Hay dos expresiones populares que pueden servir para describir las últimas horas de la política española. La primera es que, si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. O lo que es lo mismo: si el Senado no va a Barcelona (como prometían no hace mucho los socialistas), Barcelona irá al Senado. La segunda: si no quiere caldo, toma dos tazas. Y su traducción política: si no queréis a Miquel Iceta al frente del Senado, acabaréis teniendo a dos catalanes para presidir las Cortes españolas.

El asunto Iceta, con la constitución del Congreso y el Senado este próximo martes, ha tenido la desgracia de coincidir en plena campaña electoral. Un factor que sin duda no ha ayudado, en plena pugna del independentismo y con un Pedro Sánchez que no se puede mostrar, al menos en público, abierto a hablar con los independentistas. Pero el inaudito bloqueo al primer secretario del PSC también ha subrayado otro hecho: sólo en base a gestos simbólicos, donde el gobierno Sánchez parece todavía atrapado, no encontrarán la mano tendida de ERC y JxCat.

De momento, para los independentistas, nada parece pasar de la política gestos. Sin ir más lejos, en la misma Mesa del Senado, el máximo órgano de gobierno, los socialistas han dejado fuera a ERC, que obtuvo 11 senadores el 28-A. En cambio, sí que han cedido una silla al PNV, que consiguió 9 representantes en la cámara alta en las elecciones generales, dos menos que los republicanos. En la del Congreso directamente no ha tenido cabida ninguna formación independentista ni nacionalista.

Al mismo tiempo, mientras todo el socialismo pedía a los independentistas que apoyaran al "hombre de diálogo" Miquel Iceta, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, órgano dependiente del Ministerio del Interior, hacía un informe desfavorable de la participación de Oriol Junqueras en el debate europeo de TV3. En base a estas alegaciones negativas, la Junta Electoral Central acabó tumando la presencia del candidato republicano.

A pesar del asunto Iceta, el hilo de diálogo entre el PSOE y ERC no se ha interrumpido durante los últimos días

Después del veto anunciado, y que Moncloa realmente no esperaba, las dos partes corrieron a desvincular lo que había sucedido de conversaciones y negociaciones futuras. Gabriel Rufián no tuvo problema a decir en público aquello que horas antes decía en privado: "No condiciona nada". Están dispuestos a seguir dialogando, como no han dejado de hacer el mismo Rufián con Adriana Lastra, o los vicepresidentes Pere Aragonès y Carmen Calvo.

Por el contrario, el entorno de Pedro Sánchez dijo eso mismo, que las líneas seguían abiertas, pero lo hacía en privado y con la boca pequeña. Tampoco se podía permitir más con una derecha que, en campaña electoral, sigue anclada en la plaza de Colón, sin encontrar el autoproclamado giro al centro. En público, tanto desde Ferraz como desde Moncloa reclamaban la abstención de Ciudadanos para, literalmente, "no depender de los independentistas".

La realidad, sin embargo, es que Pedro Sánchez seguirá dependiendo de los independentistas. Menos que antes, pero necesitará de sus votos —como mínimo los de ERC— si de verdad quiere una legislatura estable de cuatro años. Más allá del componente electoral, este fue también el mensaje que envió el independentismo con el veto a Iceta: que están dispuestos a apoyarle, pero este apoyo no será gratis como la pasada legislatura. Que Pedro Sánchez tendrá que pasar de los gestos a decisiones valientes para encarar el conflicto político catalán.

Este martes se constituyen las Cortes españolas y arranca una nueva legislatura. Las dos sesiones estarán marcadas por un hecho inédito: la presencia de cinco presos políticos, cuatro en el Congreso y uno en el Senado, en sus escaños. Los tres de JxCat ya ha renunciado a su acta en el Parlament. "No se presentaron por simbolismo. Quieren hacer política", avisaba Laura Borràs tan sólo pisar el parlamento español. Es lo mismo que le reclaman ahora a Pedro Sánchez.