Aviones militares españoles se reincorporarán a la misión de la OTAN Policía Aérea en el Báltico el próximo mes de abril, una vez se ha levantado el castigo que les dejó en tierra el año pasado a raíz del lanzamiento accidental de un misil sobre el espacio aéreo de Estonia, país que forzó la suspensión de los vuelos españoles en su espacio aéreo.

Según ha adelantado El Confidencial Digital, España ha suscrito un acuerdo con Lituania para participar en una nueva misión de control aéreo en los países bálticos por el cual seis cazas Eurofighter se desplazarán a ese país el 26 de abril para empezar a realizar misiones a partir del 1 de mayo y hasta el 31 de agosto. Los aparatos aterrizarán en la base lituana de Šiauliai.

El retorno de los cazas españoles llega después de que el 7 de agosto de 2018, un Eurofighter Typhoon 2000 disparó accidentalmente un misil en espacio aéreo de Estonia, un hecho que provocó la reacción contundente del gobierno estonio, que forzó a la OTAN a suspender los vuelos de los aparatos de bandera española. El castigo se mantuvo hasta al fin de la misión, el 1 de septiembre del 2018.

A raíz de aquellos hechos, el ministro de Defensa estonio, Juri Luik, calificó el lanzamiento del misil como un caso "extremadamente raro y lamentable", mientras que el primer ministro, Jüri Ratas, pidió una investigación urgente del incidente.

Moneda de cambio contra el independentismo

España mantiene una fuerte presencia militar en los países bálticos, dentro de operaciones conjuntas tuteladas por la OTAN para velar por la seguridad de Estonia, Letonia y Lituania en su frontera con Rusia. Con todo, el despliegue militar español forma parte de la serie de contraprestaciones que en su momento admitió el exministro español de Exteriores José Manuel García-Margallo, que reconoció que las fuerzas militares españolas se utilizan como moneda de cambio para conseguir restar apoyos internacionales al independentismo catalán.

Margallo reveló, en primavera del 2017, que se estaba llevando a cabo una política de favores y contrafavores a escala internacional para limitar la internacionalización del proceso catalán y admitió que entre estos intercambios de cromos se incluía la presencia militar, y que específicamente esta carta se jugaba en los Países Bálticos —Estonia, Letonia y Lituania—, tres repúblicas exsoviéticas que, a causa de su independencia con respecto a la Unión Soviética en los años noventa del siglo XX, habían mostrado sus simpatías hacia el soberanismo catalán.