó una consulta pública el verano del 2018 para evaluar el apoyo a la iniciativa. De los más de 4,6 millones de ciudadanos que respondieron, el 84% se declaró a favor de abolir el cambio de hora en la UE. Solo en Grecia y Chipre una mayoría ajustada prefiere mantener el sistema actual. En cambio, en España más del 90% de los consultados quiere eliminarlo. Los detractores del cambio de hora creen que es perjudicial a la salud humana (43%) y que no comporta un ahorro energético (20%), mientras que sus partidarios defienden que es positivo para las actividades de ocio por la noche (42%). Si tienen que escoger un horario, un 56% de los consultados se quedan con el de verano.

Varias campañas han surgido en la UE en los últimos años que promueven la abolición del cambio de hora. Es el caso de la Barcelona Time Use Initiative, que hace tiempo que reclama a la Comisión Europea que reactive el proceso para eliminar el final del cambio de hora estacional para 2026. La organización asegura que vivir en zonas horarias desalineadas incluye más riesgos de cáncer, diabetes, obesidad y trastornos metabólicos, así como efectos en el rendimiento de trabajadores y estudiantes, en el PIB general, problemas de salud mental, fatiga, letargia y menos concentración.