Finalmente Pedro Sánchez ha movido al primer peón en el tablero de juego que dejó el 28-A. Ha tenido que pasar más de un mes después de las elecciones generales. Esta semana, después de recibir el encargo del rey Felipe VI, él y sus manos derecha (José Luis Ábalos) e izquierda (Adriana Lastra) han llevado a cabo la primera ronda de contactos con casi todas las fuerzas parlamentarias para atar los apoyos necesarios para la investidura y la gobernabilidad. En unas Cortes tan fragmentadas, cada voto puede ser imprescindible. Pero ahora mismo los números no acaban de salir. No salen, al menos, si los independentistas catalanes no entran en la ecuación.

La estrategia inicial del candidato a la reelección era forzar un escenario similar al de la investidura de Mariano Rajoy en 2016, cuando los socialistas acabaron defenestrando a Sánchez y absteniéndose. Pero estamos en 2019. Con un PP y un Ciudadanos que compiten para liderar la oposición y la hegemonía de la derecha, y que no tienen escrúpulos para flirtear con la extrema derecha, eso no ha funcionado. Tampoco el chantaje emocional de "no hacer depender España de los independentistas". Aún menos la amenaza de repetición electoral –con la que Ábalos empezó esta semana– cuando todavía no se había producido ni siquiera la primera ronda de contactos. Este escenario, el de las abstenciones, ha quedado descartado en este momento de la película.

Pedro Sánchez Pablo Iglesias reunión 11 de junio 2019 Congreso EFE

Foto: EFE

Entonces, la única alternativa es sumar casi todo el resto, como con la moción de censura de ahora hace un año. La mayoría absoluta del Congreso de los Diputados se mantiene en 176 escaños y para esta los independentistas son imprescindibles. Para la mayoría simple –más que no– podrían ser prescindibles, siempre y cuando consiga el resto de apoyos, que ahora tampoco tiene. Pero si los cuatro diputados presos renunciaran al acta e hicieran correr lista –ahora son cuatro votos que no cuentan– los independentistas también serían imprescindibles. El escenario aritmético del PSOE es muy frágil.

Meritxell Batet consiguió ser presidenta del Congreso con 175 votos, los máximos a los que de forma realista podría aspirar sin independentistas: los del PSOE, Unidas Podemos, el PNV, Coalición Canaria, Compromiso y Partido Regionalista de Cantabria. En estos momentos, para la investidura, Sánchez no tiene ligados ni estos votos favorables.

Los de Unidas Podemos son los que probablemente tendrá más fácil para conseguir, más allá de las evidentes discrepancias sobre un gobierno de coalición que el PSOE rechaza frontalmente. El PNV ha avisado de que, a pesar de la voluntad de acuerdo, "el PSOE no cuenta en este momentos con los seis votos para la investidura". Lo mismo ocurre con Compromís y el PRC. Pero los tres son previsibles que los acabe consiguiendo. En cambio, Coalición Canaria, de momento, se mantiene en el no, aunque no haya coalición con Pablo Iglesias. Eso abocaría a un hipotético empate en 173. La abstención de los independentistas catalanes tiene hoy la posible llave, a pesar de la suspensión de los presos.

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En los partidos independentistas, que han cerrado la ronda de contactos este jueves, tanto JxCat como ERC han dejado claro con diferentes matices que no tienen objetivo de bloquear la conformación de gobierno y ponen buena disposición para hablar. Pero también las dos fuerzas han lanzado un aviso a navegantes: esta vez no habrá "cheques en blanco" como consideran que lo fue la moción de censura contra Mariano Rajoy. Su abstención tendrá que ser ganada.

Paradójicamente, a pesar de la necesidad de apoyo, los socialistas han excluido a EH Bildu —junto con Vox-- de la ronda de contactos. No quieren saber nada de ellos, aunque también pueden ser decisivos. En la moción de censura, y en los meses posteriores de gobierno sanchista, estuvieron. Y ahora mismo tienen predisposición de hablar. Pero desde Ferraz, por miedo al qué dirán, les han puesto un cordón sanitario como el de la extrema derecha.

Matices independentistas

Los socialistas dejaron para el último día las dos reuniones con las formaciones independentistas catalanas. Estas, una vez más, no fueron a la una, sino que evidenciaron los matices habituales. La primera en reunirse con Adriana Lastra fue Laura Borràs, que desde la sala de prensa del Congreso de los Diputados advirtió que en este momento "no se dan las circunstancias para facilitar la investidura de Pedro Sánchez", aunque les gustaría poder hacerlo. En cambio, el portavoz republicano Gabriel Rufián salió mucho más satisfecho y no quiso descartar una posible abstención de su grupo a la investidura. "Diálogo, diálogo y diálogo, y veremos", sintetizó. En todo caso, los dos rechazaron "cheques en blanco".