La crisis que vive el PSOE ha devuelto a Podemos los anhelos por liderar la izquierda que el fracaso en el sorpasso les había arrebatado. Las elecciones del 26-J hicieron difícil un gobierno progresista y Pablo Iglesias confesó las dudas sobre si sobrevivirían en la oposición. La situación se agravó con el 'no' sin cesiones de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, debilitando la consigna de que la formación morada era la única alternativa al Partido Popular. Pero mientras la abstención planea sobre Ferraz, Podemos ve una rendija para echar al PSOE a los brazos de los populares y rearmarse como "partido normal".
La primera ficha cayó hace dos semanas, en Castilla la Mancha. La formación morada decidió romper el acuerdo de gobernabilidad que mantenían con el presidente socialista Emiliano García-Page. La justificación fue el incumplimiento de los compromisos políticos que Page había suscrito. Días después, la alerta saltó en las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana y Aragón, donde las secciones podemitas también avisaron de que su pacto pacto peligraba. Entonces, el número dos, Íñigo Errejón, negó que todo fuera una estrategia coordinada a nivel nacional, sino que la casuística era autonómica.
Por voluntad o por omisión, la ofensiva empuja al PSOE a los brazos del PP. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, ofreció a Page –y a quien lo necesitase– intercambiar los apoyos de la formación morada por los suyos. Génova quiere favorecer el acuerdo con los socialistas para que estos faciliten, a su vez, una investidura de Rajoy. De inmediato, el propio Iglesias amenazó con "tomar nota" de una posible abstención y las autonomías como Aragón volvieron a avisar de "posibles consecuencias" al respecto. Errejón remató que había que separar el plano general del autonómico, pero sí creía que el PSOE tenía que elegir: o ellos o el PP.
Sin Sánchez y con una gestora al frente, ahora los socialistas tienen poco margen para escoger. Las encuestas les dan una caída sin precedentes –en torno a los 70 escaños– y otros comicios podrían conllevar finalmente el sorpasso. En esa tesitura, Iglesias dijo a El Nacional que una abstención de Ferraz colocaría a Podemos en el papel de "líder moral" de la izquierda. Ahí es donde las palabras suaves de hace algunas semanas a los socialistas se han desvanecido y el dirigente podemita ya tacha de "fraude" la posibilidad de que el PSOE se "arrodille" ante Rajoy. "Nosotros tenemos que demostrar que somos el futuro", asevera.
Para desmarcarse de la vieja socialdemocracia debilitada por el golpe contra Sánchez, ahora Podemos ha reabierto el debate sobre el modelo de partido que quiere adoptar. Iglesias habla de anteponer el objetivo de "cavar trincheras en la sociedad civil" al hecho de conseguir respetabilidad en las instituciones. Es decir, que apuesta por un discurso más hacia la izquierda y próximo a la calle. A su vez, el número dos cree que no hay contradicción entre sus líneas. "La transversalidad y la radicalidad pueden ir de la mano" afirmó Errejón. El estratega podemita insistió en que no desconectarían de las bases, como creen habría hecho el PSOE tras años de historia.
Asimismo, el cabeza de lista de la formación morada asume que sólo llegarán a gobernar si es en mayoría absoluta. Lo cree después del fracaso de articular una alternativa con el PSOE y las desconfianzas mutuas. De hecho, hasta que Sánchez dimitiera, en Podemos se debatían sobre qué esquema de relación seguir para pactar con los socialistas. Errejón hubiera aceptado un trato en desigualdad de condiciones, mientras que Iglesias quería un acuerdo entre iguales. Es en el anhelo de llegar al poder donde renace la voluntad podemita de arrinconar a los socialistas y hacerse –ahora sí– con el liderazgo de la izquierda española.